domingo, 14 de septiembre de 2008

La hora de pagar las cuentas (13 de agosto)

La economía de los Estados Unidos y, con ella y en gran medida, la economía mundial entrarán en la fase de "recoger varas" después de una larga fiesta de fuegos de artificio.



El senador Kent Conrad, demócrata por Dakota del Norte y presidente del comité de presupuesto de la cámara alta del congreso estadounidense, lo expresó con el típico optimismo de los políticos:

"Creo que quien quiera que sea el próximo Presidente (de los Estados Unidos) tendrá una primera semana muy, muy sobria en la oficina ejecutiva".


Más preciso sería hablar no de una semana sino de un par de años "endemoniadamente austeros y duros". Cualquier auspiciosa promesa electoral deberá archivarse – para mejor ocasión- y quien ocupe la oficina ejecutiva tendrá que arremangarse la camisa y proponerle a Estados Unidos una buena temporada de trabajo duro para poner la casa en orden.

El primer gran problema, ineludible, es el gigantesco déficit fiscal. Un déficit de medio millón de millones de dólares para 2009 es intolerable. Las opciones para corregirlo no son muchas y todas son dolorosas en términos políticos: menor gasto y mayor recaudación, cualquier combinación de ambas recetas es costosa y alguna ocurrencias son altamente riesgosas. Por ejemplo, cuando uno escucha al populista Barack Obama hablar de gravar con mayor vigor a los ricos debe recordar que se trata de una fórmula que suena bien en un discurso pero que es totalmente contraproducente en la vida real, porque termina por disminuir la recaudación efectiva.

Lo que vale la pena rescatar de la optimista declaración del senador Conrad es que no importa quién gane la carrera electoral en los Estados Unidos, ni que tan encantadoras hayan sido sus promesas; se encontrará desde el primer día, sobre el escritorio, una gran pila de facturas para pagar en un plazo perentorio.

Para México esto significa que tampoco tendremos las cosas fáciles en los negocios, en las inversiones, en el consumo familiar. De nada valdrán en ese momento las declaraciones ampulosas de los políticos, ni las frases bonitas de las campañas electorales. La receta para recobrar la senda del crecimiento es milenaria y no ha cambiado: Productividad. Hacer más con menos. Hacer las cosas bien a la primera. No gastar lo que no se tiene y no tentarse el corazón para cancelar lo que no funciona.

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