viernes, 8 de diciembre de 2006

Refrescos, obesidad e impuestos

Dicen que el gravamen (IEPS) de 5% a los refrescos disminuirá la demanda de ese producto en 638 millones de litros al año. ¡Magnífica noticia para la salud pública, y especialmente para la salud de los niños y los jóvenes mexicanos!


Hoy, viernes 8 de diciembre, la Asociación Nacional de Productores de Refrescos y Aguas Carbonatadas A.C., que representa los intereses de esa poderosa industria, informó a los diputados y “a la opinión pública” que de aprobarse un impuesto de cinco por ciento a los refrescos la demanda por esos productos disminuiría en 638 millones de litros. Eso significa, para quien sabe algo del devastador efecto que tiene el alto consumo de azúcar refinada sobre la salud, especialmente sobre la salud de niños y jóvenes ávidos consumidores de refrescos, que tal impuesto será una excelente medida de salud pública que deberíamos aplaudir con entusiasmo.
(Lo chistoso es que los productores de refrescos ofrecen esa y otras proyecciones sobre los efectos que causará ese gravamen en la demanda de refrescos y azúcar, ¡para oponerse al impuesto!).
México es el segundo país de la OCDE con mayor número de obesos y personas con sobrepeso, sólo superado por Estados Unidos en ese vergonzoso campeonato. Tenemos 62.3 por ciento de adultos con sobrepeso y 24.2 por ciento de adultos obesos. Como concentración urbana con mayor número de personas obesas o con sobrepeso, la Ciudad de México tiene el campeonato mundial.
Para combatir las graves enfermedades derivadas del sobrepeso y de la obesidad México ha gastado en los últimos siete años alrededor de cinco mil millones de dólares. Parece mucho más inteligente prevenir esas enfermedades, disminuyendo el consumo de azúcar, mediante un impuesto, que gastar toneladas de dinero público para paliar el mal cuando ya está hecho y los daños son probablemente irreversibles.
Los productores de refrescos advierten que son los hogares de ingresos más bajos los principales consumidores de este producto. Cierto. Lo que no se entiende es por qué proponen, entonces, seguir alentando entre los más pobres los peores hábitos alimenticios, la malnutrición y la obesidad. ¿Tienen alguna inconfesable aversión por los pobres?
El consumo diario de un refresco azucarado de 355 mililitros aumenta en 60% el riesgo de que un niño padezca obesidad.
Además, hay sólidas evidencias de daños a la salud mental provocados por el alto consumo de azúcar. Es una sustancia con efectos psicológicos adictivos: Provoca una leve y temporal euforia, seguida por estados de leve depresión. Conforme aumenta el consumo y la frecuencia de estas oscilaciones tanto la euforia como la depresión se hacen más graves.
Si damos por bueno el cálculo de los productores de refrescos acerca de la elasticidad con que reaccionará la demanda de refrescos ante un leve aumento en el precio, tenemos que exigir que ese gravamen se apruebe. Digo, si en algo nos interesa la salud de los hogares más pobres de México, y de los niños que crecen, y engordan, en esos hogares.

5 Comentarios:

Anonymous Anónimo dijo...

Parece ser un impuesto 'razonable'. Mas alto podria causar verdadera oposicion entre la poblacion adicta al azucar.
Se me ocurre que la captacion de ese impuesto se destinara a Salud Publica, en particular a camapanas educativas contra las adicciones no psicotropicas, como el azucar y la cafeina. Y en camanas de educacion en buenos habitos, como de nutricion, por ejemplo.

diciembre 08, 2006  
Blogger Ramón Mier dijo...

Como gordito consumidor de refrescos (light eso sí) y como proveedor de insumos a la industria azucarera no puedo mirar dicha medida con buenos ojos.

Pero como hijo de una madre diabética, como proveedor de la industria lechera y como padre preocupado por la salud de sus hijos no lo veo tan mal.

¿Por que no legalizar las drogas duras y ponerles un impuesto parecido?

diciembre 09, 2006  
Blogger rolva dijo...

Claro, pongámosle impuestos a todo lo que sea "insaludable". ¡Obliguemos a nuestra población a tener buenos hábitos!(Eso es algo que no podemos permitirles decidir libremente, por supuesto). ¿Qué sigue? ¿Un impuesto especial a las comidas grasosas (y baratas)?

diciembre 09, 2006  
Blogger Ricardo Medina Macías dijo...

