Advertencia contra las utopías, a 75 años
Un 14 de septiembre de 1930 más de seis millones de ciudadanos alemanes llevaron al Reichstag a más de cien diputados nazis.
No sin ironía Ferrán Gallego, profesor de historia contemporánea en la Universidad Autónoma de Barcelona, recuerda que se cumplen hoy 75 años de que el nacional populismo empezó su conquista, desde dentro, de las instituciones democráticas en Alemania y con ello inició la destrucción brutal de las mismas, en nombre de una más de las utopías que han ensangrentado la tierra y nos llenan de dolor y de vergüenza.
La ironía fue dedicada a quienes gustan de los aniversarios recordándoles, tal vez, que su memoria selectiva respecto de la historia sólo refleja la ceguera en que fundan sus delirios utópicos; hoy como ayer.
Vale la pena el ensayo de Gallego y meditar en las preocupantes similitudes entre las utopías populistas de entonces y las de hoy. Me sucedió al leer frases como la siguiente: “Tales corrientes ideológicas (habla Gallego de los populismos profundamente antiliberales) nunca convencen en momentos de serenidad, en la búsqueda de los problemas complejos donde nunca constan chivos expiatorios. Para crecer, su liturgia radical necesita de un estado de crispación en el que los hombres ya no comprenden lo que les rodea, son incapaces de analizarlo con realismo, son impotentes para plantear estrategias razonables (…) El populismo nacionalista convirtió la devaluación de la libertad individual en una seductora nostalgia por el autoritarismo; denigró la democracia como una cáscara legal sin pasión ni autenticidad”.
Leo mientras en el sustrato de la conciencia laten las escenas de nuestra propia crispación nacional; pienso en el amargo reencuentro con un antiguo compañero de trabajo, hoy asesor de un diputado del PRD que hace gala de su intolerancia. El reencuentro casual, en los pasillos de la Cámara de Diputados, derivó en desencuentro y podría haber terminado a golpes de no mediar una delicada capa de civilidad tras las frases ofensivas y los denuestos. Zanjé el asunto, fastidiado, recurriendo a la ironía: “No tengo remedio – le dije-, siempre he sido un despiadado liberal, derechoso, tecnócrata sin corazón. Por eso, cuando llegue tu utopía por favor avísame: No quiero estar aquí”.
Comprar esa utopía nacional populista no sólo es comprar la crispación que le acompaña, sino desechar de golpe, como si fuesen un envoltorio circunstancial, nociones vitales para la democracia: Libertad individual, razón, derechos individuales. Hay que sacrificar, en el altar de la utopía, la civilización misma.
Ya han empezado, sin descanso, su labor de desprestigio de las instituciones. Ejemplo: Mintieron ayer, mienten ahora y mentirán mañana sobre el IFE. Un fracasado economista, fracasado periodista y fracasado político que actúa de vocero oficioso del futuro redentor difunde la duda sobre la imparcialidad de tribunales y árbitros institucionales. Es el huevo de la serpiente. Se incuba todos los días. ¿No escuchan esos ruidos que avisan que el cascarón está a punto de romperse?
El nazismo y el AMLO/PRD, comentario de Fernando Ammerlink
Es pertinente recordar al nazismo al hablar del Amlo/PRD. El sueño de Hitler duraría mil años; la dictadura del proletariado sería otra especie de "solución final". ¿Cuánto querrá durar Amlo?Las utopías de todo cuño o geometría no mueren. Tampoco muere el ansia humana por sobrevivir. El género humano vive ante la angustia de la muerte y una coartada a la mano es la pervivencia a través de algún gran proyecto político que, ultimadamente, muestre al mundo la valía de mis planteamientos en beneficio de la humanidad. De esta utópica manera, se acuerden de mí como redentor, autor o apoyador o asesor de tanta felicidad.La utopía es inseparable del poder; no la hay sin que el utopista pretenda alcanzar el poder para ponerse encima de los mortales, inferiores: sentirse más importante, meritorio y potente que esos a quienes tanto benefició. Tiene suprema importancia en las relaciones humanas el ego que quiere ser inmortal. Y no hay utopía sin un gran ego. ¿Y dónde cabe a libertad ajena, frente a la tremenda importancia de mi ego, y la grandiosidad de mi sueño?
septiembre 17, 2005
No sin ironía Ferrán Gallego, profesor de historia contemporánea en la Universidad Autónoma de Barcelona, recuerda que se cumplen hoy 75 años de que el nacional populismo empezó su conquista, desde dentro, de las instituciones democráticas en Alemania y con ello inició la destrucción brutal de las mismas, en nombre de una más de las utopías que han ensangrentado la tierra y nos llenan de dolor y de vergüenza.
