Comerciamos porque existen asimetrías
Después de un desgaste enorme de neuronas los adversarios del libre comercio dicen que se oponen al intercambio entre desiguales, porque existen “asimetrías”. Su corto entendimiento no les alcanza para comprender que precisamente el intercambio – comercial, entre otros – es el mejor método para nivelar el terreno de juego.
No vale la pena perder el tiempo en todos los lugares comunes, frases hechas y reflejos condicionados que nos han prodigado los medios de comunicación en estos días acerca de las maldades del libre comercio. La exhibición de ignorancia sobre el asunto por parte de “columnistas políticos”, caricaturistas y todólogos ha sido pasmosa.
En gran medida, este despliegue de estulticia parte de un solo y pobre remedo de silogismo: “Bush es la encarnación de la maldad; se dice que Bush apoya el libre comercio en América; luego, el libre comercio es una herramienta de la maldad”.
Ni hablar, hay entendimientos que son peores que el salario mínimo: No dan para más.
Como no es su caso, estimado lector, ni el mío, elevemos un poco la discusión y busquemos algún otro argumento contra el libre comercio que sea menos idiota. Ya está, lo dijo Néstor Kirchner, presidente de la Argentina, justo para “explicar” porque rechaza el Acuerdo de Libre Comercio para las Américas o ALCA y es más o menos el siguiente: “No puede haber libre comercio entre desiguales; las diferencias entre nosotros, los pobrecitos del sur, y el poderoso del norte, léase Estados Unidos, son tan grandes, abismales, que comerciar nos va a hundir más en la miseria”. Es la cantilena de las famosas “asimetrías”.
El “argumento” suena un tanto menos ramplón, pero revela una ignorancia abismal acerca de la naturaleza del comercio y de sus efectos.
Primero: Comerciamos porque existen asimetrías (“tú tienes ventajas para producir más y mejor maíz; yo tengo ventajas para producir más y mejores prendas de vestir; cambiemos tu maíz por mis vestidos”), al comerciar libremente cada parte ve por su propio beneficio y, de esta forma, empezamos a nivelar la cancha de juego. Segundo: Esta demostrado que en la relación de libre intercambio comerial la parte más débil es la que más gana: La historia de cómo ha crecido la cantidad de alimentos en el mundo y cómo se han desplomado los precios de esos alimentos para los consumidores de los países pobres en los últimos 20 años, todo gracias al comercio, es elocuente.
Tercero: Es cierto que la dichosa IV Cumbre tenía como tema central el empleo. Justamente por eso, porque en América Latina requerimos empleos, empleos y más empleos, la solución es incrementar sustancialmente el libre intercambio comercial. Cuarto: Los aspavientos demagógicos contra el libre comercio permitieron que Bush saliera indemne de la Cumbre, porque no se llegó al punto verdaderamente crucial que era exigir a Estados Unidos que levante todas sus barreras proteccionistas.
Nueva “victoria” del populismo. Nueva victoria efectiva de los intereses mercantilistas en Estados Unidos y en todo el continente.
No vale la pena perder el tiempo en todos los lugares comunes, frases hechas y reflejos condicionados que nos han prodigado los medios de comunicación en estos días acerca de las maldades del libre comercio. La exhibición de ignorancia sobre el asunto por parte de “columnistas políticos”, caricaturistas y todólogos ha sido pasmosa.
En gran medida, este despliegue de estulticia parte de un solo y pobre remedo de silogismo: “Bush es la encarnación de la maldad; se dice que Bush apoya el libre comercio en América; luego, el libre comercio es una herramienta de la maldad”.
Ni hablar, hay entendimientos que son peores que el salario mínimo: No dan para más.
Como no es su caso, estimado lector, ni el mío, elevemos un poco la discusión y busquemos algún otro argumento contra el libre comercio que sea menos idiota. Ya está, lo dijo Néstor Kirchner, presidente de la Argentina, justo para “explicar” porque rechaza el Acuerdo de Libre Comercio para las Américas o ALCA y es más o menos el siguiente: “No puede haber libre comercio entre desiguales; las diferencias entre nosotros, los pobrecitos del sur, y el poderoso del norte, léase Estados Unidos, son tan grandes, abismales, que comerciar nos va a hundir más en la miseria”. Es la cantilena de las famosas “asimetrías”.
El “argumento” suena un tanto menos ramplón, pero revela una ignorancia abismal acerca de la naturaleza del comercio y de sus efectos.
Primero: Comerciamos porque existen asimetrías (“tú tienes ventajas para producir más y mejor maíz; yo tengo ventajas para producir más y mejores prendas de vestir; cambiemos tu maíz por mis vestidos”), al comerciar libremente cada parte ve por su propio beneficio y, de esta forma, empezamos a nivelar la cancha de juego. Segundo: Esta demostrado que en la relación de libre intercambio comerial la parte más débil es la que más gana: La historia de cómo ha crecido la cantidad de alimentos en el mundo y cómo se han desplomado los precios de esos alimentos para los consumidores de los países pobres en los últimos 20 años, todo gracias al comercio, es elocuente.
Tercero: Es cierto que la dichosa IV Cumbre tenía como tema central el empleo. Justamente por eso, porque en América Latina requerimos empleos, empleos y más empleos, la solución es incrementar sustancialmente el libre intercambio comercial. Cuarto: Los aspavientos demagógicos contra el libre comercio permitieron que Bush saliera indemne de la Cumbre, porque no se llegó al punto verdaderamente crucial que era exigir a Estados Unidos que levante todas sus barreras proteccionistas.
Nueva “victoria” del populismo. Nueva victoria efectiva de los intereses mercantilistas en Estados Unidos y en todo el continente.
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