Recuerdos del “Teatro Fantástico”
Nunca faltaba algún realista precoz que destrozaba las ilusiones: “No es un bosque, es un árbol de cartón al que los actores le han dado la vuelta seis veces, fingiendo una caminata agotadora”.
Los programas de la televisión mexicana de los años sesenta suplían la pobreza de recursos técnicos con muchas ganas histriónicas de los actores y con la complicidad de los espectadores que aceptábamos, dócilmente, burdas estratagemas narrativas. Ejemplo: la de poner a los protagonistas de un cuento a dar vueltas alrededor del mismo árbol de cartón para que los niños interpretásemos que llevaban horas atravesando un tupido y extenso bosque.
Por alguna extraña asociación de ideas la farsa vespertina del 20 de noviembre en la plaza central de la Ciudad de México me recordó aquellas representaciones de cuentos infantiles que hacían Enrique Alonso y un grupo de actores en la vieja televisión mexicana. El “Teatro Fantástico” de Cachirulo.
Por lo visto, los niños premiábamos el esfuerzo histriónico de los actores creyéndonos enterita la simulación. Fingíamos ser tan crédulos porque era parte de la diversión, de la “verdad de las mentiras” de la que habla Mario Vargas Llosa; pero no faltaban los precoces realistas que destrozaban las ilusiones y se burlaban: “Le están dando la vuelta al mismo árbol de cartón y ustedes se creen que eso es un bosque…además es el mismo árbol de la semana pasada y de todos los domingos”.
La farsa del gobierno de cartón-piedra no es tan inocente. Reproduce el mismo maniqueísmo de héroes y villanos pero entra en colisión con el mundo real y ahí empiezan los problemas y la locura.
Por ejemplo: Dice el farsante mayor, posesionado de su papel, que a despecho de las razones técnicas que obligan a disminuir el subsidio a la leche Liconsa, el gobierno de la Ciudad de México – que, al parecer, sí pertenece al mundo real y no al terreno de las fantasías concertadas- habrá de mantenerlo. El dócil sirviente del farsante mayor – sirviente que en el mundo real será el jefe de gobierno de la ciudad- asiente y toma nota de la orden. ¿Acatará la farsa también en el mundo real?
El colmo es que esa disminución del subsidio fue aprobada por el Consejo de Administración de Liconsa en forma unánime y que el gobierno de la Ciudad forma parte de ese consejo. ¿No es llevar un poco lejos la complacencia con el farsante y sus exaltados heraldos consentir en esta locura colectiva a cargo de nuestros bolsillos?
Mejor sería aprovechar la escenografía, con todo y águila decimonónica, para alquilarla en fiestas infantiles durante las cuales el infante que cumpla años podrá tomar posesión del reino y ordenar premios y castigos para sus amiguitos; sólo mientras dure la fiesta y bajo la supervisión de un adulto cuerdo.
Con la renta del escenario podrían pagar el tratamiento psiquiátrico de los “cómicos” – que era como se les conocía antes- que se quedaron en el “viaje fantástico”.
3 Comentarios:
Me alegra darme cuenta que el comentario que dejaste ayer en mi blog sirvió de borrador para el Ideas al Vuelo del día de hoy.
Lo que me entristece un poco es que no hayas mencionado al Chocolate Express esta vez. A la nostalgia le hizo falta el chocolatote para estar completa.
Ramón, gracias por el comentario.
En efecto, lo que escribí ayer en tu blog es una especie de borrador de este artículo, así pues tu "post" sobre la farsa del pasado 20 de noviembre inspiró mucho de este asunto.
También tienes razón en que me faltó, en esta versión, mencionar el chocolatote Express por aquello de la nostalgia. Lo que me sorprende es que tú - que eres bastante más joven que yo- recuerdes algo de eso...Suponía que los cincuentones eramos los últimos que alcanzamos a ver a Cachirulo las noches del domingo.
Un saludo.
El programa era para “Para los niños, los papás de los niños y los papás de los papás de los niños”.
Aunque dejaron de producirse programas nuevos en el 69, se siguieron trasmitiendo repeticiones que los que ahora somos treintones y quizás hasta algunos veinteañeros alcanzamos a ver.
Enrique Alonso con sus programas hizo por la imaginación de los niños de entonces cosas que los Pokemón jamás llegarán a hacer por los de ahora. Que descance en paz el inolvidable Cachirulo.
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