La ley de la muchedumbre contra los disidentes
Las instituciones, reglas del juego, de la democracia liberal son la mejor garantía de la libertad y de los derechos individuales.
Un signo inequívoco de la perversión de las instituciones en una democracia, es el abandono – en la práctica- de las reglas que garantizan los derechos del individuo para hacer prevalecer los dictados de grupos o de caudillos, cuya única razón es la ley de la muchedumbre.
Frente al “rule of law” liberal se erige, aplastante, la “mob rule", la ley de la turba. Ni siquiera, en la práctica, se requiere que la turba sea especialmente numerosa, basta con que sea beligerante y agresiva – intolerante – para inhibir la libre expresión y actuación de millones de individuos.
Es decir, basta con que la turba vulnere impunemente las reglas elementales de convivencia – que en el fondo, son la garantía de los derechos individuales- para que los derechos del individuo – sea uno solo, o sean millones de individuos- queden vulnerados.
La ley de la muchedumbre ataca a las instituciones – a las reglas del juego- y a los organismos en que encarnan esas instituciones porque busca el sometimiento de los individuos. No hay peor veneno para la ley de la muchedumbre que la libertad individual. Es por ello también que los promotores de la ley de la muchedumbre prefieren el asambleísmo. La falsa forma plebiscitaria de exigir el voto a mano alzada en una plaza pública inhibe las disidencias individuales y destroza cualquier asomo de pluralidad: El disidente – por ejemplo, el académico que de pronto censura una forma específica de lucha, de inmediato se convierte en objeto de burla y de calumnias anónimas por parte de la muchedumbre anónima- aprende muy rápido que no podrá sobrevivir si se atreve a ser independiente.
Son los escasos disidentes, que por paradoja suelen ser los más talentosos dentro de los grupos, quienes reciben los peores insultos y agresiones del grupo exaltado. El mensaje es: “Compañero, no has entendido que las opiniones individuales son herejías; no has entendido que la primera nueva regla es la unanimidad forzosa; no has entendido que la ley verdadera que el grupo impone es tan flexible o tan rígida como flexible o rígida sea la única voz autorizada, la del caudillo, la del ayatolá, la del mesías; fuera de esa voz, fuera de esa ley, no hay salvación”.
El pretexto para sacrificar los derechos individuales y la libertad puede ser, casi, cualquiera: Resarcir a los pobres, edificar el paraíso comunista (Stalin), construir el gran Estado fascista (Mussolini), mantener una Nación grande y unida mediante el corporativismo armonioso alrededor del caudillo (Franco), establecer de una vez por todas la única ley verdadera del Islam, de la sumisión (el ayatolá Jomeini); pero los métodos, las reacciones viscerales del monstruo multitudinario y enajenado, las consignas, el odio contra el disidente es siempre el mismo: La abominación hacia el individuo y hacia su carga de libertad y derechos inalienables.
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