martes, 22 de noviembre de 2005

Persona y propiedad

El respeto a los derechos de propiedad no sólo es indispensable para que una economía sea próspera, también está en el raíz del respeto a la inviolabilidad de la persona.

Desde que los seres humanos tenemos noción de nosotros mismos – desde que hay, pues, historia- el robo ha sido condenado como un delito. Esto sucede porque la noción de propiedad es consustancial a la noción de persona libre, dueña de sus decisiones, de sus apetencias, de sus actos. Dueña de su vida. Y quien dice libre dice, también, responsable.
Cuando se nos propone – desde cualquiera de las creencias e ideologías colectivistas que pululan en el planeta- que la propiedad esté subordinada a los fines del Estado o a cualesquiera otras querencias “colectivas” (determinadas por una autoridad que se erige a sí misma como única intérprete autorizada de lo que le apetece a esa entelquia colectiva), se nos está proponiendo que renunciemos a nuestra calidad de personas libres y responsables – dueñas de sí mismas – para perdernos en una masa impersonal, moldeable al gusto del tirano en turno.
Preguntaba San Pablo – es una cita memorable que nos recuerda nuestra precaria condición de creaturas- ¿qué tienes tú que no lo hayas recibido? Y todos hemos de responder, a fuerza de ser honestos: Nada. Todo lo hemos recibido, empezando por la vida. Pero todo eso se nos ha dado como posesión, de la que somos responsables.
Nos poseemos, ante todo, a nosotros mismos. De ahí que veamos justamente como una tragedia la pérdida de nuestro personal e indiscutible señorío sobre nosotros mismos – libertad- cuando terminamos como esclavos de tal o cual pasión, de tal o cual atadura – adicciones sería el nombre que hoy se usa- que nos impide ser quienes queremos ser.
Asi pues, cuando se atenta contra los derechos de propiedad se atenta contra la misma naturaleza libre del ser humano. No es poca cosa lo que perdemos cuando se ataca nuestro derecho a poseer; nos despojan de nosotros mismos.
Dicho lo anterior, bajemos la reflexión al terreno cotidiano donde se comprueba empíricamente que sin derechos de propiedad, no sólo no hay libertad sino que se cancelan las oportunidades de progreso y de bienestar para los hombres individuales – personas – y para las sociedades.
Nunca ningún país ha logrado un crecimiento económico sostenido y el bienestar que se desparrama sobre toda su población desdeñando o violando los derechos de propiedad. Nunca ningún país ha sido libre – y la libertad se encarna en cada persona, no en entelequias retóricas- sin respeto a los derechos de propiedad.
Están entonces más que justificadas la preocupación y alarma cuando escuchamos, como ahora, a políticos en busca del poder cuyas propuestas atentan – de raíz – contra los derechos de propiedad. Y me refiero, por supuesto, a las propuestas de Andrés M. López. Está en juego demasiado: La prosperidad del pais, la capacidad de cada cual para formar un patrimonio – y ser dueño de su futuro- y, lo más importante: Nuestra condición de seres libres.

0 Comentarios:

Publicar un comentario

Suscribirse a Comentarios de la entrada [Atom]

<< Página Principal