¿En dónde estuviste los últimos 60 días?
Para ellos el año empieza en febrero. Regresan de unas “merecidas vacaciones” que iniciaron el 14 de diciembre y de inmediato se ponen a regañar a todos los que se quedaron trabajando ¡por perder el tiempo en discusiones estériles!
Como decía una tira cómica en algunos periódicos del siglo pasado: “¡Nunca falta alguien así!”. Son esos fastidiosos personajes que, con pretexto de la Navidad y del fin de año, se recetan a sí mismos un “pequeño descanso” de seis o siete semanas y regresan, al mundanal ruido, convencidos de que tienen que corregir todas las tonterías que hicimos los que nos quedamos trabajando.
Imaginemos la escena: Don Remigio Salsipuedes, un magnate mexicano por herencia que se describe a sí mismo como “una isla de eficiencia rodeada de un mar de imbecilidades”, vuelve al trabajo en la última semana de enero y descubre, con horror, que en su ausencia nadie ha hecho lo que se tenía que hacer y, en cambio, todo mundo ha derrochado incompetencia con ocurrencias idiotas.
Supongo que es una estrategia napoleónica – “la mejor defensa, dicen, es el ataque”- y es la forma mediante la cual estos remisos doctos apartan de sí cualquier pregunta incómoda como: ¿Y en dónde andabas tú, oráculo pletórico de sabiduría, mientras nosotros hacíamos puras idioteces? Por supuesto, don Remigio andaba en un crucero por las islas griegas o estuvo recluido en un monasterio budista cerca de Nepal. I-lo-ca-li-za-ble, des-co-nec-ta-do, fuera del área de servicio.
El colmo es que estos doctos remisos suelen estar muy mal informados. Su idea de “ponerse al día” es hojear dos o tres periódicos (con lo que se forman una idea totalmente fantástica del mundo) o, peor todavía, recurren a la tía Angustias, que tiene fama de pasarse la vida pegada al televisor, y le preguntan: “¿Qué hay de nuevo, querida tía?”. Entonces llegan a la oficina alarmadísimos porque nadie ha hecho nada para enfrentar la recesión que viene o porque todo mundo está muy quitado de la pena mientras que en Pakistán estallará la violencia.
Por ahí de septiembre u octubre de 2008 se enterarán de que les subieron el predial más del cien por ciento y pondrán el grito en el cielo: “Pero ¡qué barbaridad!, ¿es que nadie va a hacer algo para evitar este atropello?”
Como decía una tira cómica en algunos periódicos del siglo pasado: “¡Nunca falta alguien así!”. Son esos fastidiosos personajes que, con pretexto de la Navidad y del fin de año, se recetan a sí mismos un “pequeño descanso” de seis o siete semanas y regresan, al mundanal ruido, convencidos de que tienen que corregir todas las tonterías que hicimos los que nos quedamos trabajando.
Imaginemos la escena: Don Remigio Salsipuedes, un magnate mexicano por herencia que se describe a sí mismo como “una isla de eficiencia rodeada de un mar de imbecilidades”, vuelve al trabajo en la última semana de enero y descubre, con horror, que en su ausencia nadie ha hecho lo que se tenía que hacer y, en cambio, todo mundo ha derrochado incompetencia con ocurrencias idiotas.
Supongo que es una estrategia napoleónica – “la mejor defensa, dicen, es el ataque”- y es la forma mediante la cual estos remisos doctos apartan de sí cualquier pregunta incómoda como: ¿Y en dónde andabas tú, oráculo pletórico de sabiduría, mientras nosotros hacíamos puras idioteces? Por supuesto, don Remigio andaba en un crucero por las islas griegas o estuvo recluido en un monasterio budista cerca de Nepal. I-lo-ca-li-za-ble, des-co-nec-ta-do, fuera del área de servicio.
El colmo es que estos doctos remisos suelen estar muy mal informados. Su idea de “ponerse al día” es hojear dos o tres periódicos (con lo que se forman una idea totalmente fantástica del mundo) o, peor todavía, recurren a la tía Angustias, que tiene fama de pasarse la vida pegada al televisor, y le preguntan: “¿Qué hay de nuevo, querida tía?”. Entonces llegan a la oficina alarmadísimos porque nadie ha hecho nada para enfrentar la recesión que viene o porque todo mundo está muy quitado de la pena mientras que en Pakistán estallará la violencia.
Por ahí de septiembre u octubre de 2008 se enterarán de que les subieron el predial más del cien por ciento y pondrán el grito en el cielo: “Pero ¡qué barbaridad!, ¿es que nadie va a hacer algo para evitar este atropello?”
Etiquetas: "tradiciones mexicanas", ficciones, impuesto predial, miedo a la recesión, Pakistán, productividad
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