lunes, 14 de agosto de 2006

¿País de leyes es "país de beatos"?

Preocupado de que se le acuse del horrible pecado de sujetarse a la ley siempre y en toda circunstancia un "periodista partidario" exclama en su defensa: "No soy un beato de la legalidad". ¡Qué alivio!




Leo en un periódico dominical las tediosas confesiones de un viejo periodista partidario (Miguel Ángel Granados Chapa), quien nos revela – como si el asunto desvelase a miles- que votó por Andrés Manuel López Obrador y que no se arrepiente de haberlo hecho.

Una vez descubierto el misterio y, supongo, aquietados los espíritus hasta entonces atribulados por tal incógnita, procede a elaborar uno de esos farragosos alegatos que suelen entorpecer su prosa. En pocas palabras dice que le preocupan los métodos que ha seguido ese político en los últimos días, especialmente el hecho de que la vía jurídica de las querellas postelectorales de López ha estado "sometida" (habrá querido decir subordinada o hasta suprimida) a la vía política (suponiendo que los descoordinados espasmos de agitación y propaganda mediante la obstrucción callejera puedan llamarse "vía política"), siendo que el camino jurídico – aventura Granados- podría ser de mayor eficacia.

Dudo que López atienda el respetuoso y tímido disenso de Granados, pero eso no es asunto que me desvele o siquiera me interese; lo que brinca en la torturada prosa del periodista es un candoroso comentario de justificación personal, en el que se adelanta a probables objeciones que podrán hacerle sus correligionarios o hasta el verdadero destinatario de su lamento (¿López mismo?)- que dice así:

"No soy beato de la legalidad. Nadie puede serlo con mínima conciencia de la fragilidad del Estado de derecho (sic) en que vivimos".

Pasemos por alto el mal uso de la palabra "beato", cuando en realidad Granados habrá querido negar que sea "mojigato" de la legalidad, y vayamos a la esencia de esta confesión pasmosa, tan común por desgracia en México.

En esencia, el argumento para NO ser un "mojigato" de la legalidad – es decir, alguien que siempre y en todo lugar cumple, respeta y exige el respeto a la ley- es que muy pocos lo son en México; eso y no otra cosa significa decir que el Estado de Derecho – ambas mayúsculas en mi caso porque yo sí soy un "fanático" de la legalidad- es frágil en el país. Con una total falta de lógica, entonces, lo que procede es hacer al Estado de Derecho aún más frágil y vulnerable, despreciando a quienes siempre cumplen y acatan la ley motejándolos como "beatos" de la legalidad (tal beatería debe ser pecado imperdonable para Granados, supongo), ¡y asegurar que alejarse de esa hazañería, de la mojigatería legal llamémosle, es la mejor receta para fortalecer el precario Estado de Derecho!

Es tan "lógico" como decir que dada la precariedad de nuestra salud hemos decidido que lo más conveniente es continuar minándola, para que no se nos tilde, Dios nos libre, de ser "beatos de la salud".

Vaya confesiones.

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