Las ventajas del catecismo
En muchas materias sale mucho más barato creer que saber. Y esa parece ser la norma secular de nuestro sistema educativo, reforzada todos los días por los medios de comunicación, donde circulan más dogmas que verdades verificables.
Parecería que hay un momento decisivo en los primeros años de vida del mexicano promedio en el que opta por algún catecismo en lugar de arriesgarse por el largo camino del conocimiento.
Eso explica, me parece, por qué tenemos una multitud de sabios de horno de microondas en los medios de comunicación. El lunes son canonistas eclesiásticos, el martes pontifican sobre impuestos, el miércoles despachan como médicos forenses, el jueves corrigen la plana a exitosos financieros y rematan la semana en el magisterio de las estrategias militares.
¿Cómo lo hacen? La vida no alcanza para saber tanto de tanto, ni siquiera para saber tan poquito de todo. Tras vueltas y revueltas – caminando de los hechos sensibles a los juicios racionales y de regreso- me atrevo a proponer una explicación al misterio de tanta sabiduría derrochada… y desechada tan rápido como se gestó: Los catecismos.
Hablando sobre un evento específico Sergio Sarmiento publica hoy: “Muchos políticos y comentaristas en nuestro país siguen manteniendo la posición de que ciertos casos judiciales deben resolverse por dogma político”. Así es, por fortuna para esos políticos y comentaristas, que de esa forma se ahorran el fatigoso expediente de conocer y verificar – que, además, no promete resultados definitivos- y se van por el atajo sencillo y seguro del catecismo: “estos son los malos, estos son los buenos”. Con el catecismo en la mano se puede clasificar cualquier cosa al instante, no sólo “casos judiciales”.
Sospecho que esta querencia por los atajos del pensamiento se aprende en México junto con las primeras letras, o tal vez en lugar de ellas.
Llegas al jardín de niños o a la primaria y hay una encrucijada en la que optas por este u otro catecismo (ejemplo: “los pobres son buenos; los ricos son malos”) y de ahí en adelante todo es dar vueltas en círculo alrededor de esa opción dogmática en la que nos catequizamos
.
Por eso hay doctores en economía que no saben calcular un interés compuesto o doctores en ciencia política que nunca han oído del cálculo del consenso. Esas cosas no vienen en su catecismo.
Parecería que hay un momento decisivo en los primeros años de vida del mexicano promedio en el que opta por algún catecismo en lugar de arriesgarse por el largo camino del conocimiento.
Eso explica, me parece, por qué tenemos una multitud de sabios de horno de microondas en los medios de comunicación. El lunes son canonistas eclesiásticos, el martes pontifican sobre impuestos, el miércoles despachan como médicos forenses, el jueves corrigen la plana a exitosos financieros y rematan la semana en el magisterio de las estrategias militares.
¿Cómo lo hacen? La vida no alcanza para saber tanto de tanto, ni siquiera para saber tan poquito de todo. Tras vueltas y revueltas – caminando de los hechos sensibles a los juicios racionales y de regreso- me atrevo a proponer una explicación al misterio de tanta sabiduría derrochada… y desechada tan rápido como se gestó: Los catecismos.
Hablando sobre un evento específico Sergio Sarmiento publica hoy: “Muchos políticos y comentaristas en nuestro país siguen manteniendo la posición de que ciertos casos judiciales deben resolverse por dogma político”. Así es, por fortuna para esos políticos y comentaristas, que de esa forma se ahorran el fatigoso expediente de conocer y verificar – que, además, no promete resultados definitivos- y se van por el atajo sencillo y seguro del catecismo: “estos son los malos, estos son los buenos”. Con el catecismo en la mano se puede clasificar cualquier cosa al instante, no sólo “casos judiciales”.
Sospecho que esta querencia por los atajos del pensamiento se aprende en México junto con las primeras letras, o tal vez en lugar de ellas.
Llegas al jardín de niños o a la primaria y hay una encrucijada en la que optas por este u otro catecismo (ejemplo: “los pobres son buenos; los ricos son malos”) y de ahí en adelante todo es dar vueltas en círculo alrededor de esa opción dogmática en la que nos catequizamos
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Por eso hay doctores en economía que no saben calcular un interés compuesto o doctores en ciencia política que nunca han oído del cálculo del consenso. Esas cosas no vienen en su catecismo.
Etiquetas: atajos del conocimiento, catecismos, cifrar y descifrar, crisis de los medios, educación, falsificaciones del pensamiento o ideologías, filosofía de la ciencia
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