domingo, 2 de septiembre de 2007

¡Ay, las tradiciones!

¿Cuánto hay que pagar para que se mueran ciertas tradiciones?

Desde que tengo uso de razón, y de eso hace muchos años, dicen que la tradición de los organilleros en la ciudad de México se está muriendo. Y no se muere. Todos los días los dichosos organilleros y organilleras se plantan en alguna calle del centro de la ciudad, le dan la vuelta a la manivela de sus armatostes y nos infligen una melodía melcochada que lo mismo puede ser el vals sobre las olas que una canción de Juan Gabriel – todo lo que tocan esos aparatos suena igual de mal-e incordian a los desprevenidos peatones pidiendo un pago "para que no muera la tradición, jefecito".

Pues, ¿cuánto hay que pagar para que se callen y se dediquen a una labor más productiva?

Esto de las tradiciones en México, que va desde la estúpida costumbre de mojar al prójimo dizque para celebrar a San Juan el bautista, hasta la incitación al vandalismo y al abuso en que suelen convertirse las piñatas, es una monserga (exposición fastidiosa y pesada) comparable casi a la de los políticos transitivos ("no es transitable la propuesta de reforma fiscal si antes no le dan más dinero a PEMEX") cuyo verbo de moda, ya se habrán percatado, es "transitar", acción que el diccionario define como "pasar de un punto a otro por vías o parajes públicos". Le dice un político a otro: "¿Ves transitable una comida en Casa Bell?"…y "transitan".

El sábado fueron los señores del PRD que cobran como legisladores quienes salvaron una gran tradición mexicana que no por relativamente reciente deja de ser menos entrañable: El intercambio pugilístico el día del informe presidencial. Como por diversas circunstancias no pudo haber gritos y sombrerazos en el recinto del Congreso, un par de diputados perredistas se enfrascaron a golpes mientras escenificaban su graciosa huida para no convalidar – dicen los amanuenses del iluminado- al Presidente de la República con su irrelevante presencia.

Ese pleito salva una tradición que, por lo visto, no se quiere dejar morir.

Originalmente iba a escribir sobre la saludable competencia que en materia de impuestos se verifica entre los cantones suizos – como ejemplo de federalismo fiscal-, pero ¿para qué hacerlo si la objeción a esos ejemplos es otra inmortal tradición mexicana? "Es que no somos Suiza". Sí, ya nos dimos cuenta.

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4 Comentarios:

Blogger La Voz Liberaltaria de Tijuana dijo...

La única cosa que México y Suiza tienen en común es una política exterior neutral.

Pero los políticos mexicanos tienen mucho en común con los monos de los organilleros.

:)

septiembre 03, 2007  
Blogger Roberto Martínez Espinosa dijo...

Este comentario ha sido eliminado por el autor.

septiembre 04, 2007  
Blogger Roberto Martínez Espinosa dijo...

Este comentario ha sido eliminado por el autor.

septiembre 04, 2007  
Blogger Roberto Martínez Espinosa dijo...

Definitivamente de acuerdo con Ricardo. Hay tradiciones, usos y costumbres cuya extinción no representa pérdida alguna. Las hay también de aquellas cuya desaparición sería benéfica a la humanidad. No porque algo sea tradicional tiene algún valor

septiembre 04, 2007  

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