lunes, 9 de febrero de 2009

La primera alharaca electoral

Me enteré por los periódicos de la primera de las alharacas de la temporada electoral 2009. Es decir, del asunto de los anuncios electorales y electoreros que las dos cadenas de televisión abierta, en cumplimiento formalista de la ley, le endilgaron a los desprevenidos que tele-presenciaban unos partidos de futbol soccer y algún partido de futbol americano durante el fin de semana del 31 de enero y el primer día de febrero.

Jamás vi ni escuché las dichosas piezas de propaganda porque no se me ocurrió sentarme frente a la televisión para presenciar esos espectáculos. Esa indolencia – a ver si no me regaña el senador Manlio Fabio Beltrones, a quien le gusta ser el azote de los indolentes de este país – me privó no sólo de muchas emociones "deportivas", sino de ver y escuchar los mensajes electorales y electoreros que – dicen - me habrían servido como preparación emocional e intelectual para llegar a las urnas en el verano lleno de información pertinente, ideas luminosas y convicciones patrióticas, a depositar mi voto por tal o cual personaje.

Por mí las televisoras pueden programar lo que les de la gana, con los anuncios que les de la gana (o los que les mande una ley electoral hecha por una asamblea de lobotomizados) sin efecto alguno sobre mis decisiones electorales. Es posible que todavía haya personas sobre las cuales un anuncio de televisión ejerza el influjo suficiente para obligarles a comprar "X" o votar "Z". No es mi caso, ni el de la mayoría de las personas que conozco. Pero los legisladores, los políticos y los dueños de las televisoras siguen creyendo que la televisión tiene propiedades milagrosas para convencer, inducir, hipnotizar y vencer. Allá ellos.

Esta primera alharaca de la temporada electoral demuestra: 1. Que en México se gasta una barbaridad de dinero público partiendo de la presunción de que los ciudadanos somos idiotas y que así, manipulando idiotas con mensajes propagandísticos, se ganan las elecciones, 2. Que los legisladores que manufacturaron la reciente reforma electoral hicieron tan mal su trabajo que obtuvieron lo contrario de lo que decían buscar, y 3. Que los concesionarios de la televisión abierta parecen tener una patológica percepción de sí mismos como entes todopoderosos por encima del bien y del mal.

Es decir: Nada nuevo.

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jueves, 22 de mayo de 2008

A mí me daría pena…

Sigue la cosecha de despropósitos en el supuesto debate acerca del petróleo…

Cuando hace meses sugerí que la llamada reforma energética debería negociarla la subsecretaría de asuntos religiosos, para que los ánimos de los adoradores del becerro de chapopote pudiesen temperarse, hubo quien se molestó por la sugerencia (además, como si alguien me fuese a hacer caso), pero el tiempo ha mostrado que no andaba muy desencaminado.

Esta semana, entiendo, los sesudos monólogos en el Senado tocaron el sacrosanto "tema" de la constitucionalidad de las propuestas de reforma a Pemex. La semana anterior el turno fue para los "principios" y, siguiendo en la misma línea de exposición dogmática, supongo que la tercera ronda incursionará en el asunto de los diez mandamientos petroleros o en la discusión de si es pecado (anticonstitucional, pues) que Pemex tenga cuentas en instituciones bancarias ¡privadas!, o si podrán entrar al cielo de los hidrocarburos aquellos que compren o vendan gasolina en sábado.

Leí por ahí que el doctor Jorge Carpizo, que lo que sea de cada quien algo sabe de la Constitución y de la famosa constitucionalidad, se disculpó de participar en la puesta en escena pues dijo no ser experto en petróleo. Hizo bien, porque siempre es mejor evitar los reflectores a incurrir en el desdoro de ser pescado en público en flagrante ignorancia.

En cambio, el martes un doctor en derecho, que fue consejero del IFE (usted sabe, los votos son igualitos que los hidrocarburos y las actas electorales son semejantes a los estados de resultados de las empresas), Jaime Cárdenas, dijo cosas tan risibles como que sería anticonstitucional (pecado grave cuya absolución está reservada a "san Peje" en persona) que Pemex tuviese consejeros especializados cuyos patrimonios no fuesen fiscalizados por la Secretaría de la Función Pública. Curiosa versión petrolizada del ministerio sagrado: Sólo podrán celebrar los santos oficios petroleros aquellos consagrados en el altar del servicio público e inscritos en la nómina del presupuesto.

