Consecuencias políticas de una reforma
La reforma fiscal aprobada el viernes aporta un gran capital político al gobierno federal; no sólo se rompió el tabú de que las reformas resultan inviables con un Congreso sin mayoría absoluta, sino que en el proceso se fortaleció una alianza que habrá de resultar clave para el futuro entre el Presidente y los gobernadores.
La reforma fiscal aprobada el viernes fue un gran logro para el gobierno del Presidente Felipe Calderón, del que salió con un capital político mucho mayor al invertido en el proceso.
Trataré de resumir las razones que en lo personal – subrayo: en lo personal- me permiten afirmar lo anterior:
1. La reforma salió, al final de un proceso intenso de casi tres meses, en términos muy semejantes a los originales: El impuesto a tasa única para las empresas, como gravamen de control, sobrevivió; se fortaleció el federalismo fiscal con nuevas fórmulas de reparto, con nuevos mecanismos para la rendición de cuentas y con más recursos para las entidades federativas y los municipios; se introdujeron, sin que se hiciera mayor ruido, propuestas efectivas para mejorar la calidad del gasto y vincularlo a resultados verificables para la sociedad y, no menos importante, se avanzó en la mejoría de la administración tributaria, al tiempo que el gobierno federal quedó comprometido a incrementar la eficacia recaudatoria por el camino correcto: la simplificación.
2. A diferencia de la controvertida reforma electoral, la fiscal fue ampliamente discutida y nadie puede, sin faltar a la verdad, decirse sorprendido por ella. Esto significa que sí contamos, como país, con el andamiaje institucional y con la capacidad negociadora para lograr acuerdos.
3. Un factor clave fue el apoyo, implícito o manifiesto, de casi todas las entidades federativas. La única excepción notoria – el gobierno del Distrito Federal- manifestó una oposición más retórica que efectiva y más políticamente simulada que real. Por lo pronto, y a pesar de todo, el Distrito Federal es uno de los grandes beneficiarios.
4. Desde el punto de vista político, se ha roto el tabú de que las reformas son imposibles y el gobierno federal, junto con los gobiernos de los estados y buena parte del Congreso, han establecido una muestra de racionalidad y de realismo político. Ese capital es de todo el país. Ojalá lo aprovechemos responsablemente.
La reforma fiscal aprobada el viernes fue un gran logro para el gobierno del Presidente Felipe Calderón, del que salió con un capital político mucho mayor al invertido en el proceso.
Trataré de resumir las razones que en lo personal – subrayo: en lo personal- me permiten afirmar lo anterior:
1. La reforma salió, al final de un proceso intenso de casi tres meses, en términos muy semejantes a los originales: El impuesto a tasa única para las empresas, como gravamen de control, sobrevivió; se fortaleció el federalismo fiscal con nuevas fórmulas de reparto, con nuevos mecanismos para la rendición de cuentas y con más recursos para las entidades federativas y los municipios; se introdujeron, sin que se hiciera mayor ruido, propuestas efectivas para mejorar la calidad del gasto y vincularlo a resultados verificables para la sociedad y, no menos importante, se avanzó en la mejoría de la administración tributaria, al tiempo que el gobierno federal quedó comprometido a incrementar la eficacia recaudatoria por el camino correcto: la simplificación.
2. A diferencia de la controvertida reforma electoral, la fiscal fue ampliamente discutida y nadie puede, sin faltar a la verdad, decirse sorprendido por ella. Esto significa que sí contamos, como país, con el andamiaje institucional y con la capacidad negociadora para lograr acuerdos.
3. Un factor clave fue el apoyo, implícito o manifiesto, de casi todas las entidades federativas. La única excepción notoria – el gobierno del Distrito Federal- manifestó una oposición más retórica que efectiva y más políticamente simulada que real. Por lo pronto, y a pesar de todo, el Distrito Federal es uno de los grandes beneficiarios.
4. Desde el punto de vista político, se ha roto el tabú de que las reformas son imposibles y el gobierno federal, junto con los gobiernos de los estados y buena parte del Congreso, han establecido una muestra de racionalidad y de realismo político. Ese capital es de todo el país. Ojalá lo aprovechemos responsablemente.
Etiquetas: federalismo, Felipe Calderón, gobiernos locales, IETU, impuestos, reforma fiscal, reformas
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