El espejismo petrolero y sus peligros (III y final)
Los países exportadores netos de petróleo, como México, deberían aprovechar este “pico” de precios altos – tal vez el último antes del fin de la era del petróleo- para fortalecer sus finanzas públicas y promover inversiones que hagan más eficiente el uso de los recursos energéticos y que alienten nuevas fuentes de energía más baratas y limpias.
La eficiencia – otro nombre de la productividad – en el uso de la energía promueve el crecimiento económico, asegura el físico Amory B. Lovins, cofundador y presidente del Rocky Mountain Institute en Colorado (ver Scientific American del mes de septiembre ) y como muestra un botón: Entre 1977 y 1985, el Producto Interno Bruto de los Estados Unidos creció 27 por ciento mientras el uso del petróleo disminuyó 17 por ciento. Más aún: En el mismo período las importaciones de petróleo por parte de los Estados Unidos disminuyeron 50 por ciento y las provenientes del Golfo Pérsico cayeron en picada 87 por ciento.
Sumemos a la eficiencia energética – que pasa por el diseño de mejores autos, edificios, fábricas, casas y caminos- los avances en el uso de energías alternativas distintas de la energía nuclear (opción a la que por razones más de percepción política que económicas no le está apostando Estados Unidos), como la eólica y la solar (éstas dos, por cierto, funcionan con gran eficacia cuando se combinan, ya que el clima malo para la energía solar suele ser extraordinariamente bueno para la energía eólica y viceversa y están creciendo varias veces más que la economía en términos relativos), la energía a partir de biomasa y los prometedores combustibles de hidrógeno (que incrementan el rendimiento de los hidrocarburos tradicionales). Tan pronto como en 20 años, 2025, Estados Unidos podría reducir su consumo de petróleo a cotas tan bajas como las previas a 1970 y pocos años después lograr el objetivo de “an oil-free America”.
Además de los incentivos económicos para lograrlo - ¡y justamente los altos precios del petróleo hoy son uno de los más poderosos incentivos para impulsar esa destrucción creativa! – existe una muy convincente razón de estrategia geopolítica que impulsa este objetivo: Distender la política exterior en Medio Oriente y respecto del fundamentalismo islámico en la región quitando al petróleo como arma de presión para ambas partes.
A la vista de lo anterior, los países exportadores de petróleo deben sopesar los beneficios y los peligros de una temporada extraordinaria y atípica de altos precios petroleros. La estrategia inteligente – algo que han hecho Suecia y Rusia, por ejemplo – es ahorrar los excedentes destinándolos a fondos de estabilización que prevengan la temporada de “vacas flacas”.
Adicionalmente, la “bonanza” petrolera (que tiene una buena parte de espejismo) debiera servir en los países petroleros para anticipar el futuro escenario de un mundo des-petrolizado, evitando el típico error de desperdiciar recursos energéticos en tiempos de abundancia y promoviendo la inversión tanto en tecnologías que aumenten la eficiencia energética como en fuentes alternativas.
La eficiencia – otro nombre de la productividad – en el uso de la energía promueve el crecimiento económico, asegura el físico Amory B. Lovins, cofundador y presidente del Rocky Mountain Institute en Colorado (ver Scientific American del mes de septiembre ) y como muestra un botón: Entre 1977 y 1985, el Producto Interno Bruto de los Estados Unidos creció 27 por ciento mientras el uso del petróleo disminuyó 17 por ciento. Más aún: En el mismo período las importaciones de petróleo por parte de los Estados Unidos disminuyeron 50 por ciento y las provenientes del Golfo Pérsico cayeron en picada 87 por ciento.
Sumemos a la eficiencia energética – que pasa por el diseño de mejores autos, edificios, fábricas, casas y caminos- los avances en el uso de energías alternativas distintas de la energía nuclear (opción a la que por razones más de percepción política que económicas no le está apostando Estados Unidos), como la eólica y la solar (éstas dos, por cierto, funcionan con gran eficacia cuando se combinan, ya que el clima malo para la energía solar suele ser extraordinariamente bueno para la energía eólica y viceversa y están creciendo varias veces más que la economía en términos relativos), la energía a partir de biomasa y los prometedores combustibles de hidrógeno (que incrementan el rendimiento de los hidrocarburos tradicionales). Tan pronto como en 20 años, 2025, Estados Unidos podría reducir su consumo de petróleo a cotas tan bajas como las previas a 1970 y pocos años después lograr el objetivo de “an oil-free America”.
Además de los incentivos económicos para lograrlo - ¡y justamente los altos precios del petróleo hoy son uno de los más poderosos incentivos para impulsar esa destrucción creativa! – existe una muy convincente razón de estrategia geopolítica que impulsa este objetivo: Distender la política exterior en Medio Oriente y respecto del fundamentalismo islámico en la región quitando al petróleo como arma de presión para ambas partes.
A la vista de lo anterior, los países exportadores de petróleo deben sopesar los beneficios y los peligros de una temporada extraordinaria y atípica de altos precios petroleros. La estrategia inteligente – algo que han hecho Suecia y Rusia, por ejemplo – es ahorrar los excedentes destinándolos a fondos de estabilización que prevengan la temporada de “vacas flacas”.
Adicionalmente, la “bonanza” petrolera (que tiene una buena parte de espejismo) debiera servir en los países petroleros para anticipar el futuro escenario de un mundo des-petrolizado, evitando el típico error de desperdiciar recursos energéticos en tiempos de abundancia y promoviendo la inversión tanto en tecnologías que aumenten la eficiencia energética como en fuentes alternativas.
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