El petróleo: Los calvos y el peine
Es muy probable que el próximo gran salto en la productividad se dé en el campo de la generación de energía.
Desde un punto de vista analítico las condiciones están dadas para que en el futuro próximo se produzca un gran salto en la productividad - similar a los que se verificaron con la revolución industrial del siglo XIX o con la revolución tecnológica de las postrimerías del siglo pasado – en el terreno de la generación de energía. Urge sustituir definitivamente las fuentes de energía provenientes de restos fósiles – petróleo y gas – por fuentes más eficaces, más baratas, renovables y limpias para el ambiente.
Hay un acuerdo más o menos general en que la actual temporada de precios altos y volátiles del petróleo, a diferencia de los dos choques petroleros anteriores en la segunda mitad del siglo XX, obedece a razones netamente económicas (creciente demanda, por parte de China y Estados Unidos principalmente, y estrechez de la oferta) más que políticas. También hay un acuerdo de que, disipada la ilusión monetaria introducida por la inflación, los precios actuales del petróleo todavía están entre 25 y 30 por ciento por debajo de su techo histórico. Otro elemento decisivo en la actual situación de los precios del petróleo es que la racha alcista se está verificando en un mundo – especialmente los países desarrollados- mucho mejor preparado para afrontarla, con inflación relativamente baja, tasas bajas de interés y un predominio de los avances productivos en el sector servicios por encima del sector industrial (lo que contribuye, también, a disminuir el impacto del llamado choque petrolero). Nótese que la sustancial diferencia de la economía actual (globalizada gracias a una mayor apertura comercial) respecto de la economía de hace 30 años obedece, en gran medida, a la revolución tecnológica que ha impulsado avances fenomenales en la productividad.
Más premisas: 1. Los análisis coinciden en un futuro agotamiento de la energía proveniente de residuos fósiles (el problema no sólo es de reservas sino de capacidad para explotarlas con una rentabilidad competitiva), aunque difieren en las fechas tentativas para tal colapso, 2. La ley fundamental de la economía – la pendiente negativa de la curva de la demanda (Becker)- nos advierte que hay un precio a partir del cual la explotación de petróleo dejaría de ser rentable, sobre todo en presencia de fuentes alternativas, 3. Dichas fuentes alternativas existen y son conocidas pero aún no llegan a su “punto de maduración” que las hagan irrecusablemente preferibles frente al petróleo. Ese punto, sin embargo, cada día está más cerca.
A partir de todas las premisas anteriores, la conclusión se antoja irresistible: El futuro no está en el petróleo, ni en sus derivados. Es muy probable que estemos viviendo la última generación del petróleo en el planeta.
En este contexto, las discusiones – e ilusiones – acerca de una supuesta bonanza para los países petroleros, como en México por los excedentes petroleros, tal vez sean tan absurdas como el pleito de dos calvos por quedarse con el último peine.
Desde un punto de vista analítico las condiciones están dadas para que en el futuro próximo se produzca un gran salto en la productividad - similar a los que se verificaron con la revolución industrial del siglo XIX o con la revolución tecnológica de las postrimerías del siglo pasado – en el terreno de la generación de energía. Urge sustituir definitivamente las fuentes de energía provenientes de restos fósiles – petróleo y gas – por fuentes más eficaces, más baratas, renovables y limpias para el ambiente.
Hay un acuerdo más o menos general en que la actual temporada de precios altos y volátiles del petróleo, a diferencia de los dos choques petroleros anteriores en la segunda mitad del siglo XX, obedece a razones netamente económicas (creciente demanda, por parte de China y Estados Unidos principalmente, y estrechez de la oferta) más que políticas. También hay un acuerdo de que, disipada la ilusión monetaria introducida por la inflación, los precios actuales del petróleo todavía están entre 25 y 30 por ciento por debajo de su techo histórico. Otro elemento decisivo en la actual situación de los precios del petróleo es que la racha alcista se está verificando en un mundo – especialmente los países desarrollados- mucho mejor preparado para afrontarla, con inflación relativamente baja, tasas bajas de interés y un predominio de los avances productivos en el sector servicios por encima del sector industrial (lo que contribuye, también, a disminuir el impacto del llamado choque petrolero). Nótese que la sustancial diferencia de la economía actual (globalizada gracias a una mayor apertura comercial) respecto de la economía de hace 30 años obedece, en gran medida, a la revolución tecnológica que ha impulsado avances fenomenales en la productividad.
Más premisas: 1. Los análisis coinciden en un futuro agotamiento de la energía proveniente de residuos fósiles (el problema no sólo es de reservas sino de capacidad para explotarlas con una rentabilidad competitiva), aunque difieren en las fechas tentativas para tal colapso, 2. La ley fundamental de la economía – la pendiente negativa de la curva de la demanda (Becker)- nos advierte que hay un precio a partir del cual la explotación de petróleo dejaría de ser rentable, sobre todo en presencia de fuentes alternativas, 3. Dichas fuentes alternativas existen y son conocidas pero aún no llegan a su “punto de maduración” que las hagan irrecusablemente preferibles frente al petróleo. Ese punto, sin embargo, cada día está más cerca.
A partir de todas las premisas anteriores, la conclusión se antoja irresistible: El futuro no está en el petróleo, ni en sus derivados. Es muy probable que estemos viviendo la última generación del petróleo en el planeta.
En este contexto, las discusiones – e ilusiones – acerca de una supuesta bonanza para los países petroleros, como en México por los excedentes petroleros, tal vez sean tan absurdas como el pleito de dos calvos por quedarse con el último peine.
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