jueves, 10 de mayo de 2007

Atrapados por fantasmas ancestrales

¿Por qué son tan populares los miedos y los prejuicios contra la migración y contra el libre comercio?

Hace ya muchos años el demógrafo, antropólogo e historiador de la economía Alfred Sauvy (1898-1990) combatía el mito de los límites del crecimiento en el que se empeñaron en formarnos durante la segunda mitad del siglo pasado.

Yo leí la traducción al español de uno de sus últimos libros: “La economía del diablo: paro e inflación” (L’Economie du diable: Chómage et inflation, París 1976) un poco a escondidas, con miedo a que el libro me fuese confiscado, para quemarlo en una hoguera de textos heréticos, por alguno de los jesuitas progre que daban clase en la Universidad y que se esforzaban por “ponerse al día” suscribiendo la moda del momento; imagino que hoy serían profetas apocalípticos del calentamiento global, como antes lo fueron de la explosión demográfica. Antiquísima doctrina: El progreso no existe y si acaso existiese sería malo.

De varias formas, Sauvy insistía en que la tragedia de Francia era su prejuicio antinatalista, tributario de una concepción estática del mundo, de suma cero, en la que si alguien gana algo es porque alguien pierde algo. Ese arraigado prejuicio ve los empleos como espacios físicos limitados a un territorio: si alguien obtiene un empleo, otro u otros lo pierden; la llegada de los jóvenes o, peor aún, de los “otros”, extranjeros, al mundo del trabajo es una agresión que se combate ferozmente.

Los mismos prejuicios ancestrales explican la aversión hacia el libre comercio.

Por su parte, Paul H. Rubin, profesor de Economía y Leyes de la Emory University propone que dichos prejuicios – contra el libre comercio y contra la libre migración de trabajadores, tan fomentados hoy por muchos políticos- son atavismos heredados de una época remota en la que la economía era estática – sin crecimiento- y los horizontes eran tan limitados que uno podía vivir, digamos 50 años, sin haber visto a más de 100 personas en toda su vida.

La sugerente hipótesis de Rubin es que tales prejuicios surgieron como “instinto” de supervivencia en un mundo en el que sólo existía la “suma cero” y quien ganaba algo era porque se lo había quitado a otro, fuese un empleo, fuese una utilidad.

Nuestros prejuicios están anclados antes del siglo XVIII. Son fantasmas que no han evolucionado y alimentan odios y temores antiquísimos en contra del progreso.

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6 Comentarios:

Blogger MMG dijo...

Está buenisímo el artículo de Rubin. La idea de usar la teoría de la evolución para explicar estos fenómenos es muy interesante. Quizá parte de esa "evolución" de las especies podría explicar por qué en el siglo XIX y principios del pasado, en una anterior ola de globalización el flujo de personas era libre, pero el de mercancías estaba restringido. Hoy en día el comercio es libre y la migración no. Creo que sin embargo que mucho tiene que ver el Estado de Bienestar en algunos países, que se creo entreguerras. Los salarios pueden no cambiar mayor cosa con el comercio y la migración, pero si compró unos zapatos chinos no tengo que pagar impuestos para que el chino vaya a la escuela publica, al hospital, etc. en cambio si immigra al país donde estoy aunque mi salario no cambie, tengo que o compartir mis olotes con más burros (los servicios públicos) o mis impuestos tienen que subir. Quiza las especies evolucionaron diferente después de eso.

Definitivamente, el tema es fascinante.

mayo 11, 2007  
Blogger Ramón Mier dijo...

Scott Adams, el caricaturista autor de Dilbert presentó en su blog la idea más perturbadora que me había sido presentada posiblemente en toda mi vida: Los seres humanos no somos libres para elegír.

Los seres humanos estamos física y químicamente imposibilitados para actuar fuera de ciertos parámetros que limitan nuestra conducta. La mente no altera a la materia pero la materia si altera a la mente.

Por ello no me sorprende el artículo de Rubin. Deben existir personas imposibilitadas para aceptar, pese a todas sus bondades al libre comercio y la migración.

No es que no quieran aceptar que el libre tránsito de personas y mercancías sea algo bueno. Es que simplemente no pueden hacerlo.

Estoy convencido de que en muchos casos haría falta prozac o ritalín, para que pudieran abrirse a tales ideas. Insisto, la materia influye en la mente, pero no al revés.

mayo 11, 2007  
Blogger Ricardo Medina Macías dijo...