Veo, por algunos de los comentarios, que en el artículo original debí ofrecer a los lectores más información sobre los antecedentes de este asunto, porque obviamente algunos de esos lectores los desconocen.
1. El argumento de la autoridad para proponer esa modificación tributaria NO aduce ningún motivo de salud pública. Soy yo quien he llevado la discusión y el análisis a ese terreno porque los alegatos de los productores de refrescos me parecen no sólo tramposos sino absurdos. Entendámonos: Lo ideal es que no existiesen impuestos "especiales". Punto.
2. En el mundo real en que vivimos, a falta de una reforma fiscal que estableciese un solo impuesto de tasa única y baja (bajos y parejos) al consumo - incluso desapareciendo el ISR que desalienta el trabajo y la generación de riqueza-, lo que hoy, diciembre de 2006, tenemos en el caso de los refrescos es totalmente aberrante.
3. Resulta que gracias a una "creativa" ocurrencia de nuestros legisladores en 2002 ó 2003 se estableció un IEPS (impuesto especial de producción y servicios; similar a los que tienen las bebidas alcohólicas, el tabaco y las gasolinas, entre otros) de 20% para los refrescos endulzados con fructosa. Esto fue aberrante por las siguientes razones: A. Discriminó injustamente a los productores e importadores de fructosa (un edulcorante diferente a la sacarosa o azúcar refinada, cuyos precios netos de impuestos son competitivos y hasta más baratos que los del azúcar), B. Protegió contra toda lógica a la mafia constituida por cañeros (unión de cañeros y CNC), dueños de ingenios azucareros y productores de refrescos endulzados con sacarosa (que en muchos casos, como Gemex, Pepsi, son también dueños de ingenios) y C. Premió el consumo de un eudlcorante insano (sacarosa) y castigó el consumo de un edulcorante relativamente menos dañino a la salud (fructosa). Los refrescos endulzados con sacarosa o azúcar refinada proveniente de la caña quedaron sin impuesto y los otros quedaron gravados con un IEPS exorbitante que, obviamente, los sacó del mercado. D. Violó flagrantemente todos los tratados de libre comercio firmados por México, al establecer una escandalosa barrera no-arancelaria a las importaciones de fructosa. Pero los legisladores cumplieron su misión, especialmente los del PRI - uno de cuyos pilares es la Unión de Cañeros-, y refrendaron para quién trabajan: NO para los contribuyentes, NO para los consumidores, sino para los grupos de presión y poder. (Poderes fácticos, les dicen ahora, con un nombre que no por elegante les quita lo ominoso a esas entidades).
4. Una vez que México ha perdido en todas las instancias y en todos los paneles de resolución de controversias o tribunales comerciales internacionales el sostenimiento de ese aberrante impuesto discriminatorio y anti-competencia y libertad de mercados, no tiene más remedio que desaparecer - ¡en buena hora!- ese impuesto aberrante de 20%. Lo que propone la autoridad, ahora, es "menos malo" que la situación que prevalece (y que ademés es insostenible de acuerdo a los tratados de libre comercio y a la OMC), simlemente está poniendo un impuesto de tasa mucha más baja PARA TODOS LOS REFRESCOS INDEPENDIENTEMENTE DEL EDULCORANTE QUE USEN. Esta propuesta de IEPS de cinco por ciento significa, entonces, un alivio para quienes producen bebidas endulzadas con edulcorantes diferentes a la sacarosa (en vez de un impuesto del 20% tendrán un impuesto de 5%) y una carga, que transmitirán al precio del producto, para quienes producen refrescos endulzados con sacarosa o azúcar común refinada, que ahora pagarían 5% en lugar de no estar gravados. Queda claro, entonces, que la SHCP lo que pretende es fijar un impuesto parejo con una tasa baja - similar a las tasas locales de impuesto para refrescos con sacarosa en muchos estados de la Unión Americana- lo que a todas luces es menos malo que la situación actual, porque al menos NO usa los impuestos con fines discriminatorios sino que prevalece la neutralidad fiscal entre industrias competidoras.
5. Los productores de refrescos (con sacarosa o azúcar refinada) muy hábilmente están ocultando todos estos antecedentes en sus lamentos ante la opinión pública y ofrecen un argumento que, al menos a mí, me parece escandoloso: El impuesto se debe rechazar porque disminuirá el consumo de refrescos. Más aún, como son los hogares pobres los que, relativamente, consumen más refrescos el impuesto se debe rechazar porque perjudicará a los pobres.
