domingo, 24 de julio de 2005

¿Serán cándidos?

Unas cuantas reflexiones más, políticamente incorrectas, sobre las ocurrencias políticas.
La lógica suele ser despiadada. Si aplicamos un análisis riguroso y estrictamente lógico a la mayoría de las cosas que hacemos y decimos es probable que no salgamos bien librados. A veces hacemos lo que aparentemente no queremos hacer; en ocasiones, queremos los fines pero aborrecemos los medios para alcanzarlos y, en otros casos, sucede al revés: Nos embelesan los medios sin pararnos a considerar las consecuencias – fines – a las que conducen esos medios.
El viernes pasado me burlé un poco de las incoherencias lógicas detrás de algunos mensajes de propaganda política – tan abundantes en México en estos tiempos- y elegí al vuelo, y fiado tan sólo en la débil memoria, algunos ejemplos de ocurrencias políticas que, sometidas a un análisis lógico, parecen disparatadas. Cabe también la hipótesis de que esas ocurrencias más o menos absurdas obedezcan en realidad, más que a la incoherencia mental de los ocurrentes, a propósitos racionales que se nos ocultan; en ese caso, estaríamos no sólo ante propuestas absurdas, sino ante engaños deliberados. Quién sabe.
Lo divertido del asunto es que un despistadísimo lector concluyó que las reflexiones del viernes sobre las ocurrencias de los políticos conducían a que yo, el autor de estas Ideas al vuelo, deseaba descalificar a tales o cuales pretendientes a la Presidencia de la República sólo para ensalzar o enaltecer a otro de los pretendientes. Así me lo hizo saber en un escueto mensaje de correo electrónico y me desafió a que arrojase luz, ahora, sobre las razones por las cuales ese personaje – el que el despistado lector supone que es “mi” candidato-, sí merece ganar las elecciones del año próximo.
Por supuesto, el suspicaz lector se equivoca de palmo a palmo (tanto que el personaje que menciona fue también objeto de mis burlas del viernes) y me da oportunidad de hacer una reflexión adicional sobre el asunto de las ocurrencias, específicamente acerca de la ocurrencia – que tienen algunos, tal vez demasiados – de ser Presidentes.
Conozco muchas personas inteligentes y capaces que, precisamente por ser inteligentes y capaces, NO desean en absoluto ser Presidentes. Son personas, varias de ellas, que tienen claros algunos diagnósticos sobre los problemas de México y sus posibles soluciones; justamente por eso, porque saben los obstáculos que hay que vencer y las ingratitudes que hay que cosechar NO aspiran a ser Presidentes.
Por eso, el hecho de que haya quienes deseen con tanto fervor que se cumpla su ocurrencia de ser Presidentes me parece asombroso y digno de admiración y suspicacia. ¿Serán cándidos que no saben la magnitud de la tarea y la desproporción abismal entre los instrumentos con que contarían y las expectativas desmedidas que persisten en México alrededor del poder del Presidente? Tal vez.
O tal vez esos ocurrentes no nos están diciendo toda la verdad sobre el por qué quieren asumir esa tarea, tan difícil, tan arriesgada, tan ingrata, tan incierta...

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