También aseguró que los Pidiregas son anticonstitucionales – como el pecado de maltratar a los animalitos - aunque estoy seguro de que no sabe explicar cómo funciona ese mecanismo de financiamiento de la inversión pública.

A mí me daría pena hacer esos papelitos, pero otros prefieren aventarse al ruedo a lidiar toros ajenos, a pesar de que confunden la muleta con el capote.

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domingo, 16 de diciembre de 2007

El asteroide 325 y el IFE

Ni siquiera les pedimos que lean "El Príncipe" de Maquiavelo, nos basta con que lean, o les lean, "El Principito" de Saint-Exupery.


El primero de los asteroides que visitó el pequeño príncipe fue el asteroide 325. Lo contó Antoine de Saint-Exupery en el décimo cápitulo. Ahí habitaba un rey.

Cito, de la traducción de Gaston Ringuelet:

Porque el rey cuidaba especialmente que su autoridad fuera respetada. No toleraba la desobediencia. Era un monarca absoluto. Pero, como era muy bueno, impartía órdenes razonables.


No sólo era un monarca absoluto sino universal, que daba órdenes a todo el cosmos.

- Y las estrellas – le pregunta el pequeño príncipe- ¿le obedecen?
Por supuesto – le dijo el rey. – Obedecen enseguida. No tolero la indisciplina.
Semejante poder maravilló al principito (…) Y como se sentía un poco triste por el recuerdo de su pequeño planeta abandonado, se atrevió a solicitar una gracia al rey:
- Quisiera ver una puesta de sol... Tenga la bondad... Ordénele al sol ocultarse...
- Si ordenara a un general volar de una flor a otra como una mariposa, o escribir una tragedia, o convertirse en ave marina, y si el general no ejecutara la orden recibida, ¿quién estaría en falta?, ¿él o yo ?
- Sería usted - dijo con firmeza el principito.
- Exacto. Debe exigirse de cada uno lo que cada uno puede dar - prosiguió el rey. - La autoridad se fundamenta en primer lugar en la razón. Si ordenas a tu pueblo que se tire al mar, hará la revolución. Yo tengo el derecho de exigir obediencia porque mis órdenes son razonables.
- ¿Y mi puesta de sol? - recordó el principito, que nunca olvidaba una pregunta una vez que la había formulado.
- Tu puesta de sol, la tendrás. Yo la exigiré. Pero esperaré, con mi ciencia de gobernante, que las condiciones sean favorables.
- ¿Cuándo será eso ? - se informó el principito.
- ¡Hem! ¡hem! – le respondió el rey, que consultó primero un gran calendario, - ¡hem! ¡hem! será a eso de... a eso de... será esta tarde a eso de las siete horas cuarenta. !Y ya verás cómo soy obedecido!


Hasta el menos avispado entiende que un "soberano" que viola a la primera oportunidad sus propios mandatos no puede pedir para sí respeto alguno. Ni siquiera el respeto que le damos al rey iluso del asteroide 325.

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miércoles, 12 de diciembre de 2007

Los comisarios de las conciencias

Por más que quieran disfrazarse de liberales atemperados, los burócratas que maquilaron la reforma electoral al gusto de los políticos de oficio revelan de inmediato su talante controlador y su fundamentalismo autoritario.

Escribí el martes 18 de abril de 2006 lo siguiente: “Frustrado el intento de crear un ‘consejo de sabios’ que vigilase el contenido de los medios de comunicación electrónica, el partido de los conservadores mexicanos – cuya organización insignia es, por ahora, la ‘Alianza por el bien de todos’- desearía ahora hacer del Instituto Federal Electoral una entidad que censure la propaganda política y que tutele la libertad de expresión de ciudadanos y partidos, de acuerdo a las normas de corrección política dictadas por algún Supremo Consejo Conservador”.

La novedad, en diciembre de 2007, es que ya lo han logrado, al parecer, mediante la retrógrada reforma electoral que, quiérase o no, vulnera la libertad de expresión no de los empresarios, no de los dueños de los medios de comunicación electrónica o de sus dóciles empleados, sino de los ciudadanos comunes y corrientes, como usted o como yo.

