domingo, 23 de septiembre de 2007

Las tres restricciones para crecer

Considerando las tres grandes restricciones que padecemos para crecer, lo sorprendente no es que la economía mexicana no haya crecido a tasas sostenidas de más de 5 por ciento anual, sino que hayamos podido más o menos crecer, sin el sobresalto de nuevas crisis, los últimos doce años.


Los fundamentos de la economía mexicana – básicamente, finanzas públicas sanas y estabilidad monetaria- han sido sólidos desde 1996 y desde entonces han mejorado consistentemente. A la vista de esa realidad uno se pregunta por qué, entonces, México no crece a tasas anuales sostenidas de 5% real o mayores.

Nuestra primera gran restricción para crecer radica en la precariedad de nuestro estado de derecho. La vigencia del estado de derecho es mucho más que el cumplimiento más o menos constante de la ley. El estado de derecho consiste en contar con un diseño constitucional orientado radicalmente a garantizar los derechos y las libertades individuales, mediante una división de poderes eficaz. Consiste también en que cada ciudadano cuente con la plena certeza de que sus derechos de propiedad serán invariablemente respetados y de que el Estado garatizará siempre el cumplimiento cabal de los contratos.

La segunda gran restricción que padecemos para crecer es la ausencia de libre competencia en mercados estratégicos para el desarrollo.

Y la tercera gran restricción radica en que estuvimos demasiado ocupados arreglando el desastre fiscal que nos heredaron los gobiernos de LEA y JLP en el siglo pasado, lo que nos impidió tener recursos y tiempo para invertir en lo importante: Infraestructura para el desarrollo. En dos vertientes: Infraestructura básica para superar las condiciones de pobreza e infraestructura de calidad para competir en los mercados globales. Este terrible rezago en la inversión en infraestructura es una tarea que los gobiernos – en sus tres órdenes – nos han quedado a deber. Para colmo, nuestra presunta “riqueza petrolera” ha servido de paliativo para eludir las reformas indispensables para contar con una fuente sana, estable y sostenible de recursos fiscales para invertir en infraestructura.

Bien que mal, la reciente reforma fiscal – que es el primer paso de un ciclo de reformas fiscales que México necesita- apunta a generar recursos para destrabar esta tercera restricción. La única justificación para pedir más recursos a la sociedad es para que los gobiernos los inviertan en infraestructura, con estrictos criterios de productividad y no de lucimiento efímero de politiquillos.

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