Gutenberg no inventó el libro
Gutenberg inventó la imprenta de tipos móviles que facilitó los grandes tirajes de libros y su difusión masiva. Las nuevas tecnologías de la información y de las telecomunicaciones han estallado la revolución del libro tradicional, posibilitando incluso que cada autor sea también su editor, su distribuidor y su comercializador.
Imagine usted un mundo en el que el negocio editorial sea tan preciso que sólo se “tiren” los ejemplares exactos de cada libro que requiere la demanda. Ese mundo ya existe.
Imagine un mundo en el que un nuevo libro salga al mercado y esté disponible para los lectores de inmediato en cualquier lugar del planeta, exactamente al mismo precio de lanzamiento – lo mismo estén los lectores en Nueva Zelanda o en Alaska- y que el autor pueda tener, de inmediato, la información de cada venta de su libro, y de las ganancias, por derechos de autor, que le corresponden y de las que ya dispone, si así lo desea, en su cuenta bancaria. Ese mundo ya existe.
Imagine un mundo en el que un libro científico o técnico sea constantemente actualizado conforme hay nuevos avances cientìficos o tecnológicos en la materia y que usted, como lector, pueda disponer de esas sucesivas actualizaciones del libro original sólo por una fracción del precio que pagó inicialmente. Ese mundo empieza a surgir.
Imagine usted un mundo en el que las citas a píe de página de un libro de historia le remitan no a la mención de las fuentes, sino a los mismos documentos originales que usó como fuente el autor. Ese mundo empieza a existir.
Imagine usted un mundo en el que los libros cientìficos o técnicos están repletos de “vínculos” electrónicos a información relacionada. Ese mundo ya es posible.
Imagine usted un mundo en el que los caros libros de texto de ciertas carreras universitarias (medicina, ingenierías, diseño, arquitectura, economía y otras) puedan adquirirse desde el hogar a un precio sensiblemente inferior a los $10 dólares por ejemplar. Ese mundo es factible.
Imagine, en fin, un mundo en el el que la biblioteca más extensa “quepa” en una “laptop” conectada a la red o en el que una tarde de compras a la más bien surtida librería pueda hacerse sin salir de casa, sentado cómodamente frente a la computadora. Ese mundo ya está aquí.
Por ejemplo, hace dos semanas me tomó menos media hora poner en la red una novela – “Imágenes del futuro en un país de la esperanza”- que había difundido en 15 entregas en El Economista un año antes. Quien quiera y sin costo alguno puede leerla en este otro blog y, con perdón de Gutemberg, no necesité de su invento para poner en circulación mundial ese libro.
A la vista del inmenso salto que ha supuesto la más reciente revolución tecnológica, hacer leyes que esablezcan precios fijos y únicos para los libros de papel y tinta parece tan retardatario como reestablecer el derecho divino de los reyes sobre vidas y haciendas de sus súbditos.
1 Comentarios:
excelentes las ideas al vuelo. genial el proyecto alternativo de futbol. soy alumno de la EBC y a diario leo sus colaboraciones en EL ECONOMISTA.
felicidades
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