sábado, 21 de junio de 2008

Calumniar: herencia maldita del 2006

Uno de los saldos más abominables que dejó la fracasada y tramposa campaña electoral de Andrés López en el 2006 fue la consagración del hábito, en el ambiente político, de calumniar con singular denuedo y quedarse tan campantes.

En su muy divertida novela sin ficción "La gota de agua" (1983) Vicente Leñero narra sus peripecias como pasante de ingeniería encargado de la remodelación de unos baños en la Ciudad Universitaria. Enamorado y distraído, el joven Leñero confundió el número de identificación de unos urinarios al seleccionar los muebles en un catálogo y eligió muebles 15 centímetros más altos de lo aconsejable. Una vez instalados los mingitorios, Leñero recibió el reporte del ayudante del plomero respecto de los flamantes urinarios:

"-Funcionan muy bien, ingeniero. Su alimentación perfecta, su descarga normal: todo funciona. Pero hay un problema.
"El ayudante de Saúl Mercado tenía la maldita manía de impacientarme. A veces se comportaba como un lerdo, era lento en sus reflejos; medio tarolas, la verdad.
"Dejó de rascarse la cabeza. Dijo:
-No alcanzo.
-Qué cosa.
-Estuvieron mal nuestras medidas, ingeniero; no alcanzo.
-No alcanzas a qué.
-A miar, ingeniero."


El miércoles, el diputado Cuauhtémoc Velasco – quien había declarado alegremente que la Secretaría de Hacienda planeaba sobornar a un número indeterminado de legisladores nada menos que con $2.5 millones de dólares por cabeza, para propiciar las reformas a Pemex- hizo un último intento para darle una pizca de verosimilitud a su calumnia y contó el típico cuento de que un cuate le dijo que otro cuate le había dicho que había oído que…, y concluyó: ""supuse que mi credibilidad daba para que yo hiciera este señalamiento".

Pues no, su credibilidad (¿cuál?) no dio, no le alcanzó, así como la estatura del ayudante de plomero no le dio para descargar su vejiga en unos urinarios que un incompetente pasante de ingeniero, Leñero, había elegido mal.

Señor discípulo de López: no es que su credibilidad – por lo demás inexistente- no alcance, lo que ya se agotó fue la credulidad. Dos o más años de mentiras impunes ya hicieron escépticos hasta a los más crédulos e ignorantes. Ojalá el episodio protagonizado por este mendaz legislador signifique el ocaso de ese abominable recurso a la calumnia cuando la inteligencia no levanta ni un palmo del suelo.

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