¡Milagro!, ¡sólo 840 días para unas placas!
Estoy reconciliado con la vida. Perdida toda esperanza al fin obtuve las placas de circulación en el Distrito Federal de un automóvil que, increíble, adquirí nuevo y de contado hace “sólo” unos 840 días. Toda una hazaña. A este paso, México pronto contará con una estación espacial en órbita, digamos para el siglo XXV.
Los gobiernos nunca han sido ejemplos de productividad. Es inevitable que esto suceda cuando no existe la menor conexión entre los resultados tangibles del trabajo y la remuneración que perciben los esforzados servidores públicos. Aun así hay gobiernos más improductivos que otros.
En la ciudad que vivo, en la que viven mis padres, vivieron mis abuelos y bisabuelos paternos, que es la sufrida Ciudad de México, hay un área en la que la improductividad gubernamental alcanza cotas insospechadas – que sin duda situarían a México en un primer lugar ya no digo internacional, sino cósmico en la materia- que es la referente al registro de vehículos automotores y al otorgamiento de las respectivas licencias para que éstos circulen (previo el pago de los derechos correspondientes y del impuesto a la tenencia de autos, que es federal pero se quedan los estados, y que era provisional en 1968, pero se ha vuelto permanente e inamovible). Producto de todos esos trámites, el dueño del automóvil se supone que recibe dos láminas metálicas – con alguna clave única de identificación, como “OO7-SEX” – que debe colocar permanentemente en su automóvil, una en el frente, otra en la parte posterior.
Por razones inescrutables este trámite de apariencia sencilla (que podría organizar eficazmente un analfabeto funcional con buena voluntad y los incentivos correctos para hacerlo) ha sido víctima de alguna maldición misteriosa y ha roto todas las marcas de la ineficiencia. Al menos, eso sucedió durante los años que van del 2000 al 2004, como me consta.
Perdida ya toda esperanza y sólo por el prurito de comprobar morbosamente hasta qué extremo podría llegar la incompetencia, acudí ayer por cuarta vez a las oficinas de algo que se llama “la Setravi” a solicitar humildemente el par de láminas que le deberían corresponder a un automóvil adquirido hace “sólo” dos años y medio. Todo transcurrió con normalidad: La servidora pública – les choca que les llamen “burócratas”- revisó mis documentos, con desagrado comprobó que estaban en orden, revolvió algunos papeles y sentenció: “Nostán” (es decir: “Sus placas todavía no están”). Supliqué entonces un permiso nuevo, la servidora dijo que sería imposible, pero me preguntó con sorna: “¿A poco quiere que se las busque?” (Se entiende que hablaba de las placas). Respondí con cara de peón de hacienda cañera en la tienda de raya: “Pues, si usted fuese tan amable y no le supone una gran molestia”. Asintió la esforzada servidora pública. Se fue, pasaron unos minutos y - ¡milagro!, ¡santo niño de los pantanos tabasqueños!- regresó con las dichosas láminas y me las mostró triunfante.
En fin, mi coche ya tiene placas. El sol brilla de nuevo. Vida, nada me debes. Vida, estamos en paz.
Los gobiernos nunca han sido ejemplos de productividad. Es inevitable que esto suceda cuando no existe la menor conexión entre los resultados tangibles del trabajo y la remuneración que perciben los esforzados servidores públicos. Aun así hay gobiernos más improductivos que otros.
En la ciudad que vivo, en la que viven mis padres, vivieron mis abuelos y bisabuelos paternos, que es la sufrida Ciudad de México, hay un área en la que la improductividad gubernamental alcanza cotas insospechadas – que sin duda situarían a México en un primer lugar ya no digo internacional, sino cósmico en la materia- que es la referente al registro de vehículos automotores y al otorgamiento de las respectivas licencias para que éstos circulen (previo el pago de los derechos correspondientes y del impuesto a la tenencia de autos, que es federal pero se quedan los estados, y que era provisional en 1968, pero se ha vuelto permanente e inamovible). Producto de todos esos trámites, el dueño del automóvil se supone que recibe dos láminas metálicas – con alguna clave única de identificación, como “OO7-SEX” – que debe colocar permanentemente en su automóvil, una en el frente, otra en la parte posterior.
Por razones inescrutables este trámite de apariencia sencilla (que podría organizar eficazmente un analfabeto funcional con buena voluntad y los incentivos correctos para hacerlo) ha sido víctima de alguna maldición misteriosa y ha roto todas las marcas de la ineficiencia. Al menos, eso sucedió durante los años que van del 2000 al 2004, como me consta.
Perdida ya toda esperanza y sólo por el prurito de comprobar morbosamente hasta qué extremo podría llegar la incompetencia, acudí ayer por cuarta vez a las oficinas de algo que se llama “la Setravi” a solicitar humildemente el par de láminas que le deberían corresponder a un automóvil adquirido hace “sólo” dos años y medio. Todo transcurrió con normalidad: La servidora pública – les choca que les llamen “burócratas”- revisó mis documentos, con desagrado comprobó que estaban en orden, revolvió algunos papeles y sentenció: “Nostán” (es decir: “Sus placas todavía no están”). Supliqué entonces un permiso nuevo, la servidora dijo que sería imposible, pero me preguntó con sorna: “¿A poco quiere que se las busque?” (Se entiende que hablaba de las placas). Respondí con cara de peón de hacienda cañera en la tienda de raya: “Pues, si usted fuese tan amable y no le supone una gran molestia”. Asintió la esforzada servidora pública. Se fue, pasaron unos minutos y - ¡milagro!, ¡santo niño de los pantanos tabasqueños!- regresó con las dichosas láminas y me las mostró triunfante.
En fin, mi coche ya tiene placas. El sol brilla de nuevo. Vida, nada me debes. Vida, estamos en paz.
3 Comentarios:
Y no has tenido que ir a Bancomer a que te den una tarjetita para accesar a internet. En su publicidad dice "acuda a CUALQUIER sucursal"... Ah! Pero si eres "cliente preferente" no es en CUALQUIER sucursal... Si se te ocurre haberte movido a vivir a Tijuana y abriste la cuenta en Cancún, por ser cliente "preferente", tienes que ir a la sucursal donde está abierta la cuenta....!!! Si eres un cliente cómún "sin preferencias" te lo dan sin más trámite en CUALQUIER sucursal BBVA Bancomer..... No siempre es bueno ser cliente VIP, aunque ellos te dices que te llenan de preferencias! (Prefiero que me traten como a cualquier mortal!). Además no escogí ser "preferente" y NO QUIERO SERLO! (Por cierto que el "sistema" te elige... Y NO TE PUEDES ESCAPAR! El "sistema" te tiene atrapado. Saludos!
Cuando leí tu artículo en el Economista comencé a llorar, no sé si de risa o de tristeza. Tal vez de las dos. Me gustó la reflexión, así como ubicarte en blogspot.
Muchos saludos,
Tocayo por partida doble
Señor, vi su articulo en el diario Imagen de Zacatecas. Respecto al Papa. Me parecio muy interesante y me conecto con mucho en mi manera de pensar y sentir, asi que desde ahora no le perdere pie ni pisada en sus atinados comentarios. Mi respeto. San Antonio TX.
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