Mariana, en efecto es un artículo, el de Rubin, interesantísimo y es un tema fascinante. Puede haber explicaciones alternativas a las que ofreces para los hechos: Por ejemplo, ¿no será que había mayor migración en el pasado porque las barreras al comercio no le dejaban a la gente más remedio que migrar?, por supuesto tampoco esa hipótesis explica la totalidad de los hechos; por otra parte, algunas grandes oleadas migratorias - por ejemplo la de irlandeses hacia Estados Unidos a causa de la hambruna por las malas cosechas de papa o la de judíos de Alemania y de casi toda Europa Central ante la amenaza nazi- estuvieron motivadas por grandes emergencias, por verdaderas catástrofes - una causada por una plaga en un tubérculo y otra causada por una plaga un millón de veces más temibles que es el totalitarismo (versión nazi)- que obligaron a los países receptores de esos migrantes (Estados Unidos, sobre todo, pero no sólo Estados Unidos) a abrirse generosamente por razones humanitarias...A lo que voy es a que tampoco era tan fácil emigrar en el pasado; aunque sí había una diferencia: Algunos países facilitaban la migración de aquellos que consideraban "indeseables" por razones religiosas o políticas; por ejemplo, los peregrinos del Mayflower primero salieron de Inglaterra hacia Holanda, un tanto clandestinamente, para huir de un rey que quería ser a la vez supremo dirigente religioso...pero tampoco la Corona británica se preocupó mucho del asunto ("a enemigo que huye, puente de plata...") y después salen de Holanda porque preven que, tarde o temprano, tampoco en ese país mucho más liberal gozarán de plena libertad religiosa...Es decir: La corona británica facilita esa migración pero más en términos de castigo o exilio...que como una búsqueda de oportunidades laborales. En fin, Mari, como dices, es un tema fascinante para estudiarse desde los más diversos ángulos...El de Rubin, audaz, es el de la evolución de las especies hacia la libertad (por decirlo así) y yo, en cambio, lo enfoco mucho más a partir de la perspectiva histórica.

mayo 11, 2007  
Blogger Ricardo Medina Macías dijo...

Ramón,

Matizaría un tanto la afirmación, que, no es por nada pero me suena a materialismo científico: Cierto, es más fácil que la materia modifique la mente a que la mente modifique la materia, pero esto último también sucede, basta ejemplificar - en sentido negativo- con el caso de quienes logran enfermarse física u orgánicamente a partir de una neurosis (no simulan la enfermedad, la realizan en su cuerpo)...Yo prefiero entender la hipótesis de Rubin más como una paradoja de cómo muchas veces la evolución material - económica- va mucho más rápido que la evolución mental...sobre todo de los políticos.
Habrá que segur dándole vueltas a este asunto y repartir todo el Prozac o el Ritalin necesario para que algunos evolucionen...

mayo 11, 2007  
Blogger Ramón Mier dijo...

Ricardo,

No se si tuviste ocasión de leer el artículo de The Economist titulado Liberalism and Neourology publicado el 19 de Diciembre Paso. Que de algún modo apoya la tesis del caricaturista...


http://www.economist.com/opinion/displaystory.cfm?story_id=8453850

Saludos y buen fin de semana.

mayo 12, 2007  
Blogger Ricardo Medina Macías dijo...

Gracias por la referencia Ramón. No, no había leído ese artículo de The Economist. Sé que lo voy a disfrutar mucho y servirá para que le sigamos dando provechosas vueltas al asunto. Por lo pronto, insisto: me encanta la idea de repartir Prozac o Ritalín en los siguientes lugares: 1. Cámaras legislativas, 2. Oficinas de gobierno relacionadas con el comercio o la migración, 3. Organimos empresariales y "cámaras" industriales y de servicios, 4. Redacciones de los periódicos, y 5. Aulas y cubículos de las universidades. A lo mejor consegimos acelerar la evolución mental de quienes ahí cobran para que pasen del primitivismo ancestral de la suma cero (animalitos defendiendo su "territorio") a la condición de personas libres e inteligentes que comprendan que el libre intercambio de trabajo (comercio y migración libres son eso: libre intercambio de lo que genera la productividad, vía talento, destrezas, conocimientos y demás) es la llave de la prosperidad.

Saludos.

mayo 12, 2007  

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