¿Cómo empezó esto? (VII y fin)
En anteriores entregas comenté acerca de los factores originarios de la crisis: 1. Políticas públicas que propiciaron el otorgamiento de créditos hipotecarios sin colaterales suficientemente sólidos, verbigracia: hipotecas de baja calidad; 2. Regulación deficiente (no confundir con insuficiente) con incentivos mal alineados, perversos, para los reguladores y para las instituciones calificadoras de valores; 3. Una “zona gris” de actividades financieras que, aun funcionando para efectos prácticos como entidades de crédito (generadoras indirectas de dinero por la vía del apalancamiento), no fueron reguladas y supervisadas como bancos, porque jurídicamente no clasificaban como tales.
Todo ello generó, además, prácticas financieras absurdas o ruinosas de las que ofrecí algunos ejemplos. Estas prácticas obedecen a un deficiente gobierno corporativo plagado de incentivos erróneos que estimulan conductas contraproducentes de administradores y ejecutivos.
Hasta aquí la crisis financiera, acotada en gran medida a los Estados Unidos. Pero como mi amigo previó desde fines de 2007 tal crisis tenía el potencial de propagarse geográficamente y de agravarse si, como consecuencia de la misma, se generaba una contracción severa del crédito. Si el estallido de una burbuja de expansión inusitada del crédito se traducía en un movimiento
del péndulo hacia el extremo contrario: el “credit crunch”, acompañado de un desplome de la confianza.
Una gestión desastrosa de la crisis propició que ese escenario – el peor- se materializase durante 2008. La propagación de la crisis no era, a fines de 2007, un evento inexorable, sino probable.
La mala gestión de la crisis (voluntarismo para evitar que la burbuja estallase del todo) hizo posible su transmisión en dos vertientes: 1. Hacia la economía real o no financiera que había permanecido más o menos incólume durante 2007, y 2. Hacia prácticamente todas las economías del planeta.
El primer contagio se tradujo en una caída severa de la demanda (recesión) que era, paradójicamente, el episodio que las autoridades financieras habían luchado por evitar. Tal miedo a la recesión – teniendo en el horizonte unas elecciones presidenciales en Estados Unidos – explica el afán para insuflar artificialmente “aire” a la burbuja y tratar de posponer su estallido final. Esta negación a reconocer las pérdidas, los daños y los errores agravó y propagó la crisis.
Para el caso de México, dada la estrecha integración de la industria manufacturera con la de Estados Unidos, la caída de la demanda ha sido el factor detonante de la recesión importada, cuyas manifestaciones estamos viviendo con un atraso de uno o dos trimestres.
Todo ello generó, además, prácticas financieras absurdas o ruinosas de las que ofrecí algunos ejemplos. Estas prácticas obedecen a un deficiente gobierno corporativo plagado de incentivos erróneos que estimulan conductas contraproducentes de administradores y ejecutivos.
Hasta aquí la crisis financiera, acotada en gran medida a los Estados Unidos. Pero como mi amigo previó desde fines de 2007 tal crisis tenía el potencial de propagarse geográficamente y de agravarse si, como consecuencia de la misma, se generaba una contracción severa del crédito. Si el estallido de una burbuja de expansión inusitada del crédito se traducía en un movimiento
del péndulo hacia el extremo contrario: el “credit crunch”, acompañado de un desplome de la confianza.
Una gestión desastrosa de la crisis propició que ese escenario – el peor- se materializase durante 2008. La propagación de la crisis no era, a fines de 2007, un evento inexorable, sino probable.
La mala gestión de la crisis (voluntarismo para evitar que la burbuja estallase del todo) hizo posible su transmisión en dos vertientes: 1. Hacia la economía real o no financiera que había permanecido más o menos incólume durante 2007, y 2. Hacia prácticamente todas las economías del planeta.
El primer contagio se tradujo en una caída severa de la demanda (recesión) que era, paradójicamente, el episodio que las autoridades financieras habían luchado por evitar. Tal miedo a la recesión – teniendo en el horizonte unas elecciones presidenciales en Estados Unidos – explica el afán para insuflar artificialmente “aire” a la burbuja y tratar de posponer su estallido final. Esta negación a reconocer las pérdidas, los daños y los errores agravó y propagó la crisis.
Para el caso de México, dada la estrecha integración de la industria manufacturera con la de Estados Unidos, la caída de la demanda ha sido el factor detonante de la recesión importada, cuyas manifestaciones estamos viviendo con un atraso de uno o dos trimestres.
Etiquetas: el apretón del crédito o credit crunch, locos por la crisis, miedo a la recesión, voluntarismo
1 Comentarios:
Más atrás de lo que señalas correctamente está el déficit fiscal. El dinero fabricado para cubrir los excesos del gasto de gobierno terminan en el sistema financiero. Los receptores de este ahorro se ven forzados a colocarlo en un entorno donde se acabaron las personas con capacidad de pago.
El dinero usado para financiar deficits pierde su capacidad de medir valor y también se pierde la capacidad de medir riesgo. Con este dinero los bancos nevegan en tinieblas y hacen dependientes de lo que mande el fabricante de billetes.
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