jueves, 6 de octubre de 2005

Lecciones de “un país estrella”

Lección uno: El afán de reformas para mejorar la productividad de una economía nunca debe darse por concluido. Lección dos: Los últimos dos años gozamos de condiciones internacionales excepcionalmente favorables; tales condiciones no son permanentes. Lección tres: En el debate electoral no se ha hablado en serio.

Un destacado economista escribió el pasado 20 de septiembre describiendo la situación económica del país:
“La conjunción virtuosa de disciplina macroeconómica y bonanza internacional ha obrado maravillas en los últimos dos años”.

Esa situación excepcional – precios elevados en los mercados internacionales para la principal materia prima que exporta el país-, no será permanente. Por lo tanto, hay que evitar la tentación de
“las cuentas alegres”,
redoblar la disciplina presupuestal –entre otras cosas- porque
“la voracidad fiscal es insaciable en tiempos electorales”.
Días después, el 3 de octubre, el mismo economista escribió:
“Nuestras políticas públicas no se han enfocado al crecimiento como meta prioritaria, a crear las condiciones para el despegue de la innovación empresarial”.
Y lanzaba una crítica a fondo:
“Cabría esperar que la temporada electoral que vivimos se dedicara a un debate constructivo acerca de las propuestas de las distintas candidaturas para cerrar la preocupante brecha entre las luminosas expectativas que despierta el país (…) y la discreta realidad que apreciamos (…). Pero no hay ánimo de hablar en serio.”

¿De qué país escribió el economista Juan Andrés Fontaine? Del suyo. De Chile. Pero cada una de sus agudas observaciones puede aplicarse, casi a la letra, a México.
Al igual que Chile disfrutamos en estos dos últimos años de una situación de bonanza en los mercados internacionales (combinación de altos precios del cobre, para Chile, y del petróleo, para México, con bajas tasas de interés en los mercados internacionales), esa situación bonancible fue mejor aprovechada en ambos países gracias a una política fiscal responsable.
Segundo, al igual que Chile debemos prever que el entorno favorable no durará eternamente por lo que es irresponsable hacer “cuentas alegres” de acuerdo al espejismo de los abundantes ingresos fiscales.
Tercero, al igual que Chile NO estamos creciendo de acuerdo a nuestro potencial, ni siquiera ante un entorno internacional favorable. Urge discutir y poner en marcha políticas públicas (reformas) que generen las condiciones para el despegue de la innovación como fuente de un mayor crecimiento. El afán de reformas que incrementen la productividad debe ser permanente.
Hasta aquí las semejanzas. A diferencia de Chile, México no es “un país estrella” en los rankings internacionales. Nuestras reformas pendientes en varios casos son asignaturas que ya aprobó Chile; por ejemplo, Chile cuenta con una regla fiscal que obliga a que el gobierno ahorre en los períodos de bonanza. Por ello, tienen un superávit fiscal equivalente a 3.4% del PIB.
Si Chile necesita ponerse las pilas para no perder la carrera global por la productividad, México requiere carga doble o triple de energía reformista y responsabilidad fiscal…, aunque sea para alcanzar a Chile.

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