domingo, 4 de septiembre de 2005

Kundera, Greenspan, libertad y conocimiento

La libertad no funciona en el vacío. Se alimenta del conocimiento intelectual y requiere de una actitud de subordinación íntegra a la verdad y nada más que a la verdad.
Se ha dado una rica discusión sobre lo que denominé “barrabasada genial” de Milan Kundera respecto de un presunto determinismo en la historia de la ciencia y de la técnica; a pesar de todo sigo pensando que Kundera se equivoca en dicho punto y que toda la historia humana – sea la del arte, sea la de la ciencia, sea la de la política- comparte lo que podríamos llamar “ley de lo imprevisible que se vuelve necesario”: Mientras no han sucedido “El Quijote”, el foco o la revolución francesa son inciertos, contingentes; una vez que se han suscitado se vuelven necesarios, inevitables, imprescindibles. Son.
Hay una importante conexión entre este debate sobre la libertad humana en la historia y algunas de las agudas reflexiones de Alan Greenspan – durante la muy reciente reunión anual del banco de la Reserva Federal de Kansas- a las que me referí justo hace una semana: El escepticismo de Greenspan respecto de la capacidad de predicción de los macro-modelos económicos y de la eficacia de medidas de política monetaria aisladas – atemperado el escepticismo por su gran confianza en la fuerzas correctivas que genera la competencia en el mercado libre- no puede sino provenir de la convicción de que la libertad humana, cuando es guiada por la inteligencia a través de una humilde subordinación a la lógica que impone lo real, es la fuente de la prosperidad.
En una parte de su primer discurso (26 de agosto) el presidente de la Reserva Federal anota: “Es importante que esos comprensibles temores (al cambio) sean resueltos a través de la educación y la capacitación y no restringiendo las fuerzas competitivas que son esenciales para elevar los estándares de vida de la mayor parte de la población”.
Ese es el gran desafío que viven las políticas públicas hoy día en todo el mundo: Evitar la tentación de sucumbir al miedo y la aversión al cambio. Y la única manera de combatir esa tentación paralizante es promover el conocimiento y la libre competencia. Confiar en la fuerza creativa de la libertad humana que sólo es auténtica cuando, gracias a la inteligencia, se subordina a lo real; no cuando lo falsifica de acuerdo a sus temores o deseos. Ese proceso de falsificación de lo real se realiza, en el ámbito de las políticas públicas, cuando dejamos que priven los sentimientos por encima de la inteligencia; la mera ambición de poder disfrazada de “sentida preocupación social”.
Hoy más que nunca vale la norma predicada por Pascal: “Esforcémonos por pensar bien”, esforcémonos en conocer, en descifrar; subordinemos nuestra voluntad a nuestra inteligencia. Actuar conforme a lo que es – aceptando la realidad y su lógica que es única, con causas y efectos-; desechemos la inmoral falacia de actuar como si la realidad fuese a la medida de nuestros temores o de nuestros deseos.

0 Comentarios:

Publicar un comentario

Suscribirse a Comentarios de la entrada [Atom]

<< Página Principal