Ecología, impuestos y hormonas
¿Qué les falta a los políticos a la hora de llevar a la práctica, con medidas eficaces, su declarado amor por los ecosistemas?, ¿será un problema de hormonas?
No en vano ecología y economía tienen la misma raíz que nos remite al cuidado de la casa. En el funcionamiento de los sistemas naturales se detectan maravillosos mecanismos de asignación eficaz de los recursos. Así sucede en la ecología del crecimiento y de la reproducción del ser humano: Mediante complejas interacciones en el sistema endocrino – y gracias a una información oportuna y precisa de datos clave, como edad, talla, peso y otras condiciones del organismo- se dispara o se inhibe – según sea el caso- la capacidad reproductiva de la mujer. Siempre prevalece la función de supervivencia y por ello, por ejemplo, una mujer anoréxica pierde automáticamente la capacidad de ser fértil mientras prevalece la precariedad nutrimental.
Todo ello automáticamente, en forma natural. Sin que la persona sea conciente de lo que sucede el sistema resuelve con gran acierto el dilema y gana siempre la opción de la vida. Eso es ecología y es también economía: Asignación óptima de los recursos escasos.
Incontables políticos han encontrado una veta muy rentable en los asuntos ecológicos o “verdes”, aunque por desgracia suele tratarse en muchos casos de mera estratagema histriónica. El viernes pasado en estas páginas Gabriel Quadri denunció los graves peligros que para el ambiente representa la reciente moda política de los bio-combustibles. Es otro ejemplo de la pasmosa superficialidad – e hipocresía- detrás de muchas declaraciones de amor “verde” que nos endilgan los políticos.
Otro ejemplo dramático, y cercano, de tal hipocresía lo vemos cuando los mismos políticos que hacen encendidas exhibiciones de fe ecologista – montando en bicicleta o posando con Al Gore- huyen despavoridos apenas alguien plantea la opción eficaz de utilizar potestades locales para cobrar impuestos – locales, valga la redundancia, porque los daños al ambiente son localizados- al consumo de gasolinas y así desalentar el uso del automóvil y, sobre todo, recaudar recursos que se deberían destinar a mejorar los sistemas públicos de transporte. Apenas alguien menciona ese mecanismo para compensar externalidades negativas, a esos políticos se les acaba lo verde…y les aparece la vertiente de especuladores bursátiles: ¿Para qué cobrar impuestos locales si podemos colocar más deuda?
¿Qué será?, ¿una falla endocrina?, ¿carencia de hormonas?
No en vano ecología y economía tienen la misma raíz que nos remite al cuidado de la casa. En el funcionamiento de los sistemas naturales se detectan maravillosos mecanismos de asignación eficaz de los recursos. Así sucede en la ecología del crecimiento y de la reproducción del ser humano: Mediante complejas interacciones en el sistema endocrino – y gracias a una información oportuna y precisa de datos clave, como edad, talla, peso y otras condiciones del organismo- se dispara o se inhibe – según sea el caso- la capacidad reproductiva de la mujer. Siempre prevalece la función de supervivencia y por ello, por ejemplo, una mujer anoréxica pierde automáticamente la capacidad de ser fértil mientras prevalece la precariedad nutrimental.
Todo ello automáticamente, en forma natural. Sin que la persona sea conciente de lo que sucede el sistema resuelve con gran acierto el dilema y gana siempre la opción de la vida. Eso es ecología y es también economía: Asignación óptima de los recursos escasos.
Incontables políticos han encontrado una veta muy rentable en los asuntos ecológicos o “verdes”, aunque por desgracia suele tratarse en muchos casos de mera estratagema histriónica. El viernes pasado en estas páginas Gabriel Quadri denunció los graves peligros que para el ambiente representa la reciente moda política de los bio-combustibles. Es otro ejemplo de la pasmosa superficialidad – e hipocresía- detrás de muchas declaraciones de amor “verde” que nos endilgan los políticos.
Otro ejemplo dramático, y cercano, de tal hipocresía lo vemos cuando los mismos políticos que hacen encendidas exhibiciones de fe ecologista – montando en bicicleta o posando con Al Gore- huyen despavoridos apenas alguien plantea la opción eficaz de utilizar potestades locales para cobrar impuestos – locales, valga la redundancia, porque los daños al ambiente son localizados- al consumo de gasolinas y así desalentar el uso del automóvil y, sobre todo, recaudar recursos que se deberían destinar a mejorar los sistemas públicos de transporte. Apenas alguien menciona ese mecanismo para compensar externalidades negativas, a esos políticos se les acaba lo verde…y les aparece la vertiente de especuladores bursátiles: ¿Para qué cobrar impuestos locales si podemos colocar más deuda?
¿Qué será?, ¿una falla endocrina?, ¿carencia de hormonas?
Etiquetas: Al Gore, bicicletas, biocombustibles, ecología, economía, externalidades negativas, federalismo, impuestos, impuestos a la contaminación (carbon tax), impuestos a la gasolina, políticos
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