sábado, 30 de diciembre de 2006

La falacia de Mankiw y la política fiscal

Aunque ingenioso, el símil del salario mínimo con un impuesto a los empleadores y un subsidio a los trabajadores no calificados es falaz. Si el salario mínimo encarece artificialmente la mano de obra para el empleador, simplemente se genera desempleo. No hay impuesto, no hay subsidio. Hay un mercado laboral ajustándose al encarecimiento de uno de los factores de la producción: la mano de obra no calificada.

Un excelente amigo y brillante economista, que sabe un rato de estas cosas, me escribió, sobre el símil (comentado aquí, ver "post" inmediato anterior) que hace Greg Mankiw del salario mínimo “como si” fuese un impuesto para los empleadores de mano de obra no calificada y “como si” fuese un subsidio a esos mismos trabajadores, lo siguiente:
“Creo que es un argumento falaz. Si elevas el salario mínimo y estabas en equilibrio, al empleador le estás sencillamente encareciendo la mano de obra. No le estás cobrando un impuesto que sirve para financiar el mayor pago al trabajador. El mayor salario mínimo sale de su bolsa, el trabajador le cuesta más que antes y empleará a menos trabajadores. Si le cobraras un impuesto al empleador le encareces igual el salario, el costo de la mano de obra se va por encima de la productividad marginal de algunos trabajadores que tenía empleados y va a emplear menos trabajadores. El que le devuelvas el impuesto como subsidio a los trabajadores aumenta su ingreso pero no le disminuye el costo al empleador. Para que le disminuyera el costo al patrón y dejar la situación inalterada le tendrías que devolver el impuesto al empleador. Lo único que me parece válido en el símil de Mankiw es afirmar que un subsidio a los trabajadores, financiado con un impuesto a la nómina, relacionado con sus horas de trabajo por ejemplo, aumenta la cantidad ofrecida de mano de obra y aumenta todavía más el desempleo, por encima del desempleo que el sólo salario mínimo causa en ausencia del subsidio a los trabajadores”.
De acuerdo: Es una falacia; ingeniosa, pero falacia al fin. El punto más importante en esta pertinente refutación al símil de Mankiw sería, para mi gusto, el siguiente: Nunca le otorgues a una política tributaria otro objetivo que no sea el de recaudar los recursos necesarios para que el Estado cumpla sus funciones básicas. El objetivo de la política tributaria NO es redistribuir el ingreso o corregir a los mercados.
Nótese, por cierto, que el entusiasmo de Mankiw por los impuestos “pigouvianos” – a las externalidades negativas- nos muestra claramente de qué pie cojea este brillante profesor de Harvard.
Y nótese, desde luego, que sigue siendo cierto que cuando los salarios mínimos oficiales, para la mano de obra no calificada, sobrepasan el salario que se daría en condiciones de libre mercado y competencia, sin intervención gubernamental, se genera desempleo, como sucede –con especial dramatismo- en algunos países de la Unión Europea, como Francia.

1 Comentarios:

Blogger Ramón Mier dijo...

En México, donde una parte muy importante de la economía se realiza en la informalidad, la existencia de salarios mínimos desalienta la incorporación de trabajadores a la formalidad.

Como los empleadores en la economía informal no tienen que pagar los diversos impuestos y aportaciones patronales relacionados al empleo formal están en posiblidad de ofrecer mayores salarios líquidos que sus contrapartes de la economía formal y muchos trabajadores prefieren dichos empleos.

Una de las pocas ventajas que podía ofrecer el empleo formal y que los trabajadores apreciaban era la afiliación al IMSS, pero con la creación del SEGURO POPULAR el atractivo de dicha prestación ha disminuido.

Así, se puede trabajar vendiendo piratería y disfrutar de una seguridad social pirata también.

enero 02, 2007  

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