¿Quién dicen que ganó en Bolivia? (V)
El programa del próximo gobierno de Bolivia no deja lugar a dudas: El Estado será el principal actor de la vida económica, intervendrá directamente en la fijación de precios y ganancias.
La buena noticia, en lo que hace al programa económico, es que se postula como una necesidad el equilibrio macroecnómico y se hace un reconocimiento explícito de la autonomía del Banco Central de Bolivia, ente – dice el programa- en el que recae la responsabilidad de la estabilidad. La mala noticia es que tras este reconocimiento a las políticas monetarias ortodoxas y a cierta estabilidad fiscal, el resto del programa propone la abierta y directa intervención del gobierno en la fijación de precios, márgenes de utilidad, asignación de recursos y propiedad de los mismos. Tal intervencionismo a ultranza es una garantía de que Bolivia no sólo permanecerá en la pobreza, sino que ésta se agravará.
(Para efectos de la campaña electoral el Movimiento al Socialismo (MAS) difundió “diez propuestas para cambiar el país” que pueden encontrarse aquí, en tanto que una versión más detallada del programa de gobierno se localiza en este otro sitio ).
Sorprende que los autores del programa del MAS hayan desdeñado de plano las múltiples y repetidas experiencias de fracaso del intervencionismo estatal en la economía de las que da cuenta la historia mundial del siglo XX.
Es claro, por ejemplo, que los actuales inversionistas extranjeros en hidrocarburos (especialmente españoles y el Estado brasileño a través de Petrobras) difícilmente aceptarán que el gobierno boliviano sea no sólo el propietario de los recursos naturales sino que establezca los precios (internos y, en un alarde de voluntarismo del programa, ¡hasta externos!) de los hidorcarburos y, por lo tanto, establezca a priori un margen de utilidad (si hay alguna) para las actividades de extracción y producción. Las consecuencias de menospreciar los mecanismos de mercado serán, en esa y en las demás actividades económicas, desastrosas.
El programa propone, pomposamente, la creación de una “matriz productiva” para toda la economía, en el más puro estilo de la planificación centralizada que fracasó en la Unión Soviética y en la China comunista previa a Deng Xiaoping.
Para la realización del programa el nuevo gobierno necesitará sustituir al actual poder legislativo por una Asamblea Constituyente – que deberá elegirse en el mes de julio- a modo, que le permita abrogar varias leyes y promulgar otras tantas que le den legalidad a sus propósitos.
Se dirá que los programas de gobierno nacen para NO ser cumplidos. Habrá que ver qué sucede en este caso. De cualquier forma, los primeros signos que está enviando el futuro gobierno son inequívocos y para muestra bastan dos botones. La página oficial del MAS daba el lunes pasado dos noticias: El gobierno ya cursó invitaciones oficiales a los gobiernos de Cuba y Venezuela (ésos dos específicamente son los que se anuncian) y el nuevo gobierno ya estudia la creación de un impuesto que grave “la riqueza suntuaria”.
La buena noticia, en lo que hace al programa económico, es que se postula como una necesidad el equilibrio macroecnómico y se hace un reconocimiento explícito de la autonomía del Banco Central de Bolivia, ente – dice el programa- en el que recae la responsabilidad de la estabilidad. La mala noticia es que tras este reconocimiento a las políticas monetarias ortodoxas y a cierta estabilidad fiscal, el resto del programa propone la abierta y directa intervención del gobierno en la fijación de precios, márgenes de utilidad, asignación de recursos y propiedad de los mismos. Tal intervencionismo a ultranza es una garantía de que Bolivia no sólo permanecerá en la pobreza, sino que ésta se agravará.
(Para efectos de la campaña electoral el Movimiento al Socialismo (MAS) difundió “diez propuestas para cambiar el país” que pueden encontrarse aquí, en tanto que una versión más detallada del programa de gobierno se localiza en este otro sitio ).
Sorprende que los autores del programa del MAS hayan desdeñado de plano las múltiples y repetidas experiencias de fracaso del intervencionismo estatal en la economía de las que da cuenta la historia mundial del siglo XX.
Es claro, por ejemplo, que los actuales inversionistas extranjeros en hidrocarburos (especialmente españoles y el Estado brasileño a través de Petrobras) difícilmente aceptarán que el gobierno boliviano sea no sólo el propietario de los recursos naturales sino que establezca los precios (internos y, en un alarde de voluntarismo del programa, ¡hasta externos!) de los hidorcarburos y, por lo tanto, establezca a priori un margen de utilidad (si hay alguna) para las actividades de extracción y producción. Las consecuencias de menospreciar los mecanismos de mercado serán, en esa y en las demás actividades económicas, desastrosas.
El programa propone, pomposamente, la creación de una “matriz productiva” para toda la economía, en el más puro estilo de la planificación centralizada que fracasó en la Unión Soviética y en la China comunista previa a Deng Xiaoping.
Para la realización del programa el nuevo gobierno necesitará sustituir al actual poder legislativo por una Asamblea Constituyente – que deberá elegirse en el mes de julio- a modo, que le permita abrogar varias leyes y promulgar otras tantas que le den legalidad a sus propósitos.
Se dirá que los programas de gobierno nacen para NO ser cumplidos. Habrá que ver qué sucede en este caso. De cualquier forma, los primeros signos que está enviando el futuro gobierno son inequívocos y para muestra bastan dos botones. La página oficial del MAS daba el lunes pasado dos noticias: El gobierno ya cursó invitaciones oficiales a los gobiernos de Cuba y Venezuela (ésos dos específicamente son los que se anuncian) y el nuevo gobierno ya estudia la creación de un impuesto que grave “la riqueza suntuaria”.
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