martes, 23 de agosto de 2005

Necesidades: Satisfacerlas, nunca premiarlas

La lógica perversa de la miseria sustentable y creciente se funda en el uso de las necesidades como algo que merece ser premiado, nunca satisfecho o resuelto.
Hay una diferencia clave entre el negociante y el empresario. El primero lucra con las necesidades – sobre todo, desde luego, con las que exhibe ostentosamente como “sus” propias necesidades-, el segundo se gana la vida satisfaciendo necesidades ajenas y cobrando – más y mejor en la medida en que sirve más y mejor – por satisfacerlas. El primero vive de sus necesidades, el segundo se ha propuesto – si lo dejan – vivir de sus capacidades.
Algo semejante puede decirse de las diferencias entre el politiquillo y el llamado (con estúpido afán despectivo) “tecnócrata”. El primero explota las necesidades propias y ajenas – si es preciso las fomenta para fortalecer su papel de redentor dadivoso que saquea los recursos y capacidades de los demás-, y el segundo explota – si lo dejan- sus propias capacidades.
Los primeros – negociantes y politiquillos – tendrán a flor de labios las frases nobles y una presunta superioridad moral que esgrimen con arrogante soberbia (“nosotros”, dirán hablando de sí mismos, “sí tenemos buenos sentimientos hacia los débiles y necesitados, no somos egoístas que buscan su propio beneficio”); los segundos –empresarios y tecnócratas- confesarán sin empacho que buscan su propio beneficio y que saben que la única manera decente de lograr su propósito es satisfacer – nunca premiar- las necesidades ajenas; en otras palabras: Servir a los demás por interés propio, sabiendo que mejor les irá – si los dejan – mientras más y mejor sirvan para la resolución de las necesidades.
La filosofía moral – por llamarle de algún modo presentable – de los primeros (negociantes y politiquillos) es la promoción de la escasez y el exterminio de la libertad como si se tratase de un peligroso delirio. Detestan la competencia porque pone en riesgo su negocio que no es otro que el de lucrar con las necesidades ajenas mediante el chantaje moral – “te regalo leche contaminada a cambio de tu voto”, “te conmino a que compres mi producto porque yo soy un productor nacional, no un odioso extranjero”, “exijo que me den subsidios porque los necesito y porque soy de casa”-, huyen como de la peste de una jerarquía fundada en el mérito y el talento porque justamente carecen de ellos.
Es la misma filosofía moral – aunque habría que llamarla, con justeza, inmoral- del hipocondríaco que convierte sus enfermedades (imaginarias o reales) en un modo de vida y de relación con el mundo, para recibir atención, cuidados, recursos que se le deben escatimar – en su lógica perversa de enfermo mental- a quienes están sanos “porque no los merecen”. Acuden presurosos al médico que les confirme en su derecho a recibir permanente atención y compasión, huyen del médico que pueda sanarles.
La filosofía moral de empresarios y tecnócratas – como les he llamado en este resumen esquemático- se funda, por el contrario, en la productividad y en la solución de las necesidades. De eso discutiremos mañana.

1 Comentarios:

Blogger Jorge Salinas dijo...

Estoy leyendo su blog a través de bloglines y me parece interesante y, desde luego, católico.
Le encomiendo en mis oraciones.

agosto 23, 2005  

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