miércoles, 9 de agosto de 2006

La política de los palurdos

Uno de los muchos problemas de los movimientos mesiánicos es que la vulgaridad y la estrechez de miras del mesías es norma de conducta para los fervientes vasallos y seguidores. Tal es el caso de Marcelo Ebrad.




En el terreno intelectual todavía hay clases, por fortuna. La execrable frase de un palurdo, como Marcelo Ebrad, diciendo que quienes no piensan como su caudillo en turno deberían abrir los ojos y cerrar la cartera, es emblemática del nuevo orden de convivencia que trata de imponer el mismo mesías atribulado: Muera la inteligencia. Es el abismo que separa, por ejemplo, el uso de la ironía, como guiño del intelecto, del abuso de la ocurrencia como santo y seña de la nueva cofradía de los patanes.

Y es, también, toda una cosmovisión, de lo que en realidad nos ofrece el paraíso prometido por el mesías atribulado: Igualación hacia lo más bajo y ruin. Compitamos, ante la mirada complaciente del tiranuelo, por el insulto más degradante, por la ingeniosidad más vulgar, por la frase que más corrompa el lenguaje y la gracejada que más carcajadas soeces arranque al populacho.

Todo indica que en el precario universo mental de Ebrad así funciona la realidad: Los seres humanos intercambian palabras por pesos y centavos, los ciudadanos no son tales porque no tienen principios ni convicciones, tienen carteras más o menos llenas, más o menos vacías.

El domingo pasado, después de pasar lista en los campamentos que engalanan el riñón de la patria – ese céntrico lugar donde se procesa y produce la mayor cantidad de desechos orgánicos y morales por metro cuadrado- el palurdo de marras acudió, posando para la historia, al restaurante de postín en que lo esperaba su nueva esposa. Supongo que habrá abierto varias veces la cartera para sufragar las exquisiteces elegidas del menú. Toda una parábola del nuevo orden prometido por el mesías atribulado y perplejo por la derrota.

¿Un prodigioso hombre de dos mundos que, sin solución de continuidad, pasa del tugurio miserable fabricado por la politiquería al esmerado ámbito de la buena comida, la buena bebida, la música precisa en el tono y el volumen justos? Pamplinas. Sólo pasó de la basura física a la basura moral.

Que una inmensa mayoría de los electores en la Ciudad de México hayan elegido a tal personaje deleznable como su próximo gobernante es aterrador.

El sujeto ni siquiera puede escudarse en una infancia de privaciones para excusar sus desplantes de matoncito. Tampoco puede alegar que viene de los pantanos tropicales, como su caudillo en turno, o que emergió de ese espectral "México profundo" que se usa para espantar a la burguesía y a la gente decente. No, es un niñito bien devenido en adulto miserable y repugnante.

Basura, en fin, que hay que poner en su lugar.

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