Incapacitados para entender que el principio fundamental del liberalismo es que cada individuo es el único depositario de su libertad – y no, como falazmente arguyen, que tales depositarios son los partidos, las organizaciones, las iglesias, las empresas, los sindicatos o las clases sociales- y que la libertad no es donación graciosa de algún déspota benevolente o de las burocracias al servicio del Estado o de los políticos de oficio, insisten en que las graves objeciones contra esta reforma electoral son expresión de intereses mercantiles o son el pataleo de unos cuantos ricachones privilegiados. Mentira.

El lunes pasado Agustín Basave Benitez, secretario técnico de la comisión para la reforma del Estado – o como quiera que se llame ese engendro- calificó a buena parte de las objeciones a la reforma como “liberalismo fundamentalista”, un oxímoron tan descabellado como el de “revolucionario institucional”.

Se equivoca Basave al suponer que el liberalismo puede ser compatible con el afán regulador de las conciencias, reflejo condicionado de todos los conservadurismos.

Basave, candidato a diputado por la fallida “Alianza por el Bien de Todos” en 2006, se equivoca también al tratar de defender lo indefendible: La libertad de expresión en una auténtica democracia siempre es individual y nunca es negociable.

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jueves, 29 de noviembre de 2007

Ugalde, demasiado tarde

Luis Carlos Ugalde se ha despedido del IFE con el discurso correcto y pertinente: Hay que salvar a la democracia en México evitando que los partidos políticos la secuestren…Demasiado tarde. En las elecciones de 2006, Ugalde convalidó arbitrariedades graves contra la libertad, al votar a favor de la censura de mensajes que decían verdades incómodas para el candidato favorito de políticos y periodistas enchufados: Andrés López Obrador.

Una de los más graves errores del IFE y de su consejero presidente en 2006 fue convalidar una inaceptable censura a la libertad de expresión, durante la campaña electoral, para complacer a un candidato histérico – Andrés López- y a su séquito de acólitos, igualmente histéricos e inmaduros.

Es probable que, a la distancia, Luis Carlos Ugalde esté arrepentido de haber votado a favor de esa censura de carácter fascista que exigieron a gritos y sombrerazos – no conocen otra forma de expresión- Andrés López y sus feligreses. El arrepentimiento, si lo hay, debe ser amargo: Ugalde nada ganó lesionando las libertades ciudadanas y la vociferante clase política a la que quiso complacer acabó, al final, echándolo de mala manera. Ni modo, los más serviles son los primeros en ser desechados cuando ya no son útiles a sus amos. (Una lección que podrían aprender, por cierto, algunos colegas en los medios electrónicos).

El miércoles, al despedirse anticipadamente del IFE, Ugalde hizo sus mejores declaraciones y habló como un verdadero defensor de los derechos y de las libertades ciudadanas, es decir: Como lo que deben ser los consejeros del IFE y, por lo visto, como ya no podrán serlo. Recordó algo esencial: La democracia no se construye con prohibiciones. Muy mal andamos cuando los encargados de diseñar las leyes electorales son tan amigos de los controles burocráticos y tan poco afectos a respetar la libertad. Bien dicho pero demasiado tarde.

Y, por cierto, ya que tanto preocupa a los autonombrados comisarios de la corrección político-electoral que se utilicen expresiones denigrantes en las campañas, tal vez me puedan explicar lo siguiente: ¿Por qué llamarle López a López es denigrante y, en cambio, motejar a otro candidato con adjetivos escatológicos, propios de quien se estancó en la fase anal del desarrollo psíquico, es sólo una “puntada chistosa” de personajes como Federico Arreola, el todavía fiel escudero de López?

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viernes, 23 de noviembre de 2007

La reforma electoral al gusto de López

La reciente "reforma electoral" apunta a dejar a los ciudadanos como meras comparsas de los arreglos que se hagan entre partidos y políticos de profesión. Debería llamarse "la reforma fascista inspirada por López".

La esencia del sistema electoral mexicano radicaba hasta ahora en que el núcleo de los comicios – la emisión y contabilidad uno a uno de los votos emitidos- estaba en manos de los ciudadanos, no del gobierno, no de los partidos políticos, no de las "familias custodias" del corporativismo mexicano.