La ironía fue dedicada a quienes gustan de los aniversarios recordándoles, tal vez, que su memoria selectiva respecto de la historia sólo refleja la ceguera en que fundan sus delirios utópicos; hoy como ayer.
Vale la pena el ensayo de Gallego y meditar en las preocupantes similitudes entre las utopías populistas de entonces y las de hoy. Me sucedió al leer frases como la siguiente: “Tales corrientes ideológicas (habla Gallego de los populismos profundamente antiliberales) nunca convencen en momentos de serenidad, en la búsqueda de los problemas complejos donde nunca constan chivos expiatorios. Para crecer, su liturgia radical necesita de un estado de crispación en el que los hombres ya no comprenden lo que les rodea, son incapaces de analizarlo con realismo, son impotentes para plantear estrategias razonables (…) El populismo nacionalista convirtió la devaluación de la libertad individual en una seductora nostalgia por el autoritarismo; denigró la democracia como una cáscara legal sin pasión ni autenticidad”.
Leo mientras en el sustrato de la conciencia laten las escenas de nuestra propia crispación nacional; pienso en el amargo reencuentro con un antiguo compañero de trabajo, hoy asesor de un diputado del PRD que hace gala de su intolerancia. El reencuentro casual, en los pasillos de la Cámara de Diputados, derivó en desencuentro y podría haber terminado a golpes de no mediar una delicada capa de civilidad tras las frases ofensivas y los denuestos. Zanjé el asunto, fastidiado, recurriendo a la ironía: “No tengo remedio – le dije-, siempre he sido un despiadado liberal, derechoso, tecnócrata sin corazón. Por eso, cuando llegue tu utopía por favor avísame: No quiero estar aquí”.
Comprar esa utopía nacional populista no sólo es comprar la crispación que le acompaña, sino desechar de golpe, como si fuesen un envoltorio circunstancial, nociones vitales para la democracia: Libertad individual, razón, derechos individuales. Hay que sacrificar, en el altar de la utopía, la civilización misma.
Ya han empezado, sin descanso, su labor de desprestigio de las instituciones. Ejemplo: Mintieron ayer, mienten ahora y mentirán mañana sobre el IFE. Un fracasado economista, fracasado periodista y fracasado político que actúa de vocero oficioso del futuro redentor difunde la duda sobre la imparcialidad de tribunales y árbitros institucionales. Es el huevo de la serpiente. Se incuba todos los días. ¿No escuchan esos ruidos que avisan que el cascarón está a punto de romperse?
El nazismo y el AMLO/PRD, comentario de Fernando Ammerlink
Es pertinente recordar al nazismo al hablar del Amlo/PRD. El sueño de Hitler duraría mil años; la dictadura del proletariado sería otra especie de "solución final". ¿Cuánto querrá durar Amlo?Las utopías de todo cuño o geometría no mueren. Tampoco muere el ansia humana por sobrevivir. El género humano vive ante la angustia de la muerte y una coartada a la mano es la pervivencia a través de algún gran proyecto político que, ultimadamente, muestre al mundo la valía de mis planteamientos en beneficio de la humanidad. De esta utópica manera, se acuerden de mí como redentor, autor o apoyador o asesor de tanta felicidad.La utopía es inseparable del poder; no la hay sin que el utopista pretenda alcanzar el poder para ponerse encima de los mortales, inferiores: sentirse más importante, meritorio y potente que esos a quienes tanto benefició. Tiene suprema importancia en las relaciones humanas el ego que quiere ser inmortal. Y no hay utopía sin un gran ego. ¿Y dónde cabe a libertad ajena, frente a la tremenda importancia de mi ego, y la grandiosidad de mi sueño?
septiembre 17, 2005
1 Comentarios:
Es pertinente recordar al nazismo al hablar del Amlo/PRD. El sueño de Hitler duraría mil años; la dictadura del proletariado sería otra especie de "solución final". ¿Cuánto querrá durar Amlo?
Las utopías de todo cuño o geometría no mueren. Tampoco muere el ansia humana por sobrevivir. El género humano vive ante la angustia de la muerte y una coartada a la mano es la pervivencia a través de algún gran proyecto político que, ultimadamente, muestre al mundo la valía de mis planteamientos en beneficio de la humanidad. De esta utópica manera, se acuerden de mí como redentor, autor o apoyador o asesor de tanta felicidad.
La utopía es inseparable del poder; no la hay sin que el utopista pretenda alcanzar el poder para ponerse encima de los mortales, inferiores: sentirse más importante, meritorio y potente que esos a quienes tanto benefició. Tiene suprema importancia en las relaciones humanas el ego que quiere ser inmortal. Y no hay utopía sin un gran ego.
¿Y dónde cabe a libertad ajena, frente a la tremenda importancia de mi ego, y la grandiosidad de mi sueño?
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