El gobierno del Distrito Federal, ¿mal negocio?
Para un político sin escrúpulos la chamba de jefe de gobierno del Distrito Federal no está nada mal: La rentabilidad del puesto va en función del número de problemas graves que se puedan “administrar”, nunca resolver.
Entiendo que para una persona inteligente y honesta la chamba de jefe de gobierno del Distrito Federal sea tan poco agradable como la quinta tarea de Hércules: Limpiar de estiércol los establos del rey Augías en un solo día. Sin embargo, para un político inescrupuloso – que los hay- puede ser una chamba muy rentable.
La chamba no consiste en limpiar los establos, sino en cobrar muy caro cualquier alivio parcial y temporal de los problemas asociados a vivir entre la porquería. Lo más rentable, entonces, no es combatir la podredumbre y las carencias, sino administrarlas e incluso exacerbarlas en la medida que un mayor número de problemas graves y urgentes justifica más presupuesto y genera más peso en la arena política nacional.
Este estilo de “gobernar” la capital mexicana fue desarrollado con maestría por Manuel Camacho Solís. Como regente inauguró la práctica de llevar a la Ciudad de México, de preferencia al Zócalo, diversos problemas nacionales explosivos ya que ello le permitía competir con ventaja en el gabinete de Carlos Salinas de Gortari, exhibiendo a sus compañeros como incompetentes, y mostrándose como el eficaz operador político que le llevaba al Presidente soluciones basadas en “el diálogo y la negociación”. Los maliciosos cavilamos que no poco dinero público cambiaba de manos como trasfondo de las “soluciones”.
El modus operandi es claro: Tensar el problema hasta el límite, alarmar (antes al Presidente, ahora a la “opinión pública”) profetizando catástrofes cósmicas si el conflicto no se resuelve “mediante el dialogo y la negociación” y ofrecerse a sí mismo – el operador- como el único capaz de conjurar el desastre.
Algunas conclusiones prácticas: 1. Hay que irse. Si uno está fuera del circuito que forman los grupos-conflicto (desde invasores de predios hasta taxistas piratas) y los funcionarios del gobierno capitalino que administran los paliativos destinados al usufructo de los “problemas”, cada día es más penoso vivir y trabajar honestamente en el Distrito Federal, 2. Para el próximo Jefe de Gobierno un activo valiosísimo será contar, entre sus herramientas de administración de problemas, con el más efectivo de los agitadores; la “sabiduría” de Marcelo Ebrard consistirá en dosificar – abriendo o cerrando la llave de los recursos- la beligerancia del agitador por antonomasia, Andrés López Obrador.
Un dato adicional: En el primer semestre de este año el gobierno del Distrito Federal ha recibido más del 10 por ciento del gasto federalizado (Participaciones, Aportaciones, PAFEF y convenios), nada menos que $39,418 millones de pesos.
Si la ecuación es, al parecer, “más problemas graves es igual a más dinero”, ¿quién es el tonto que se va a poner a limpiar el estiércol de los establos?
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