Antes de la creación del IFE y del tribunal electoral autónomo eran los propios políticos en competencia quienes – erigidos en "colegio electoral"- decidían quién triunfaba y quién perdía, a despecho incluso de los votos contabilizados por los ciudadanos. Un gran avance democrático fue otorgar carácter definitivo al escrutinio realizado por los ciudadanos – funcionarios de casilla sin vínculos con los partidos políticos- salvo que, por impugnaciones con sustento objetivo, el IFE o el tribunal electoral autónomo considerasen el escrutinio viciado o falaz.

El dos de julio de 2006 Andrés López perdió. Así lo indicaron los resultados de la totalidad de los escrutinios realizados por los ciudadanos en todas y cada una de las casillas. Ya se sabe que López no aceptó tales resultados y demandó contar de nuevo cada voto descalificando burdamente (incluso profiriendo calumnias por las que nunca ha sido sancionado) la tarea de los ciudadanos.

Para efectos prácticos la reforma electoral que se ha aprobado recientemente vuelve a expulsar a los ciudadanos de los procesos electorales: Los ciudadanos no podremos opinar en los medios de comunicación electrónicos sobre los candidatos; los ciudadanos contaremos los votos, pero cualquier político de profesión podrá descalificar sin mayor sustento nuestro escrutinio y decretar otro en sentido contrario (basta con que convenza a sus pares) y el IFE, que alguna vez con todas sus imperfecciones fue representación profesional de los ciudadanos en los comicios, volverá a ser herramienta dócil de los partidos políticos con funcionarios permanentemente amenazados de sufrir un cese fulminante si no se avienen a los caprichos de las cúpulas políticas.

Esta reforma – que debe agradar sobremanera a López dado su talante antidemocrático y antiliberal- es claramente un retroceso hacia el fascismo. Fascista, en sentido amplio, es lo que restringe las libertades ciudadanas en beneficio de las corporaciones que se han adueñado del Estado, como es el caso hoy de los partidos políticos.

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jueves, 30 de agosto de 2007

La reforma de los incompetentes

No tiene ninguna justificación decente la supuesta reforma electoral que se pretende hacer.

Mientras la propuesta de reforma fiscal ha sido ampliamente discutida, incluso por muchos que ni siquiera pertenecen al universo de los 7 millones 637 mil mexicanos que presentamos – o estamos obligados a hacerlo- declaración de impuestos, parece inminente una reforma electoral pactada en sigilo por unos cuantos, como si fuese una celada que nos han tendido a 73 millones 76 mil cinco mexicanos que estamos en el listado nominal de electores.

No voy a caer en el mismo error de los políticos, que pretenden poseer la exorbitante capacidad de interpretar lo que deseamos los electores y después nos imponen cambios inconsultos. No, yo no sé qué piensan más de 73 millones de electores. Sé lo que opinamos unos cuantos, apenas un puñado, y sé que la pretendida reforma electoral que se ha cocinado nada tiene que ver con nuestras apreciaciones acerca de lo que hay que conservar y lo que hay que cambiar en nuestro sistema electoral.

Contamos con un magnífico sistema electoral diseñado laboriosamente a lo largo de muchos años que garantiza – hasta donde es humanamente posible- elecciones federales confiables, resultados ciertos de las mismas y pesos y contrapesos que evitan fraudes o imposiciones contrarias a la voluntad de los electores. ¡No lo toquen!

En cambio, padecemos un sistema de partidos caro, excluyente, con escasísima transparencia, que se ha convertido en mina de oro para políticos y para algunos medios de comunicación que reciben multimillonarias cantidades de dinero público para infligirnos, a los ciudadanos, propaganda inútil en busca de votos.

Este problema ni siquiera se toca con seriedad en la pretendida reforma.

Tampoco se toca el asunto de los diputados y senadores de representación proporcional que llegan al Congreso NO por nuestro voto directo, sino por voluntad de las dirigencias partidistas. Mucho menos se aborda el grave problema que representa la no reelección inmediata de los legisladores y que impide que los ciudadanos sancionemos – con el voto- su desempeño. Y ni hablar del derecho a ser votado al margen de los partidos.

Más que reforma electoral parece una majadería que avanza incontenible.

Está bien que paguemos impuestos hasta para darles alguna ocupación a los incompetentes, pero éstos, que son incapaces de ganarse la vida de otra forma que no sea la política mezquina, se pasan de la raya.

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