domingo, 14 de agosto de 2005

Brasil: Catástrofes electoralmente rentables

El senado brasileño aprobó un disparatado aumento al salario mínimo de casi 50 por ciento. La pinza se cierra sobre Lula, quien deberá oponerse a esta “popular medida” al mismo tiempo que declina su popularidad por los escándalos de corrupción en su partido y en su gobierno.
Mi ejemplo favorito es cómo los políticos peronistas trabajaron para dinamitar la precaria estabilidad de la economía argentina – que estaba sustentada erróneamente en la famosa paridad uno a uno con el dólar-, empujaron la renuncia de Fernando de la Rúa, festejaron la catástrofe y la aprovecharon para retomar el poder. Hoy es un secreto a voces el fiero enfrentamiento entre Eduardo Duhalde y Néstor Kirchner – ambos peronistas y beneficiarios inmediatos de la catástrofe del 2001 -, pero eso ya sólo es muestra adicional de la repugnante condición de ciertos políticos.
Luiz Inácio Lula da Silva inició su mandato en Brasil, contra todo pronóstico, adoptando políticas fiscales y monetarias ortodoxas que alejaron el espectro de la catástrofe anunciada, pero que inevitablemente decepcionaron a la base más dura de sus apoyos políticos – los núcleos más radicales del Partido del Trabajo y, en general, esa izquierda variopinta que suele florecer en América Latina -; Lula tuvo éxito hasta que el escándalo de los millonarios sobornos, en que habrían incurrido destacados miembros de su gobierno y de su partido (el PT), le estalló en el rostro hace algunas semanas. Su popularidad cayó estrepitosamente y se calcula que si hoy fuesen los comicios no lograría reelegirse.
El jueves pasado uno de los partidos de oposición – situado, según los esquemas convencionales, a la derecha del PT y partidario aparente de políticas de libre mercado-, el Partido del Frente Liberal (PLF), logró que el senado aprobara un aumento a los salarios mínimos de 48 por ciento. A todas luces otorgar ese aumento desquiciará la de suyo precaria estabilidad de la economía brasileña, de inmediato afectará el balance fiscal y la tasa de inflación, más tarde: el riesgo- país, la tasa de cambio y, a la postre, generará mayor desempleo y miseria. Pero políticamente es una decisión altamente popular para sus promotores.
El gobierno de Lula lucha para evitar que este incremento salarial desorbitado sea aprobado por la Cámara de Diputados. Si también los diputados lo aprueban – en lugar de la propuesta gubernamental que es de un aumento de 15.4 por ciento- Lula no tendrá más remedio que vetarlo y aparecer, a los ojos de gran parte de la población (que difícilmente percibe el gran peligro que se esconde tras estos señuelos populistas) como un villano…y además corrupto.
Negocio redondo del veneno populista. Que nadie diga que para los políticos inescrupulosos provocar catástrofes, invocarlas, precipitarlas, no es rentable. Que le pregunten a Néstor Kirchner en la Argentina, cuando desde la oposición se solazaba en las tribulaciones de la economía de su país.
Habrá que ver, ahora, de qué material está hecho Lula: De encuestas de popularidad o de agallas para gobernar.

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