lunes, 1 de enero de 2007

Una reflexión para el 2007

Rescato del archivo este artículo que escribí hace cuatro o cinco años, con motivo de la Navidad y del fin de año.
Se habrá de excusar la vanidad, pero este texto - releído por casualidad- no está tan mal. Y, más importante que eso, podría ser hasta provechoso en este comienzo de año. Ahí va:
Un día, el mejor maestro que he tenido, Miguel Manzur Kuri, dictaba su clase –en la cual los alumnos al escuchar lo que en realidad hacíamos era compartir una sorprendente navegación por el río de las meditaciones del propio Manzur- cuando la nave virando de rumbo cambió de especie: Desde Heidegger, si mal no recuerdo, llegamos al Evangelio y de ahí al hallazgo de una maravillosa advertencia ("quien quiera salvar su vida, la perderá") que Manzur con los ojitos entrecerrados y su eterno "Delicados" sin filtro en la mano derecha diseccionó en nuestro beneficio moral.
Casi nunca sucedía. Casi nunca Manzur se aventuraba, en las clases de filosofía, por los caminos de la advertencia moral. En medio de su imprevisible navegación diaria se mantenía riguroso en el terreno propiamente filosófico, sin moralizar. Ese día sucedió. Manzur, dicho lo que tenía que decir, abrió los ojos, dio una chupada al cigarro que se consumía olvidado entre el dedo índice y el cordial y se excusó como quien se ha dejado llevar por el río en lugar de controlar la nave: "Perdonen, muchachos, en mis tiempos estas cosas, como la que acabo de decir, las decían los jesuitas, pero como ahora ya los jesuitas no hablan de ello alguien tenía que decírselos". Hasta ahí el desliz de Manzur y volvimos a Heidegger.
Valga esta excusa también para mí en esta ocasión. Alguien tendrá que hacerlo, hablar de estas cosas, ahora que los obispos gustan de perorar sobre salarios mínimos, aventuran hipótesis sobre asesinatos misteriosos y predican no la salvación del alma sino la versión recalentada del periódico de ayer.
Ayer hablé de la Navidad y se me escapó, ¡vaya paradoja!, la fuga del tiempo que era el segundo asunto prometido en el título. Antes de que el tiempo se nos vuelva a escapar, digo dos cosas: Una. Que la Navidad es una noticia tremenda porque, de ser cierta y creo que lo es, significa que la eternidad se instaló en un alarde en medio del tiempo fugaz.
Segunda cosa a decir sobre el tiempo fugaz: Recuerdo las líneas, pero no puedo recordar al autor: "Como la hierba somos/ fulgor de un de sol abril/ resplandor que se aleja…" Líneas que son la enésima versión sobre la caducidad que nos agobia (y de la cual nos vino a rescatar el niño en el pesebre) y que ya el pagano Horacio había formulado: "Dum loquimur, fugerit invida aetas: Carpe diem, quam minimum credula postero". O dicho en español: "Mientras hablamos, huye el envidioso tiempo: Aprovecha el día, no confíes lo más mínimo en el mañana".
Si uno cita en latín la famosa sentencia (Carpe diem o cuida el día) y despierta sospechas, siempre queda la opción de minimizar el plomazo de la cita clásica diciendo que "Carpe diem" es el nombre de un bar de mala muerte que queda en el camino a casa saliendo de la oficina.

2 Comentarios:

Blogger J.S. Zolliker dijo...

Jajajajjaja!
Entonces, debemos de ser vecinos de oficina, jajajja. Un abrazo!

enero 02, 2007  
Anonymous Anónimo dijo...

Este comentario ha sido eliminado por el autor.

junio 10, 2008  

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