miércoles, 16 de enero de 2008

La economía y el pecado original (III)

Es lógico que aquél que conoce la falibilidad humana deteste que quien proclama saber lo que no puede saber trate de imponer ese dudoso "saber" a los demás, aduciendo, además, para ese propósito, "razones" que no son racionales y con frecuencia ni siquiera razonables.



En la historia de las ideas una misma semilla puede evolucionar hacia posiciones radicalmente opuestas. ¿Cómo la idea de "pecado original" – el hombre es falible, busca su propio interés por encima del interés de los demás y tiende, aún a su pesar, a "hacer el mal que no quiere"- produjo dos ejemplares humanos tan diametralmente distintos, en lo intelectual, como el brillante, escéptico y anticlerical economista Frank H. Knight – ver el primer artículo de esta serie- y el muy clerical, fundamentalista (es decir: nada escéptico) político Mike Huckabee, ex gobernador de Arkansas, que busca ser candidato a la presidencia de Estados Unidos por el Partido Republicano?

Recordemos que la cáustica crítica de Knight a clérigos y a médicos (y, desde luego, también a varios economistas) se fundaba en que tales personajes "pretenden saber lo que no pueden saber". Por su parte, Huckabee, pastor evangélico, predicador, no tiene empacho en proclamar que su fe religiosa norma y normará su actuación como político, que la Biblia en un sentido literal "es infalible" (¿también para enseñar geografía, física o matemáticas?) y, a la postre, propone al electorado la reconstrucción de un paraíso terrenal en Estados Unidos – y tal vez en el mundo- exactamente al modo de su muy personal "fe evangélica" (con lo cual, entre otras cosas, se ponen en entredicho la separación entre Iglesia y Estado así como la tolerancia).

Ambos personajes provienen de lo que algunos llaman, en Estados Unidos, "el cinturón de la Biblia" – es decir, el amplio medio oeste de ese país caracterizado por una fuerte tradición de enseñanza bíblica-, y ambos provienen de familias profundamente religiosas. Pero hasta ahí, por supuesto, llegan las coincidencias; por no hablar de la muy importante diferencia de periodos históricos que les toco vivir a cada cual.

¿Cuál de los dos, el escéptico a ultranza o el predicador fundamentalista, se olvida del pecado original y de sus consecuencias prácticas? Mucho me temo que el segundo. La Biblia, señor Huckabee, no es un manual de políticas públicas y usted, hasta donde sabemos, no está exento de padecer la falibilidad humana.

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