martes, 14 de abril de 2009

La impunidad de los “demasiado grandes”

Los monopolios, públicos o privados, así como las empresas que pueden ejercer un poder dominante en los mercados, generan infinidad de daños económicos. El más obvio es el detrimento en el bienestar de los consumidores mediante la apropiación de rentas que, en un ambiente de competencia, deberían corresponderles a estos últimos, no a las empresas. Pero las prácticas monopolísticas también causan muchos otros daños que con frecuencia pasan desapercibidos.

En esta ocasión me referiré sólo a uno de esos daños, a partir de un ejemplo reciente. Tal efecto es nocivo para todo el entramado económico y consiste en la cancelación, para efectos prácticos, de la regulación y de los reguladores ante el gigantismo de la empresa dominante; podría decirse (parafraseando la controvertida fórmula con la que el anterior secretario del Tesoro de Estados Unidos justificó el rescate de varias firmas gigantes), que las prácticas monopolísticas alimentan la aparición de empresas demasiado grandes para ser efectivamente reguladas.

El ejemplo reciente en México ha sido la configuración de nuevas Áreas de Servicio Local (ASL) en telefonía, una medida de regulación acordada por el órgano regulador para evitar que millones de usuarios paguen como llamadas de larga distancia las que en realidad deberían ser llamadas locales (entre áreas próximas e incluso contiguas) y para permitir que en cientos de localidades hubiese competencia entre operadores para prestar el servicio de terminación de las llamadas.

A principios de abril, conforme con el calendario de las autoridades, debieron incorporarse nuevas ASL en Baja California Sur, ciudad de México, Coahuila y Jalisco. Sin embargo, la regulación fue anulada sin empacho por la empresa dominante creando un impedimento de carácter operativo: El rechazo a modificar las series numéricas y los prefijos de marcación en esas ASL, de forma que siguen computándose como llamadas de larga distancia las que, a la fecha, deberían ser llamadas locales.

El regulador parece impotente ante estas argucias, entre otras razones porque el tamaño de la empresa dominante le otorga ganancias tan exorbitantes (la diferencia de costos, entre competencia plena y falta de competencia, es para el consumidor en este caso de alrededor de siete veces) que el costo de violar la regulación – equivalente al pago de multas- resulta muy inferior a las rentas derivadas de continuar con la práctica monopolística.

Cuando la entidad a regular parece “demasiado grande” la única respuesta racional debería ser la aplicación de una regulación extraordinaria; como escribí en el artículo de ayer: más que una regulación normal esos entes parecen necesitar una camisa de fuerza.

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3 Comentarios:

Blogger Wm Gille Moire dijo...

Camisa de fuerza. ¿Y sin juicio?

http://drybonesproject.com/blog/D05A16_2.gif

abril 14, 2009  
Blogger Ricardo Medina Macías dijo...

William: Trato de explicar de dónde surge el símil -un tanto inapropiado- de la camisa de fuerza. En un comentario anterior mencioné que el argumento de que una entidad - empresa, banco, grupo financiero- sujeta a regulaciones es "demasiado grande para dejarlo quebrar" (o caer, o desaparecer) nos conduce al absurdo de que si el tamaño de tal ente (entiéndase por tamaño: el número de empleados, el número de interconexiones con otras empresas, el carácter estratégico de las actividades de la empresa, los impuestos que paga o cualquier otro parámetro de "tamaño", como su poder económico para imponer conductas y restricciones en los medios de comunicación) llega a ser suficientemente "grande" se trasforma en un motivo justificado de impunidad ante la ley y ante la regulación. Si aceptamos esta "lógica" (absolutamente ilógica, por cierto) tenemos que GM, AIG, Citicorp, Fannie Mae o Freddie Mac en Estados Unidos están por encima de la ley. Son muy "grandotas" para dejar que se les aplique lo que se aplica al resto de las mortales: la imputabilidad o responsabilidad respecto de sus actos y omisiones ("el que la hace, la paga"), viven pues en un aberrante "estado de excepción", en el terreno abominable del "privilegio" (ley privada, diferente de la ley general, ley especial que sólo se aplica a unos pocos, en este caso a los grandotes o a las grandotas...y es la autoridad la que decide caprichosamente lo que es "too big" o lo que no es "too big" para entrar al club privado de los privilegiados) todo lo cual pone en entredicho el estado de derecho, la rule of law, la igualdad ante la ley en que se sustenta un Estado liberal.
Ahora bien, ¿qué sucede cuando la propia regulación y la misma ley han permitido que surjan estos monstruos gigantes que se presumen no imputables, como un demente o un ser sin uso de la razón no es imputable, responsable, respecto de sus actos?, sólo queda aplicarles una camisa de fuerza, aplicarles una regulación extraordinariamente restrictiva. Eso es "la camisa de fuerza". En concreto, en el caso de Telmex ( o todo lo que hay alrededor de Telmex, que es Grupo Carso o el imperio Slim), que ha llegado a ser demasiado grande (poderoso o poderosa) como para que las regulaciones ordinarias funcionen o le hagan mella, ¿qué pasaría si en vez de una multa u otra sanción monetaria "normal" cada vez que viole las regulaciones le aplicamos, le amenazamos, con una sanción que de veras le pese, por ejemplo: la cancelación definitiva de la concesión? Pues supongo que tendría al mismo cuidado escrupuloso que tenemos el resto de los mortales para NO violar leyes y regulaciones. Ésa es la camisa de fuerza. Al demente o al irracional no sirve regularlo con el alcoholímetro, hay que quitarle las llaves del coche y punto. Por cierto, el mismo comportamiento arrogante de Telmex es el mejor argumento para desaconsejar que se le permita incursionar, sin más, en el negocio de la televisión, mediante una nueva concesión. ¿Queremos que el monstruo se vuelva aún más poderoso y menos regulable? Regalémosle entonces el llamado "triple play" y que Dios nos ampare..., porque la Cofetel o la Cofeco o la SCT o el mismo Presidente no podrán hacerlo.
Saludos y gracias por la provocación para hacer un comentario más extenso y, espero, más preciso. Comentario que sin duda NO podría publicar en ningún diario mexicano, dado el exorbitante poder económico (tamaño) de Telmex para tener bajo su control a los medios de comunicación.

RMM

abril 15, 2009  
Blogger Wm Gille Moire dijo...

Gracias por la precisión. Pero veo un problema: si para meterle camisa de fuerza al monstruo-Slim necesitamos un monstruo todavía más grande: un órgano ya no regulador, sino un órgano concesionador (que da y quita concesiones, o por lo menos amenaza con quitarlas), ya no vamos a tener a Slim pero tendremos un Hugo Chávez. Eso ya no parece racional: parece irracional.

Si Slim puede saltarse la ley y el estado de derecho, ¿por qué no podría hacerlo el Estado mexicano -que finalmente es una corporación más gigasntesca y poderosa que la de Slim?

¿No será mejor -más racional- eliminar o reducir regulaciones en lugar de endurecerlas? En lugar de camisas de fuerza ¿no será mejor clausurar el manicomio y dejar libres a todos los locos? :=)

abril 15, 2009  

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