El etanol y la sed
Señores conservacionistas: ¿Ya se dieron cuenta de que el furor por los biocombustibles propicia un brutal desperdicio del agua?
El jueves pasado la Cámara de Diputados, en México, aprobó la Ley de Promoción y Desarrollo de los Bioenergéticos. De inmediato han surgido opiniones apresuradas a favor y en contra.
La verdad: sin una reforma energética radical y sin modificaciones serias, por ejemplo, al aberrante marco jurídico de la industria de la caña de azúcar – que es un monumento a la improductividad- las previsiones de que México podría convertirse en un productor de bioetanol son una vacilada.
El rompecabezas de los biocombustibles es muy complicado. El subsidio al etanol producido a partir de maíz en Estados Unidos – hoy día de 52 centavos por galón-, sumado a los ordenamientos locales en varios estados de la Unión Americana para sustituir el Metil Terciario Butil Eter, MTBE, por etanol en las gasolinas, han generado un incremento dramático de los precios del maíz en el mundo; esto, desde luego, hace felices a los cultivadores y a ciertos intermediarios, como la poderosa empresa Archers Daniels Midland (ADM), pero hay serias dudas de que este camino sea sensato y eficaz para proteger el ambiente.
Un ejemplo: El 8 de febrero pasado el columnista Andy Mukherjee, de Bloomberg, advertía que si el agua tuviese una cotización en los mercados internacionales el entusiasmo por los biocombustibles se esfumaría. Los millones de toneladas de agua que se usan para cultivar una tonelada de maíz, sumados a los millones de toneladas de agua utilizados para transformar al maíz (o a la caña de azúcar) en etanol han encendido todas las alarmas en el gobierno en China, país que es hoy el tercer productor mundial de bioetanol, dado que ya son más de 400 las ciudades chinas en las que el agua escasea gravemente.
Esto sólo es un ángulo del asunto de los biocombustibles, pero toca el corazón de otro grave problema mundial: el agua. Mientras falazmente sigamos pensando que el agua es tan valiosa que no debe tener precio, estaremos pavimentando el camino para su agotamiento. Si no queremos que se acabe pongámosle su precio real.
¿Ya hicieron estas cuentas esos “conservacionistas” que promueven, con más entusiasmo que análisis, los biocombustibles?
El jueves pasado la Cámara de Diputados, en México, aprobó la Ley de Promoción y Desarrollo de los Bioenergéticos. De inmediato han surgido opiniones apresuradas a favor y en contra.
La verdad: sin una reforma energética radical y sin modificaciones serias, por ejemplo, al aberrante marco jurídico de la industria de la caña de azúcar – que es un monumento a la improductividad- las previsiones de que México podría convertirse en un productor de bioetanol son una vacilada.
El rompecabezas de los biocombustibles es muy complicado. El subsidio al etanol producido a partir de maíz en Estados Unidos – hoy día de 52 centavos por galón-, sumado a los ordenamientos locales en varios estados de la Unión Americana para sustituir el Metil Terciario Butil Eter, MTBE, por etanol en las gasolinas, han generado un incremento dramático de los precios del maíz en el mundo; esto, desde luego, hace felices a los cultivadores y a ciertos intermediarios, como la poderosa empresa Archers Daniels Midland (ADM), pero hay serias dudas de que este camino sea sensato y eficaz para proteger el ambiente.
Un ejemplo: El 8 de febrero pasado el columnista Andy Mukherjee, de Bloomberg, advertía que si el agua tuviese una cotización en los mercados internacionales el entusiasmo por los biocombustibles se esfumaría. Los millones de toneladas de agua que se usan para cultivar una tonelada de maíz, sumados a los millones de toneladas de agua utilizados para transformar al maíz (o a la caña de azúcar) en etanol han encendido todas las alarmas en el gobierno en China, país que es hoy el tercer productor mundial de bioetanol, dado que ya son más de 400 las ciudades chinas en las que el agua escasea gravemente.
Esto sólo es un ángulo del asunto de los biocombustibles, pero toca el corazón de otro grave problema mundial: el agua. Mientras falazmente sigamos pensando que el agua es tan valiosa que no debe tener precio, estaremos pavimentando el camino para su agotamiento. Si no queremos que se acabe pongámosle su precio real.
¿Ya hicieron estas cuentas esos “conservacionistas” que promueven, con más entusiasmo que análisis, los biocombustibles?
Etiquetas: ADM, agricultura, agua, azúcar, biocombustibles, ecología, energía, maíz
1 Comentarios:
Tampoco creo que se hayan puesto a pensar en los cientos de miles de litros de plaguicidas y las miles de toneladas de fertilizantes que se deben utilizar para producir dichos cultivos, en los residuos que de éstos quedarán en suelo y en el agua o la gigantesca cantidad de envases vacíos con los que habrá que lidiar.
Tampoco creo que hayan tomado en cuenta la cantidad de energía que se necesita para mover la maquinaria de siembra, cultivo y cosecha o para mover el maíz o la caña hasta el lugar donde serán procesados y para llevar el producto final hasta los centros de consumo (no hay cañoductos y maizoductos que yo sepa).
En fin, que como suele suceder con el medio ambiente y demás cosas a las que "no se puede poner precio" se terminará por atender a los sentimientos antes que a la razón.
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