miércoles, 29 de abril de 2009

Ebrard, agente patógeno y letal

Lo más grave del Síndrome de Aturdimiento Político Incurable (SAPI) es que los sujetos enfermos se convierten en agentes patógenos que dañan severamente a todos aquellos que tienen la desgracia de caer bajo su campo de acción. Dado que las acciones de estos enfermos incurables pueden tener consecuencias letales para la sociedad parece obligado su confinamiento en espacios aislados – de preferencia herméticos y con paredes acolchadas – para evitar no sólo que contagien a otros el síndrome, sino sobre todo los efectos socialmente destructivos que se derivan de su patología.

Ante el estupor que ha ocasionado la decisión atolondrada, inconsulta e impertinente, de Marcelo Ebrard decretando el cierre inmediato de restaurantes en la capital del país, pregunté el doctor Aníbal Basurto Corcuera si estábamos ante un caso grave de SAPI. He aquí la respuesta del acreditado investigador:

- “Sin duda, Marcelo Ebrard es un caso típico, de catálogo o de libro de texto, de aturdimiento político incurable, progresivo y letal para la sociedad. Además del peligro de que sujetos como el descrito contagien a los demás me refiero a los daños que estos entes patológicos y patógenos van sembrando a su paso”.

- “Como ya expliqué, el SAPI suele cursar con Politización Obstructiva Crónica (POC), en el caso que comentamos la obsesión y la compulsión política – lo que algunos llaman “sacarle raja electoral a todo”- llega a tal grado que obstruye el funcionamiento neuronal. El cerebro de estos desgraciados parece una tormenta de sinapsis neuronales erradas y vertiginosas; como chispazos continuos y cada vez más desorientados. Esto fue documentado por H. Brunner, F. Carsberg y T. Chávez en una investigación realizada en 2003 en el Instituto Neurológico de Vilna, Lituania”.

- “En el caso del señor Ebrard todo indica que el episodio desencadenante de la obstrucción cerebral fue la percepción de que no le estaba sacando provecho político-electoral a la grave epidemia de gripe porcina (o incluso la percepción de que otros podrían habérsele adelantado), lo que se tradujo en una orden interna desquiciada en alguna región de su cerebro: 'Hay que hacer algo, lo que sea: radical, espectacular, que nadie lo haya hecho antes'. Dado que estos pacientes han perdido contacto con la realidad (en la jerga decimos que se han deschavetado, en honor al gran neurólogo oaxaqueño Teófilo Chávez) esa ocurrencia imperiosa se vuelve un disparate letal. Así se gestó, a mi juicio, esta decisión unánimemente condenada porque es manifiestamente estúpida.”

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