Desde la "cumbre", ¿ven mejor? (15 de agosto)
Mary O' Grady, de The Wall Street Journal (WSJ), me dijo ayer que le parece incomprensible el hecho de que los habitantes de la ciudad de México o los de Tijuana sigan votando por los mismos políticos que les han dado tan pésimos resultados en materia de seguridad. Le tuve que confesar que es algo que yo tampoco entiendo.
De pronto alguien te pregunta, desde afuera, el qué, el cómo y el porqué de la creciente sensación de inseguridad respecto de nuestra integridad física; sensación que -se dice- estamos viviendo los mexicanos de la capital del país o de Tijuana o de Ciudad Juárez, o de Acapulco, o de Sinaloa, y te quedas perplejo.
Te das cuenta (fue mi caso cuando Mary O'Grady del WSJ me sometió ayer a un incisivo interrogatorio, supongo que recopilando material para su columna), de que tienes una mezcla confusa de sentimientos: indignación, hartazgo, miedo, confusión y hartazgo del hartazgo ("ya basta de decir: ya basta; hay que hacer algo, pero ¿qué?").
Si difícilmente puedes describir, sin cargar las tintas o sin trivializar, lo sucedido en las últimas semanas (el asesinato del adolescente Fernando Martí fue el último golpe de una sucesión horrenda y rompió el muro que contenía el torrente), explicar causas e indicar soluciones parece imposible.
Sin duda estamos ante un problema de precariedad institucional. Los arreglos que deberían permitir la convivencia armónica y civilizada hacen agua por todos lados. Peor aún: La misma noción de institucionalidad, derecho, ley…se nos ha vuelto una entelequia. Puro aire.
La impunidad – ese gigantesco incentivo, premio, para el crimen- está a la vista de todos, día tras día. La vemos, niños, jóvenes y adultos, a veces hasta con una sonrisa irónica o un encogimiento de hombros.
Las encuestas parecen decirnos que a la vista de un hecho atroz ponemos en el primer lugar de las exigencias que los gobiernos nos garanticen la seguridad. Pero la memoria es débil y al poco tiempo ocupa el primer lugar la situación económica en sus diferentes variantes.
Sería el colmo que, al final, los políticos se reúnan "en la cumbre" (¡faltaba más!) sólo para ver mejor, desde la cúspide, el espectáculo de cómo los simples mortales nos agobiamos hoy por la vida, mañana por la bolsa, pasado mañana por ambas.
De pronto alguien te pregunta, desde afuera, el qué, el cómo y el porqué de la creciente sensación de inseguridad respecto de nuestra integridad física; sensación que -se dice- estamos viviendo los mexicanos de la capital del país o de Tijuana o de Ciudad Juárez, o de Acapulco, o de Sinaloa, y te quedas perplejo.
Te das cuenta (fue mi caso cuando Mary O'Grady del WSJ me sometió ayer a un incisivo interrogatorio, supongo que recopilando material para su columna), de que tienes una mezcla confusa de sentimientos: indignación, hartazgo, miedo, confusión y hartazgo del hartazgo ("ya basta de decir: ya basta; hay que hacer algo, pero ¿qué?").
Si difícilmente puedes describir, sin cargar las tintas o sin trivializar, lo sucedido en las últimas semanas (el asesinato del adolescente Fernando Martí fue el último golpe de una sucesión horrenda y rompió el muro que contenía el torrente), explicar causas e indicar soluciones parece imposible.
Sin duda estamos ante un problema de precariedad institucional. Los arreglos que deberían permitir la convivencia armónica y civilizada hacen agua por todos lados. Peor aún: La misma noción de institucionalidad, derecho, ley…se nos ha vuelto una entelequia. Puro aire.
La impunidad – ese gigantesco incentivo, premio, para el crimen- está a la vista de todos, día tras día. La vemos, niños, jóvenes y adultos, a veces hasta con una sonrisa irónica o un encogimiento de hombros.
Las encuestas parecen decirnos que a la vista de un hecho atroz ponemos en el primer lugar de las exigencias que los gobiernos nos garanticen la seguridad. Pero la memoria es débil y al poco tiempo ocupa el primer lugar la situación económica en sus diferentes variantes.
Sería el colmo que, al final, los políticos se reúnan "en la cumbre" (¡faltaba más!) sólo para ver mejor, desde la cúspide, el espectáculo de cómo los simples mortales nos agobiamos hoy por la vida, mañana por la bolsa, pasado mañana por ambas.
Etiquetas: impunidad, inseguridad, México hoy
1 Comentarios:
Mary O'Grady, obviamente, no sabe muy bien de Tijuana. Tijuana ha votado panista por abrumadora desde 1989. La única vez desde eso tiempo que la mayoría de los votantes no apoyaron el PAN fue en 2003 cuando "No tiembla la mano" Jorge Hank Rhon tiró sus millones en su campaña de esperanzas y promesas falsas para el cambio y más seguridad, y los votantes que no lo creyeron desde el principio de su campaña emitieron sus votos de protesta en su favor como una forma de castigo contra el PAN por sus fallas del gobierno municipal anterior.
Sin embargo, para el 2006 la mayoría de los votantes aprendierón su lección que el PAN de B.C. es todavía el menor del dos malos.
El PRD de Baja California tiene una larga historia de conflictos internos y pocos recursos para ganar una elección mayor aquí a pesar de la alianza de los partidos más pequeños de la izquierda con él.
La narcoviolencia y los secuestros que proliferan aquí sólo pueden resolverse desde el nivel nacional por la despenalización de las drogas y penas mucho más severas para el secuestro, y los tijuanenses lo saben.
Publicar un comentario
Suscribirse a Comentarios de la entrada [Atom]
<< Página Principal