Los areneros de “Frère Marcel”
Eran otros tiempos, los niños venían de Paris, sin que nadie reivindicase el supuesto derecho de las cigüeñas a dejarlos caer en medio del Atlántico porque obstruían el “proyecto de vida” de alguna de las aves. Hoy lo que nos llega de París son ocurrencias idiotas.
Cada cual tiene sus preferencias, pero sospecho que a muchos lo que menos nos gusta de la playa es la arena – pegajosa, picante, imperialista que se cuela en todos los resquicios- y lo que más nos gusta es el mar.
Que un afrancesado alcalde, imitando a su similar parisino, nos traiga toneladas de arena y lo publicite como la revolucionaria puesta en marcha de playas para el solaz y el esparcimiento de los capitalinos en estos días de la Semana Santa me parece ocurrencia bastante idiota, pero eso sí: muy francesa y socialista, como el alcalde de París, Bertrand Delante, quien sentenció: “Paris-Plage no es un capricho, sino un acto bello, eficaz y solidario”. Oh, la, la. (Para ver foto de "chicas y bikinis en las playas del Sena" aquí, y para enterarse de que está prohibido , multa de 30 euros, mostrar pechos o nalgas habrá que pinchar en este otro lugar).
Como el mar, lo que se llama el mar, la mar océano del almirante Colón, no nos lo pueden traer (ni haciendo más disparatadas aún las cuentas de algunos acerca del temible derretimiento de los polos), los beneficiarios de esta originalísima y progresista ocurrencia tendrán que conformarse con tener los areneros de Frère Marcel para hacerse a la idea de que esta Semana Santa fueron a la playa, religiosamente, con todo y la abuelita enferma, la cámara de llanta distraída de la vulcanizadora del compadre y que los niños se trajeron – incrustados en los reglamentarios “Rinbros” que sustituyen al traje de baño- miles de granitos de arena, como irrefutable comprobación de que “playa sí la hubo”.
Para hacer más intensa la sensación de “vacaciones playeras” me atrevo a sugerir que algunos policías se trepen en sus “cuatrimotos” y caracoleen entre los bañistas aventando arena a los desprevenidos. También algunas esforzadas mujeres policía – de esas rubias que, por moda supongo, se pintan la raíz del cabello de negro- podrían volverse “guardianes de la bahía” luciendo en apretados trajes de baño sus generosas carnes – “aquí no hay miserias”-, mientras algunos emprendedores comerciantes “todo terreno y toda ocasión” ofrecen collares de conchitas de mar, paletas heladas de chamoy, jícamas y tarjetas prepagadas para el teléfono.
Casi el paraíso, diría un clásico de quinta.
Cada cual tiene sus preferencias, pero sospecho que a muchos lo que menos nos gusta de la playa es la arena – pegajosa, picante, imperialista que se cuela en todos los resquicios- y lo que más nos gusta es el mar.
Que un afrancesado alcalde, imitando a su similar parisino, nos traiga toneladas de arena y lo publicite como la revolucionaria puesta en marcha de playas para el solaz y el esparcimiento de los capitalinos en estos días de la Semana Santa me parece ocurrencia bastante idiota, pero eso sí: muy francesa y socialista, como el alcalde de París, Bertrand Delante, quien sentenció: “Paris-Plage no es un capricho, sino un acto bello, eficaz y solidario”. Oh, la, la. (Para ver foto de "chicas y bikinis en las playas del Sena" aquí, y para enterarse de que está prohibido , multa de 30 euros, mostrar pechos o nalgas habrá que pinchar en este otro lugar).
Como el mar, lo que se llama el mar, la mar océano del almirante Colón, no nos lo pueden traer (ni haciendo más disparatadas aún las cuentas de algunos acerca del temible derretimiento de los polos), los beneficiarios de esta originalísima y progresista ocurrencia tendrán que conformarse con tener los areneros de Frère Marcel para hacerse a la idea de que esta Semana Santa fueron a la playa, religiosamente, con todo y la abuelita enferma, la cámara de llanta distraída de la vulcanizadora del compadre y que los niños se trajeron – incrustados en los reglamentarios “Rinbros” que sustituyen al traje de baño- miles de granitos de arena, como irrefutable comprobación de que “playa sí la hubo”.
Para hacer más intensa la sensación de “vacaciones playeras” me atrevo a sugerir que algunos policías se trepen en sus “cuatrimotos” y caracoleen entre los bañistas aventando arena a los desprevenidos. También algunas esforzadas mujeres policía – de esas rubias que, por moda supongo, se pintan la raíz del cabello de negro- podrían volverse “guardianes de la bahía” luciendo en apretados trajes de baño sus generosas carnes – “aquí no hay miserias”-, mientras algunos emprendedores comerciantes “todo terreno y toda ocasión” ofrecen collares de conchitas de mar, paletas heladas de chamoy, jícamas y tarjetas prepagadas para el teléfono.
Casi el paraíso, diría un clásico de quinta.
Etiquetas: "izquierda", Ciudad de México, demagogia, París, playas, políticos
2 Comentarios:
Con un cubito y una pala
fuimos a la playa del carnal Marcel
como no dejaron pasar la chela
no hubo quien brindara por el.
Playa en el DF...
¿Se llevaron el smog a Can Cun o Acapulco?
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