miércoles, 19 de diciembre de 2007

“Súbanse a la banqueta”

La versión de que el gobierno de la ciudad de México ha creado “espacios públicos” para la convivencia armónica es pura propaganda que difunden los funcionarios del mismo gobierno. Lo que han propiciado son “espacios de promoción” para la candidatura de su jefe.

Hoy el centro de la ciudad de México es menos repulsivo de lo que era hace 15 meses. Andrés López y sus hordas lo habían convertido en una especie de riñón enfermo de una patria enferma, en el cual convergían todo tipo de excrecencias. Ha dejado de ser un tugurio, pero aún no es un verdadero espacio público de convivencia civilizada.

Tomemos el caso del desalojo de los vendedores ambulantes de las calles de Moneda, Correo Mayor y Corregidora efectuado el pasado 12 de octubre. A más de dos meses de distancia, los ambulantes, otrora intocables y protegidos por el gobierno local, no han vuelto y eso es una magnífica noticia; pero todavía no puede hablarse de que la vida en esas calles sea normal. Parecería que ahora las autoridades deberán enseñarle a los habituales de la zona para qué sirven las banquetas. Hace unos días el tripulante de una patrulla policíaca que trataba de avanzar por Correo Mayor hubo de recurrir al odioso altavoz para reconvenir a los despreocupados paseantes que invadían parsimoniosamente la calle: “¡Ya les quitamos a los ambulantes; caminen por las banquetas, no por el arroyo!”.

Más allá de la anécdota, la actitud de estos peatones habituales del centro refleja el escepticismo de que vaya a ser duradero el desalojo de los vendedores, pero también revela un arraigado desprecio hacia las reglas de la convivencia.

Otro ejemplo: La pista de hielo que ocupa gran parte de la plaza central ha impedido que se lleve a cabo la ceremonia diaria durante la cual miembros del ejército arrían (el verbo “arriar” se conjuga como el verbo “enviar”), la bandera nacional; en su lugar ha convocado a decenas de miles de visitantes que, a cambio de intentar patinar sobre el hielo unos 40 minutos, esperan deambulando por la plaza de seis a ocho horas en promedio. Decir que ése es un nuevo espacio de “convivencia armónica”, como si fuese una idílica plaza europea, es pura propaganda, toda vez que el flujo de gente es asfixiante y ha desquiciado la circulación a pie por la misma plaza.

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