jueves, 12 de mayo de 2005

¿Estado de Derecho o derecho de picaporte?

Ricardo Medina Macías
El derecho de picaporte – del que tanto presumen algunos poderosos con buenos “enchufes” en los llamados círculos de poder- tiene efectos devastadores sobre el Estado de Derecho y sobre la democracia.
Una de las mayores lacras de las endebles democracias de varios países de América Latina es “el derecho de picaporte” que ejercen algunos grupos y personas aprovechando su cercanía a las instancias de poder, para negociar la aplicación de la ley. Es decir, para evitar la ley, para torcerla, para aprovechar sus resquicios discrecionales…
Igual de grave es que ese derecho de picaporte se ejerza empujando las puertas del poder con la manipulación de masas engañadas (recurso al populismo) que se ejerza con el sutil encanto de las componendas palaciegas, la frecuentación social o el intercambio de favores en lo secreto.
De hecho, no sólo producen –ambos extremos- los mismos resultados sino que provienen del mismo origen: Un desprecio a la igualdad jurídica que es fundamento de la democracia. La diferencia entre el caudillo que tuerce la mano de la ley recurriendo a la manipulación de las masas y el “enchufado” que logra el mismo fin recurriendo a sus “contactos” y al más o menos discreto cobro de facturas por favores pasados o futuros, es meramente escenográfica.
Esta lacra es la que convierte a lo que debería ser un mercado en libre competencia en mero mercantilismo o en corporativismo. No son las reformas liberalizadoras de los mercados las que fallan, sino que, por el contrario, tales reformas suelen convertirse en letra muerta avasalladas por el “derecho de picaporte” o por la dictadura de la popularidad.
Así, en lugar de democracia tenemos gobiernos que se mueven conforme a los espasmos de las presiones de la calle (recurso populista) y conforme a los arreglos cortesanos. El empresario se vuelve negociante de favores y presiones. El legítimo cabildeo, en lugar de llevarse a cabo a la luz del día y con argumentos racionales, se realiza en la oscuridad, comprando conciencias, traficando con influencias, amenazando o premiando, según el caso. No acuden a los congresos grupos de especialistas apertrechados con investigaciones serias y documentos para persuadir las inteligencias de los legisladores, sino auténticos comandos de choque con portafolios llenos de billetes, promesas de apoyos o amenaza de castigos futuros.
Lo mismo acontece en los palacios de gobierno y el poder ejecutivo se transforma en corte de las miserias y de los milagros. El mandatario inaugura obras o pronuncia discursos, mientras los cortesanos y cortesanas gobiernan premiando a los favoritos de la corte, protegiéndoles de las inclemencias de la ley, empujándolos con recomendaciones o intrigas.
Igual de malo para las vulnerables democracias es el gobierno de los cortesanos que el gobierno de la calle y la pancarta. Hay un abismo entre esas aberraciones y la verdadera democracia. Y ese abismo explica, en gran medida, la pobreza y los fracasos de muchos países en la crucial tarea del desarrollo.

Correo: ideasalvuelo@gmail.com

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