viernes, 1 de septiembre de 2006

Si fuesen inteligentes...

Sólo hay una cosa segura sobre el comportamiento que asumirán hoy los flamantes legisladores del PRD: No será un comportamiento inteligente…


Uno de los grandes desarreglos de México es la ambigüedad con que se desempeñan algunas fuerzas políticas que, según les conviene, juegan lo mismo en la cancha de las instituciones que en el terreno de la ilegalidad.

Hoy, por ejemplo, los flamantes legisladores del PRD podrían darnos una sorpresa y comportarse como legisladores, no como adolescentes con severos problemas de adaptación social y conducta. Sin embargo, esa sorpresa no se dará, a pesar de que sería el comportamiento más rentable e inteligente para esa formación política. Ni modo, nadie da lo que no tiene.

Nos darían una lección a todos sus detractores – apúntenme en la lista, por si no lo han hecho- si hoy nos demostraran que su compromiso con la institucionalidad es incondicional y permanente. No lo harán, porque no está en su naturaleza.

Lo que sí está en su naturaleza es aprovechar los beneficios del arreglo institucional y del Estado de Derecho – por ejemplo, para invocar su fuero- al tiempo que patean la legalidad y socavan las instituciones. Este comportamiento desleal con la democracia y con la sociedad es tolerado y alentado por otros actores de la vida pública – periodistas, dueños de medios de comunicación, jueces, funcionarios públicos, académicos, presuntos intelectuales- en la medida que esos mismos actores se benefician, abiertamente o a trasmano, de la ilegalidad.

La temporada posterior a las elecciones está sacando a flote mucha basura moral. ¿Qué arreglos más o menos inconfesables hay detrás de la rijosidad que desde hace meses muchos "comunicadores" alientan contra el Presidente y contra el gobierno federal?, ¿qué jugosos negocios y concesiones explican la subordinación de algunos presuntos empresarios a los dictados y caprichos del agitador de moda?

Esta basura moral es la otra cara de la moneda del comportamiento vandálico que hoy, lamentablemente, presenciaremos. Y esta basura moral es otro de los resultados de haber dejado crecer – con criminal tolerancia o indiferencia- el cáncer de la simulación, de la informalidad y de la ilegalidad.

No es cierto, como algunos ingenuos proclaman, que las instituciones en México estén caducas. Por el contrario, para muchos mexicanos están flamantes, sin estrenar, sin usarse, sin acatarse. Para muchos mexicanos las instituciones son objeto de burla cotidiana y la ley una herramienta opcional, que se acata según convenga.

Los mismos insensatos que quieren enterrar instituciones se han encargado de minarlas. Nada menos que un flamante senador – que NO es del PRD- ya anda promoviendo audaces reformas para sustituir la institucionalidad que antes, como funcionario gubernamental, desdeñó y lastimó. ¡Qué vergüenza!

Si fuesen inteligentes, que no lo son, entenderían lo mucho que podrían ganar apostándole a la civilidad y a las instituciones (en una de esas, hasta superan el analfabetismo cívico y político que les caracteriza). Pero ni modo: De la nada, nada se hace.

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