Los comisarios de las conciencias
Por más que quieran disfrazarse de liberales atemperados, los burócratas que maquilaron la reforma electoral al gusto de los políticos de oficio revelan de inmediato su talante controlador y su fundamentalismo autoritario.
Escribí el martes 18 de abril de 2006 lo siguiente: “Frustrado el intento de crear un ‘consejo de sabios’ que vigilase el contenido de los medios de comunicación electrónica, el partido de los conservadores mexicanos – cuya organización insignia es, por ahora, la ‘Alianza por el bien de todos’- desearía ahora hacer del Instituto Federal Electoral una entidad que censure la propaganda política y que tutele la libertad de expresión de ciudadanos y partidos, de acuerdo a las normas de corrección política dictadas por algún Supremo Consejo Conservador”.
La novedad, en diciembre de 2007, es que ya lo han logrado, al parecer, mediante la retrógrada reforma electoral que, quiérase o no, vulnera la libertad de expresión no de los empresarios, no de los dueños de los medios de comunicación electrónica o de sus dóciles empleados, sino de los ciudadanos comunes y corrientes, como usted o como yo.
Incapacitados para entender que el principio fundamental del liberalismo es que cada individuo es el único depositario de su libertad – y no, como falazmente arguyen, que tales depositarios son los partidos, las organizaciones, las iglesias, las empresas, los sindicatos o las clases sociales- y que la libertad no es donación graciosa de algún déspota benevolente o de las burocracias al servicio del Estado o de los políticos de oficio, insisten en que las graves objeciones contra esta reforma electoral son expresión de intereses mercantiles o son el pataleo de unos cuantos ricachones privilegiados. Mentira.
El lunes pasado Agustín Basave Benitez, secretario técnico de la comisión para la reforma del Estado – o como quiera que se llame ese engendro- calificó a buena parte de las objeciones a la reforma como “liberalismo fundamentalista”, un oxímoron tan descabellado como el de “revolucionario institucional”.
Se equivoca Basave al suponer que el liberalismo puede ser compatible con el afán regulador de las conciencias, reflejo condicionado de todos los conservadurismos.
Basave, candidato a diputado por la fallida “Alianza por el Bien de Todos” en 2006, se equivoca también al tratar de defender lo indefendible: La libertad de expresión en una auténtica democracia siempre es individual y nunca es negociable.
Escribí el martes 18 de abril de 2006 lo siguiente: “Frustrado el intento de crear un ‘consejo de sabios’ que vigilase el contenido de los medios de comunicación electrónica, el partido de los conservadores mexicanos – cuya organización insignia es, por ahora, la ‘Alianza por el bien de todos’- desearía ahora hacer del Instituto Federal Electoral una entidad que censure la propaganda política y que tutele la libertad de expresión de ciudadanos y partidos, de acuerdo a las normas de corrección política dictadas por algún Supremo Consejo Conservador”.
La novedad, en diciembre de 2007, es que ya lo han logrado, al parecer, mediante la retrógrada reforma electoral que, quiérase o no, vulnera la libertad de expresión no de los empresarios, no de los dueños de los medios de comunicación electrónica o de sus dóciles empleados, sino de los ciudadanos comunes y corrientes, como usted o como yo.
Incapacitados para entender que el principio fundamental del liberalismo es que cada individuo es el único depositario de su libertad – y no, como falazmente arguyen, que tales depositarios son los partidos, las organizaciones, las iglesias, las empresas, los sindicatos o las clases sociales- y que la libertad no es donación graciosa de algún déspota benevolente o de las burocracias al servicio del Estado o de los políticos de oficio, insisten en que las graves objeciones contra esta reforma electoral son expresión de intereses mercantiles o son el pataleo de unos cuantos ricachones privilegiados. Mentira.
El lunes pasado Agustín Basave Benitez, secretario técnico de la comisión para la reforma del Estado – o como quiera que se llame ese engendro- calificó a buena parte de las objeciones a la reforma como “liberalismo fundamentalista”, un oxímoron tan descabellado como el de “revolucionario institucional”.
Se equivoca Basave al suponer que el liberalismo puede ser compatible con el afán regulador de las conciencias, reflejo condicionado de todos los conservadurismos.
Basave, candidato a diputado por la fallida “Alianza por el Bien de Todos” en 2006, se equivoca también al tratar de defender lo indefendible: La libertad de expresión en una auténtica democracia siempre es individual y nunca es negociable.
Etiquetas: Agustín Basave Benitez, autoritarismo, IFE, liberalismo, libertad, libertad de expresión, reforma electoral
4 Comentarios:
Otro buen ejemplo de la mascota del autoritarismo -- un buitre con un ala izquierdo y un ala derecho.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
y la pregunta es... ¿que sigue?
¿Que van a hacer cuando los individuos busquemos "otros medios" para expresar nuestras opiniones y para advertir a otros ciudadanos de los peligros que a nuestro juicio suponga algún político?
Se estima que en México hay unos 23 millones de usuarios de internet y que para el 2008 habrá unos 27 millones... ¿cuántos usuarios de internet habrá para el 2012?
Si las cosas salen más o menos como a nuestros legisladores les gustaría, los spots de televisión van a ser tan interesantes y atractivos como "la hora nacional". ¿Donde van a buscar los electores información para comparar a los candidatos? ¿Donde expresaremos nuestras opiniones quienes tendremos cerrado el acceso a los medios?
¿También censurarán internet?
Fue Emilio Rabasa, en la transición del siglo XIX al XX, quien habló de una modalidad de dictadura a la que calificó como de la peor especie, se trata de la dictadura congresional (en La Constitución y la Dictadura). En nuestro país, pasamos de la dictadura unipersonal de Porfirio Díaz a la dictadura de partido representada por el PRI. Ahora estamos pasando a la «dictadura congresional». Los tres principales partidos que dominan el Congreso de la Unión, están sentando las bases para establecer, con cierta apariencia democrática, una dictadura del legislativo, en la cual con base acuerdos interpartidistas se puede disponer de todo, incluso de las libertades y de los derechos fundamentales de los ciudadanos. Ya empezaron con la libertad de expresión ¿Qué sigue ahora? Mientras los partidos políticos y sus representantesen el Congreso (que no los nuestros, porque nos los han quitado los partidos), no reconozcan que existen límites a lo decidible (en expresión de Ferrajoli) o un «coto vedado» en términos de Ernesto Garzón Valdés, con inspiración en Manuel Vicent, todo es posible, tendremos una dictadura tripartidista que dispondrá a su antojo de nuestros derechos (a través de reformas electorales, políticas y demás) y de nuestro patrimonio (a través de reformas fiscales como la recientemente aprobada y otras suertes por el estilo).
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