6. Aquí entré yo con mi impertinente opinión de que estos alegatos de los refresqueros son tan absurdos y escandolosos como si un narcotraficante publicara desplegados en los periódicos exigiendo que cese la lucha contra el narcotráfico porque el narco es una industria que genera muchos empleos y porque se corre el riesgo de que los adictos se vean privados de un bien - la droga- que aprecian mucho. (Dicho sea de paso, mi postura es que el consumo de drogas incluidas las "duras" debe legalizarse pero al mismo tiempo deben gravarse con impuestos iguales o más altos que los llamados "sin taxes" que se aplican al tabaco y al alcohol).
7. Nadie está pidiendo que se prohiba el consumo de refrescos, sólo estoy sugiriendo que en buena lógica - y a la vista de los daños a la salud que causa el consumo de refrescos excesivo, que es el caso de México, especialmente en niños y jóvenes y especialmente entre la población más pobre- no estaría mal que se grave con un impuesto (otro "sin tax" o impuesto al pecado) ese producto nocivo para la salud y que, por ejemplo, los fondos recaudados por el impuesto se destinen a sufragar parte de los cuantiosos recursos que cubrimos todos los contribuyentes para paliar las enfermedades derivadas de la obesidad y el sobre-peso, derivados a su vez (y esto es un hecho comprobado, basta con preguntarle a cualquier médico internista, a un endocrinólogo o hasta a un nutriólogo y basta consultar las estadísticas y los estudios de salud pública en México) de la ingesta excesiva de azúcar, vía refrescos endulzados con sacarosa.
8. Nótese que en el último párrafo del artículo advierto "si damos por buenas las proyecciones de los productores de refresco" de que el consumo caerá en proporciòn directa al aumento en el precio derivado del impuesto, habríamos encontrado, tal vez por pura chiripa o casualidad, un impuesto perfecto NO para fines recaudatorios sino de salud pública. Por supuesto, yo no me trago la hipótesis que proponen los productores de refrescos de una elasticidad perfecta precio-demanda en el caso de los refrescos: Uno a uno. El coeficiente de elasticidad real sólo lo podremos conocer ex-post-facto, a posteriori, después del hecho, no antes, pero estoy seguro de que no es una elsaticidad perfecta sobre todo porque el consumo de refrescos endulzados con sacarosa es adictivo. (Caso relativamente similar a la baja elsaticidad del consumo de cigarros respecto del precio castigado con impuestos).
9. Por supuesto, es mi culpa haber supuesto que todos los lectores conocían los antecedentes de este caso y entenderían el sesgo irónico de mi comentario. Pero sí estoy de acuerdo en principio en el uso de los impuestos para desincentivar el consumo de productos comporbadamente nocivos que causan externalidades negativas que todos pagamos (cinco mil millones de dólares en los últimos siete años, según cifras del Instituto de Salud Pública en el caso de los males derivados del consumo excesivo de azúcar), tales como las drogas - psicotrópicas o no, duras o blandas-, el tabaco, el alcohol, la gasolina contaminante y otros. Del mismo modo, y en simetría, estoy a favor del uso de la política tributatia para "premiar", quitándoles impuestos, conductas y consumos que está comprobado que generan externalidades positivas: combustibles no contaminantes, fructosa en lugar de sacarosa, jugos de frutas naturales en lugar de refrescos con azúcar refinada, inversiones en protección del ambiente y otras...
10. A lo mejor, a los ojos de algunos "liberales fundamentalistas" (una contradicción en los términos, porque un liberal jamás debería ser fundamentalista) esto me excluye del selecto grupo de los "liberales". Ni modo. Eso me gano por defender la libertad, empezando por la mía. Pero no deja de llamarme la atención que haya autonombrados "liberales" que arrogantemente expiden certificados de autenticidad liberal como si poseyeran de antemano, antes de estudiar los hechos, toda la verdad. Yo había creído, ingenuo, que dogma y libertad eran antitéticos. (Es un sarcasmo, por supuesto).

diciembre 09, 2006  
Blogger Unknown dijo...

ay no... que no le pongan un impuesto al refresco, ni que los refrescos tuvieran la culpa. la culpa es de quien abusa de lo que sea, en realidad, de lo que sea. pero bueno... falta que nos hagan caso.

la alimentación sana parece estár fuera del conocimiento general de las personas. no sé por qué estamos tan mal informados. los refrescos no causan obesidad.

noviembre 02, 2009  

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