lunes, 20 de abril de 2009

El mal gusto de ser acreedor

A los políticos se les olvida que el universo “clientes de la banca” también incluye a los acreedores, es decir: a quienes depositamos dinero en esa instituciones. Sólo tienen ojos para los deudores, como si el dinero que se las prestó a los deudores hubiese salido de las bóvedas del odioso tío Rico McPato (Uncle Scrooge McDuck) y no de los bolsillos y ahorros de millones de anónimos depositantes.

Elizabeth Warren, presidenta del panel que nombró en noviembre pasado el Congreso estadounidense para que supervisase que los bancos usen bien los recursos públicos que hubieren recibido con motivo de la calamidad económica global que padecemos, se ha quejado de que algunos bancos estadounidenses han elevado sus comisiones y están cobrando elevadas tasas de interés en los préstamos al consumo.

Si me topase con la señora Warren, que también ha sido una profesora muy popular en varias universidades de Estados Unidos, podríamos tener un incómodo intercambio de opiniones; ella defendiendo los intereses de los deudores de los bancos; yo defendiendo los intereses de los acreedores, suplicando que no se los olvide que los acreedores no sólo somos avaros ricachones sino también trabajadores que llevan una vida frugal y que han confiado sus ahorros (diferencia entre ingresos y gastos) a los bancos.

También le preguntaría a la señora Warren si supone, acaso, que se les dio dinero público a ciertos bancos con la finalidad de que lo malgastaran y de que condujeran más rápido a esas instituciones a la quiebra.

Le preguntaría, en fin, si cree que los ahorradores-acreedores no somos también contribuyentes interesados en que los bancos regresen lo antes posible – mediante la generación de utilidades- los recursos públicos que han recibido.

Los acreedores en este mundo somos numerosísimos. Para empezar, todos los asalariados son acreedores (las empresas para las que trabajan desde el día 2 y el día 16 de cada mes ya les están debiendo dinero); todos los pensionados lo son; todo el que tiene dinero en un banco es un acreedor; todos los que trabajan por su cuenta y tienen que esperar uno, dos, tres o hasta más meses para que les paguen son acreedores.

La moneda tiene dos caras, pero los políticos ven sólo una cara de la moneda – la de los deudores- porque creen que eso les permite posar de redentores de los oprimidos. Farsantes.

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