¿Por qué damos las gracias al comprar y vender?
Por supuesto que damos las gracias por elemental educación, pero también porque sinceramente – cuando estamos en un mercado libre con varios competidores- agradecemos un intercambio en el que hemos ganado.
La escena es cotidiana: Llega un cliente a una cafetería pide un café de tal o cual tamaño y con tales o cuales características, recibe su café, paga y da las gracias al dependiente, quien, a su vez, también da las gracias al cliente al recibir el dinero.
No sólo es cortesía, el cliente está satisfecho de deshacerse de una parte de su dinero a cambio de obtener un café, y el dependiente – o el dueño- del establecimiento también está agradecido de recibir dinero a cambio de deshacerse de una porción de sus existencias de café. Los dos, comprador y vendedor, agradecen porque perciben una ganancia en el intercambio.
Esta observación, que sólo es en apariencia trivial, la hizo hace algunas semanas uno de los autores del muy recomendable blog “Café Hayek” y desde entonces ha estado dando vueltas en mi cabeza confirmándome lo maravilloso que resulta el libre comercio como un juego cotidiano de ganar-ganar.
Los beneficios del comercio libre los disfrutamos todos, aun aquellos que juran que en este mundo sólo hay ejercicios y juegos de “suma cero”, en los que alguien sólo puede ganar a costa de hacer perder a otro. Psicológicamente, esa incapacidad para entender que hay diversidad de preferencias – mientras yo prefiero el café, el señor de la cafetería prefiere el dinero- y que eso es lo que permite intercambios provechosos, hace a ese tipo de personas amargadas y poco agradecidas.
Sería terrible que permitiésemos que un déspota benevolente decidiese quién debe ganar y quién debe perder en un intercambio. Pero eso – la intervención del déspota benevolente en nuestras vidas así sea en forma velada- es lo que sucede cuando nos enfrentamos a un monopolio o a un oligopolio o a un control de precios.
Por eso los mexicanos jamás recibiremos una cartita de fin de año de parte de PEMEX diciéndonos: “¡Gracias por su preferencia!”.
¿Gracias por mi preferencia?, ¿cuál preferencia, si no me han dejado elegir? No, en ese caso no hay nada qué agradecer y sí hay mucho que lamentar.
La escena es cotidiana: Llega un cliente a una cafetería pide un café de tal o cual tamaño y con tales o cuales características, recibe su café, paga y da las gracias al dependiente, quien, a su vez, también da las gracias al cliente al recibir el dinero.
No sólo es cortesía, el cliente está satisfecho de deshacerse de una parte de su dinero a cambio de obtener un café, y el dependiente – o el dueño- del establecimiento también está agradecido de recibir dinero a cambio de deshacerse de una porción de sus existencias de café. Los dos, comprador y vendedor, agradecen porque perciben una ganancia en el intercambio.
Esta observación, que sólo es en apariencia trivial, la hizo hace algunas semanas uno de los autores del muy recomendable blog “Café Hayek” y desde entonces ha estado dando vueltas en mi cabeza confirmándome lo maravilloso que resulta el libre comercio como un juego cotidiano de ganar-ganar.
Los beneficios del comercio libre los disfrutamos todos, aun aquellos que juran que en este mundo sólo hay ejercicios y juegos de “suma cero”, en los que alguien sólo puede ganar a costa de hacer perder a otro. Psicológicamente, esa incapacidad para entender que hay diversidad de preferencias – mientras yo prefiero el café, el señor de la cafetería prefiere el dinero- y que eso es lo que permite intercambios provechosos, hace a ese tipo de personas amargadas y poco agradecidas.
Sería terrible que permitiésemos que un déspota benevolente decidiese quién debe ganar y quién debe perder en un intercambio. Pero eso – la intervención del déspota benevolente en nuestras vidas así sea en forma velada- es lo que sucede cuando nos enfrentamos a un monopolio o a un oligopolio o a un control de precios.
Por eso los mexicanos jamás recibiremos una cartita de fin de año de parte de PEMEX diciéndonos: “¡Gracias por su preferencia!”.
¿Gracias por mi preferencia?, ¿cuál preferencia, si no me han dejado elegir? No, en ese caso no hay nada qué agradecer y sí hay mucho que lamentar.
Etiquetas: "suma cero", café, control de precios, libre comercio, monopolios estatales, Pemex, prácticas monopolísticas, vender y comprar
1 Comentarios:
En cambio, en las estaciones de servicio de Pemex es posible que si te den las gracias.
Es posible que además de darte las gracias te regalen boletos para la rifa de un auto si llenas el tanque o un calendario a fin de año si eres un cliente frecuente.
¿Acaso son más corteses y generosos los dueños de esas estaciones? Lo dudo, pero tienen competencia, mucha más que la que tenían hace 20 años cuando tener una estación de servicio de Pemex era privilegio de unos cuantos favorecidos por el gobernante en turno.
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