El tecnócrata y el político
Versión modificada de un chiste popular entre los ingenieros, traída a cuento para explicar la lógica de algunos políticos habladores.
Algún asesor parlanchín de los que rodean a los políticos en campaña le propuso a su cliente – el político – algo vistoso y costoso, pero en el fondo ineficaz para ganar las elecciones: Trasladarse a su próximo mitin proselitista en un globo aerostático. (Algo tan ineficaz y tan vistoso, por ejemplo, como recolectar $30 pesos de fondos para propaganda electoral por cada llamada telefónica que les cuesta $60 pesos a los presuntos simpatizantes quienes, además, no reciben nada a cambio).
Sucedió lo que tenía que suceder con la ocurrencia del globo aerostático: El político se extravió. Apurado logra hacer descender lo suficiente el globo para hacerse escuchar por un transeúnte que camina, absorto, por el campo.
- Oiga, ¿me puede ayudar? Tengo que llegar a una reunión que debió empezar hace media hora, pero estoy perdido, ¿me podría decir dónde estoy?
- Sí, con gusto – respondió el transeúnte – está usted a unos 30 metros de altura respecto del piso, entre los 40° y los 42° grados de latitud norte y los 58° y 60° grados de latitud oeste.
Molesto, el político le reclama a su interlocutor:
- Seguramente es usted un tecnócrata.
- En efecto, ¿cómo lo supo?
- Porque me ha dado una respuesta “técnicamente correcta” pero “prácticamente inútil” dado que sigo perdido, llegaré tarde y no sé qué hacer con su información.
- Y seguramente es usted un político.
- Sí, ¿en qué lo notó?, responde el político envanecido.
- En que no sabe dónde está, dice a dónde quiere llegar pero no sabe la ruta ni ha evaluado las alternativas o costos de oportunidad para llegar, ha hecho una promesa que no puede cumplir y espera que otro le resuelva el problema. Es más: Lo único que ha cambiado después de haberme pedido ayuda es que ahora resulta, por una razón que no alcanzó a comprender, ¡que yo tengo la culpa!
Hasta aquí el chiste, que originalmente no se refiere a políticos y tecnócratas, sino a jefes e ingenieros, pero que – como se ve – se aplica puntualmente a los interminables desencuentros entre los políticos y los técnicos que les reclaman a los primeros precisión y honestidad intelectual.
Es muy lucidor para un político decir que bajándole el sueldo a los altos funcionarios va a financiar la realización de promesas que cuestan cientos de miles de millones de pesos; cuando el técnico le hace notar que sus cálculos no cuadran (entre otras cosas porque ni siquiera sumando la totalidad de los sueldos de todos los funcionarios directivos del gobierno y sus prestaciones se financiaría el cinco por ciento de lo que el político ha prometido), el político se enfada y se dará la maña para, en el futuro, culpar a los tecnócratas por el incumplimiento de las promesas que él y sólo él, el político, hizo sin sustento.
Algún asesor parlanchín de los que rodean a los políticos en campaña le propuso a su cliente – el político – algo vistoso y costoso, pero en el fondo ineficaz para ganar las elecciones: Trasladarse a su próximo mitin proselitista en un globo aerostático. (Algo tan ineficaz y tan vistoso, por ejemplo, como recolectar $30 pesos de fondos para propaganda electoral por cada llamada telefónica que les cuesta $60 pesos a los presuntos simpatizantes quienes, además, no reciben nada a cambio).
Sucedió lo que tenía que suceder con la ocurrencia del globo aerostático: El político se extravió. Apurado logra hacer descender lo suficiente el globo para hacerse escuchar por un transeúnte que camina, absorto, por el campo.
- Oiga, ¿me puede ayudar? Tengo que llegar a una reunión que debió empezar hace media hora, pero estoy perdido, ¿me podría decir dónde estoy?
- Sí, con gusto – respondió el transeúnte – está usted a unos 30 metros de altura respecto del piso, entre los 40° y los 42° grados de latitud norte y los 58° y 60° grados de latitud oeste.
Molesto, el político le reclama a su interlocutor:
- Seguramente es usted un tecnócrata.
- En efecto, ¿cómo lo supo?
- Porque me ha dado una respuesta “técnicamente correcta” pero “prácticamente inútil” dado que sigo perdido, llegaré tarde y no sé qué hacer con su información.
- Y seguramente es usted un político.
- Sí, ¿en qué lo notó?, responde el político envanecido.
- En que no sabe dónde está, dice a dónde quiere llegar pero no sabe la ruta ni ha evaluado las alternativas o costos de oportunidad para llegar, ha hecho una promesa que no puede cumplir y espera que otro le resuelva el problema. Es más: Lo único que ha cambiado después de haberme pedido ayuda es que ahora resulta, por una razón que no alcanzó a comprender, ¡que yo tengo la culpa!
Hasta aquí el chiste, que originalmente no se refiere a políticos y tecnócratas, sino a jefes e ingenieros, pero que – como se ve – se aplica puntualmente a los interminables desencuentros entre los políticos y los técnicos que les reclaman a los primeros precisión y honestidad intelectual.
Es muy lucidor para un político decir que bajándole el sueldo a los altos funcionarios va a financiar la realización de promesas que cuestan cientos de miles de millones de pesos; cuando el técnico le hace notar que sus cálculos no cuadran (entre otras cosas porque ni siquiera sumando la totalidad de los sueldos de todos los funcionarios directivos del gobierno y sus prestaciones se financiaría el cinco por ciento de lo que el político ha prometido), el político se enfada y se dará la maña para, en el futuro, culpar a los tecnócratas por el incumplimiento de las promesas que él y sólo él, el político, hizo sin sustento.
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