¿Emigrar a Utopía? (II)
Emigrar a Estados Unidos, pese a todos los obstáculos, es para un latinoamericano pobre una decisión dictada por el cálculo costo-beneficio. Votar por la Utopía, en cambio, es una decisión dictada por el mero deseo de un pase automático al paraíso, o por el resentimiento ante un mundo plagado de restricciones.
Estados Unidos no es la Utopía. Por eso cada día miles de personas en América Latina busca emigrar – la mayor parte desafiando prohibiciones legales – a Estados Unidos. No buscan la Utopía, sino una mejora relativa, tangible, en sus condiciones de vida. Nadie puede emigrar a Utopía porque, repitámoslo, no hay tal lugar.
Sin embargo, la Utopía sigue teniendo demanda. Se atribuye a Bono, la estrella de rock, la siguiente frase: The less you know, the more you believe. “Mientras menos sabes, más crees” podríamos decir en español. Cierto. A falta de conocimientos, creencias. He ahí una fuente inagotable del poder de las utopías, ya no las creencias, sino – más allá de las creencias- “las ganas de creer”. Ganas que, a su vez, se alimentan de grandes ignorancias (involuntarias o deliberadas) sobre los fracasos de las Utopías. Y, por si fuese poco, el terreno es fertilizado por la propaganda de los vendedores de Utopías.
Don Quijote fue un gran buscador y vendedor de Utopías. Visto el personaje bajo su ángulo más favorecedor, el Quijote – dice Mark Van Doren - es semejante al maestro que confía lo mejor de su talento y de sus conocimientos a sus alumnos porque los cree merecedores de eso y más; semejante al poeta o al genio literario que no escatima lo mejor de sus dones porque cree que encontrará lectores dignos de tal regalo. Pero el propio Van Doren descubre pronto otro ángulo, realista, visto desde el cual el Quijote es monstruoso: Deseando ayudar al jovencito que es maltratado por su patrón, don Alonso Quijano sólo le causa más daños a su presunto beneficiado; luchando por un ideal etéreo de libertad absoluta, don Quijote libera a peligrosos criminales y hiere gravemente a los guardianes de la ley.
Apuremos el símil: Sancho Panza habría emigrado gustoso a Estados Unidos (afrontando, cierto, grandes penalidades), y desde allá le enviaría el dinero arduamente ganado a su esposa, Teresa Panza, entre otras cosas para la dote de su hija. Don Quijote abominaría tal materialismo tosco y propondría en nuestros días alguna de las Utopías al uso (nacionalismo socialista, social-populismo, social-burocracia, comunismo matizado y tamizado), como nos lo demuestra su hermoso discurso sobre la mítica edad de oro.
La migración a Estados Unidos no tiene nada de quijotesca. Por el contrario, es la “salida” (exit) de la que hablaba Albert O. Hirschman cuando las alternativas de la “voz” o protesta y de la “lealtad” o sumisión se han visto agotadas e inútiles. Sancho vota con los píes…, y con la cabeza. El Quijote vota con el corazón (que, por cierto, casi siempre está a la izquierda).
Estados Unidos no es la Utopía. Por eso cada día miles de personas en América Latina busca emigrar – la mayor parte desafiando prohibiciones legales – a Estados Unidos. No buscan la Utopía, sino una mejora relativa, tangible, en sus condiciones de vida. Nadie puede emigrar a Utopía porque, repitámoslo, no hay tal lugar.
Sin embargo, la Utopía sigue teniendo demanda. Se atribuye a Bono, la estrella de rock, la siguiente frase: The less you know, the more you believe. “Mientras menos sabes, más crees” podríamos decir en español. Cierto. A falta de conocimientos, creencias. He ahí una fuente inagotable del poder de las utopías, ya no las creencias, sino – más allá de las creencias- “las ganas de creer”. Ganas que, a su vez, se alimentan de grandes ignorancias (involuntarias o deliberadas) sobre los fracasos de las Utopías. Y, por si fuese poco, el terreno es fertilizado por la propaganda de los vendedores de Utopías.
Don Quijote fue un gran buscador y vendedor de Utopías. Visto el personaje bajo su ángulo más favorecedor, el Quijote – dice Mark Van Doren - es semejante al maestro que confía lo mejor de su talento y de sus conocimientos a sus alumnos porque los cree merecedores de eso y más; semejante al poeta o al genio literario que no escatima lo mejor de sus dones porque cree que encontrará lectores dignos de tal regalo. Pero el propio Van Doren descubre pronto otro ángulo, realista, visto desde el cual el Quijote es monstruoso: Deseando ayudar al jovencito que es maltratado por su patrón, don Alonso Quijano sólo le causa más daños a su presunto beneficiado; luchando por un ideal etéreo de libertad absoluta, don Quijote libera a peligrosos criminales y hiere gravemente a los guardianes de la ley.
Apuremos el símil: Sancho Panza habría emigrado gustoso a Estados Unidos (afrontando, cierto, grandes penalidades), y desde allá le enviaría el dinero arduamente ganado a su esposa, Teresa Panza, entre otras cosas para la dote de su hija. Don Quijote abominaría tal materialismo tosco y propondría en nuestros días alguna de las Utopías al uso (nacionalismo socialista, social-populismo, social-burocracia, comunismo matizado y tamizado), como nos lo demuestra su hermoso discurso sobre la mítica edad de oro.
La migración a Estados Unidos no tiene nada de quijotesca. Por el contrario, es la “salida” (exit) de la que hablaba Albert O. Hirschman cuando las alternativas de la “voz” o protesta y de la “lealtad” o sumisión se han visto agotadas e inútiles. Sancho vota con los píes…, y con la cabeza. El Quijote vota con el corazón (que, por cierto, casi siempre está a la izquierda).
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