domingo, 9 de noviembre de 2008

En el bando de la destrucción

La recesión mundial en la que hemos entrado será mucho más profunda y prolongada en la medida en que se siga deteriorando la estabilidad monetaria.


En el origen de la crisis actual está el miedo a la recesión y las medidas que se ponen en marcha buscan postergar lo inevitable – la recesión – y proponen algo que resultará imposible – recobrar el crecimiento económico – ya que se está destruyendo la semilla imprescindible para la creación de riqueza: la acumulación de capital.

Ha llegado el tiempo de los consejos prácticos, pero cínicos, para empresas y familias, como el siguiente: “Sólo los tontos ahorran; los listos se endeudan por encima de su capacidad actual de pago confiados en que habrá rescates fiscales y/o monetarios que permitirán la amortización acelerada de las deudas”; es un consejo útil y es, a la vez, una cínica invitación a que abandonemos la ética del trabajo productivo.

El incremento de los déficit fiscales está siendo acomodado con políticas monetarias relajadas, lo que se traducirá en mayor inflación – incremento de las distorsiones en los precios relativos – y en una caída en la tasa de formación de capital. Se acorta el horizonte temporal para decidir. Los plazos se encogen; los planes de inversión de ayer se tiran a la basura para dar paso a decisiones de consumo inmediato: “A gastar a gastar, que el mundo se va a acabar”.

Aumenta la intervención de los gobiernos en la vida económica, desplazando a la inversión privada, con varias consecuencias indeseables: 1. Escasez de determinados bienes ante una demanda estimulada por un mayor gasto público y una expansión de los medios de pago: Quien podría producir tales bienes no desea hacerlo dado que la inversión (formación de capital) está penalizada en la práctica incluso por mayores presiones impositivas, 2. Pérdida de libertades individuales por la creciente presencia del Estado, 3. Presiones hacia un mayor control de precios y salarios – lo que estimula la escasez- y 4. Presiones a favor de medidas proteccionistas, arancelarias y no arancelarias, en el comercio internacional.

En 1920, John Maynard Keynes observó: No hay medio más sutil ni más seguro de trastocar las bases existentes de la sociedad que manipular la moneda. El proceso compromete a todas las fuerzas ocultas de las leyes económicas en el bando de la destrucción, y lo hace de manera tal que ni siquiera un hombre entre un millón podría diagnosticarlo”.

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