Amistades peligrosas
Hacerse “amigo” del gobierno en turno puede ser una estupenda forma de hacer negocios. En sentido estricto no hay ley que prohíba la amistad, pero…
Hace años escuché decir a un exitoso hombre de negocios mexicano: “Nosotros –con un expresivo movimiento de las manos abarcó su amplia oficina y metafóricamente toda su corporación- queremos ayudar al Presidente”.
Era sincero, desde luego. Pero también era cierto que a cambio de esa “amistad” él esperaba que, en su momento, el Presidente le ayudase.
Pero no hablemos de México. En todas las democracias existe el riesgo constante de que la no tan desinteresada amistad entre negociantes y quienes ocupan cargos en el gobierno pervierta la democracia y el estado de derecho.
Una de las formas más eficaces que encontraron para abrirse paso en un medio hostil algunos emigrantes irlandeses – llegados a Estados Unidos a raíz de la hambruna por las cosechas de papa malogradas a partir de 1845-, fue entender el funcionamiento de la política en su país de acogida en términos de “amistad”.
En Boston, después de años de penalidades, los irlandeses hallaron refugio en el Partido Demócrata. Martin Lomasney, destacado dirigente de ese partido en Boston, solía esperar a los inmigrantes en los muelles y los conducía al Henricks Club, su cuartel general en el West End. Ahí les explicaba el funcionamiento, asombrosamente simple, del mecanismo de “amistad”: A cambio de ayuda para encontrar trabajo y vivienda u otros favores (préstamos, un médico, ropa para los chicos) Lomasney sólo exigía a los recién llegados su afiliación al partido y la disciplina del voto.
Los votos le otorgaban a Lomasney el prestigio necesario en las instancias de gobierno para gestionar las ayudas que ofrecía.
Uno de los irlandeses que llegó a Boston en 1849 como parte de ese gran éxodo se llamaba Patrick Kennedy (1823-1858). Su nieto sería Joseph Patrick Kennedy (1888-1969), exitoso negociante, astuto especulador en el mercado de valores…y tan amigo de los políticos, por ejemplo del presidente Roosevelt, que llegaría a ser embajador de Estados Unidos ante el Reino Unido.
Un bisnieto de Patrick e hijo de Joseph, como todos sabemos, sería John Fitzgerald Kennedy (1917-1963), Presidente de los Estados Unidos. Otro bisnieto, Robert Francis Kennedy (1925-1968), paradójicamente combatiría, como Procurador de Justicia, algunas mafias de negociantes surgidas al amparo de “amistades” con el gobierno.
Vueltas que da la vida.
Hace años escuché decir a un exitoso hombre de negocios mexicano: “Nosotros –con un expresivo movimiento de las manos abarcó su amplia oficina y metafóricamente toda su corporación- queremos ayudar al Presidente”.
Era sincero, desde luego. Pero también era cierto que a cambio de esa “amistad” él esperaba que, en su momento, el Presidente le ayudase.
Pero no hablemos de México. En todas las democracias existe el riesgo constante de que la no tan desinteresada amistad entre negociantes y quienes ocupan cargos en el gobierno pervierta la democracia y el estado de derecho.
Una de las formas más eficaces que encontraron para abrirse paso en un medio hostil algunos emigrantes irlandeses – llegados a Estados Unidos a raíz de la hambruna por las cosechas de papa malogradas a partir de 1845-, fue entender el funcionamiento de la política en su país de acogida en términos de “amistad”.
En Boston, después de años de penalidades, los irlandeses hallaron refugio en el Partido Demócrata. Martin Lomasney, destacado dirigente de ese partido en Boston, solía esperar a los inmigrantes en los muelles y los conducía al Henricks Club, su cuartel general en el West End. Ahí les explicaba el funcionamiento, asombrosamente simple, del mecanismo de “amistad”: A cambio de ayuda para encontrar trabajo y vivienda u otros favores (préstamos, un médico, ropa para los chicos) Lomasney sólo exigía a los recién llegados su afiliación al partido y la disciplina del voto.
Los votos le otorgaban a Lomasney el prestigio necesario en las instancias de gobierno para gestionar las ayudas que ofrecía.
Uno de los irlandeses que llegó a Boston en 1849 como parte de ese gran éxodo se llamaba Patrick Kennedy (1823-1858). Su nieto sería Joseph Patrick Kennedy (1888-1969), exitoso negociante, astuto especulador en el mercado de valores…y tan amigo de los políticos, por ejemplo del presidente Roosevelt, que llegaría a ser embajador de Estados Unidos ante el Reino Unido.
Un bisnieto de Patrick e hijo de Joseph, como todos sabemos, sería John Fitzgerald Kennedy (1917-1963), Presidente de los Estados Unidos. Otro bisnieto, Robert Francis Kennedy (1925-1968), paradójicamente combatiría, como Procurador de Justicia, algunas mafias de negociantes surgidas al amparo de “amistades” con el gobierno.
Vueltas que da la vida.
Etiquetas: capitalismo de compadres, hambruna en Irlanda, Los Kennedy, mercantilismo, migración. xenofobia, negociantes NO empresarios, Partido Demócrata, populismo
2 Comentarios:
La historia no termina ahí. el otro bisnieto, Ted Kennedy está promoviendo una reforma migratoria desde el senado.
Sus detractores lo acusan de promover la regularización del estatus migratorio de los indocumentados con miras a que algún momento alcancen la ciudadanía para eventualmente llevarlos a las filas del partido demócrata.
¿Se estará cerrando el círculo?
Y no tienen algo parecido en sus orígenes todas las grandes fortunas que con el tiempo alcanzan un estatus de nobleza bien habida?
O seria muy cínico pensar eso?
Saludos
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