miércoles, 22 de abril de 2009

Barack Obama sí sabe escribir

Estoy muy lejos de compartir el entusiasmo que manifiesta Barack Obama por asuntos tales como el combate al calentamiento global, el uso de los impuestos como herramienta para redistribuir el ingreso o la intervención del gobierno en la fijación de los salarios de los ejecutivos de empresas privadas, por mencionar sólo tres tópicos de la agenda del presidente de Estados Unidos que me parecen profundamente equivocados.

Obama escribe que sus puntos de vista sobre la mayoría de los temas están más de acuerdo con los editoriales que publica The New York Times que con los editoriales de The Wall Street Journal. A mí me sucede exactamente lo contrario.

Sin embargo, me parece uno de los presidentes más brillantes, inteligentes y decentes de los Estados Unidos en los últimos cien años. Su influencia benéfica en el futuro de Estados Unidos y del mundo podría ser igual o mayor a la que generó Ronald Reagan en su momento. Es, a mi juicio, mucho más coherente y claro que F.D. Roosevelt y más honesto intelectualmente de lo que fue J. F. Kennedy.

¿Por qué lo digo? Porque he leído lo que ha escrito y lo encuentro muy bien escrito. Eso, saber escribir bien o incluso ser lo suficientemente inteligente para encontrar quién le escriba bien a uno lo que uno quiere escribir, es una cualidad escasa en este mundo, no sólo entre los políticos sino en todas partes, incluido el mundo editorial. Se aprecia tan poco la capacidad de “cifrar” porque también son muy pocos los que saben “descifrar” y distinguir lo valioso de lo deleznable.

Pero no me crean; lean los dos libros de Obama – “Los sueños de mi padre” y “La audacia de la esperanza”-, relean su vibrante discurso inaugural como presidente. Comprobarán que Obama es una persona brillante, con una clara visión de cómo se ha deteriorado la política en Estados Unidos a causa de las posturas maniqueas y partidistas (maniqueísmo que con frecuencia alentamos y promovemos los medios de comunicación en todo el mundo); una persona comprometida con los mejores valores que han hecho de Estados Unidos un país de libertades, de trabajo honesto, de sólidas virtudes cívicas y de grandes realizaciones.

Por cierto: sólo un majadero como Hugo Chávez pudo tener el pésimo gusto de regalar a un buen escritor y lector, como Obama, ese viejo panfleto vomitivo, plagado de falsedades: “Las venas abiertas de América Latina”, del uruguayo Eduardo Galeano.

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