lunes, 27 de agosto de 2007

Impuestos: Las dos hermanas

Entre muchos otros, un ejemplo de los falsos axiomas que propalan los expertos instantáneos: “Los impuestos indirectos son regresivos”. Cuidado, la frase necesita no sólo matizarse, sino reformularse para no faltar a la verdad.

No falla: Cada vez que se discute una reforma fiscal surgen legiones de expertos fiscales instantáneos en las tribunas políticas y en los medios de comunicación. Además de la confusión que generan en la opinión pública dejan, como saldo, un conjunto de afirmaciones tajantes – falsos axiomas acerca de los impuestos-que merecerían un análisis crítico.

Conforme uno se adentra en el fascinante mundo de los sistemas tributarios y de su historia crece la convicción de que así como no hay un sistema impositivo perfecto – que satisfaga plenamente todos los deseos de todos los actores involucrados-, tampoco hay tantos axiomas incuestionables como los expertos instantáneos (que muchas veces sólo son voceros improvisados de algunos intereses) quisieran hacernos creer.

Uno de tales falsos axiomas, que goza de injustificada reputación, es el que reza: “Los impuestos indirectos son regresivos”. Se trata de una más que imprecisa generalización que debería reformularse con más humildad intelectual, por ejemplo en los siguientes términos: “A diferencia de los impuestos directos, los indirectos tienden (ojo con el énfasis) a gravitar con mayor fuerza sobre los ingresos disponibles de las personas de menores recursos, dada la menor capacidad de ahorro de dichas personas”.

El supuesto axioma no es tal, sólo cabe como reconocimiento de una tendencia, toda vez que habrá muchos casos específicos en los que no se cumpla. Además, este sesgo relativo de los impuestos indirectos NO significa en modo alguno que sean los más pobres quienes más contribuyan; por el contrario: en números absolutos, las personas de mayores ingresos gastan más y contribuyen más.

William Gladstone (1809-1898), el célebre político liberal británico, quien fue primer ministro y secretario del Tesoro, describía con el símil de dos hermanas igualmente atractivas – para el erario- a los impuestos directos e indirectos. No ocultaba su preferencia por los impuestos indirectos, entre otras cosas por su mucho menor costo de recaudación, pero en la práctica el propio Gladstone no pudo prescindir de la otra hermana: los impuestos directos.

Supongo que no faltará algún experto instantáneo que censurará a Gladstone diciendo que la política fiscal de ese gran estadista se redujo “a afanes recaudatorios y a la sobrecarga impuesta a los que ya pagan”. Sandeces.

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